Cuando Juan tenía ocho años de edad un día tuvo un problema con un muchacho de la escuela llamado Luis. La directora mandó a los padres de ambos muchachos una notificación. Juan estaba muy enojado con Luis por haberlo metido en un enredo. Cuando Juan pensó en la dificultad que esto le iba a acarrear con sus padres, falsificó la firma de su mamá en la notificación y la trajo devuelta a la escuela. Entonces se llenó de tetold him what had happened. They both prayed, knowing that God was taking care of John.
In the meantime it was becoming dark and cold in the cave where John was hiding. He began to think about God and to remember some of the things he had learned in Sunday School. All of a sudden he said right out loud: “What a big mistake mor cuando la directora lo llamó a su oficina para que explicara qué había ocurrido con la firma.
“Llamaré a tu madre antes que la escuela cierre esta tarde”, le dijo la Sra. Martínez, la directora. Juan estuvo toda la tarde muy preocupado y cuando las clases ya estaban por terminar se dijo: “¡Huiré de la casa! ¡Esto es lo que voy a hacer!” No pensó en la preocupación que iba a causar a sus padres. ¡Sencillamente no quería regresar a casa!
Tan pronto terminaron las clases conversó el asunto con Tomás, su mejor amigo. Tomás no creyó que lo mejor era huir. “¿Por qué falsificaste la firma de tu mamá simplemente porque Luis te metió en un enredo? Tal vez tus padres no se habrían enojado mucho contigo”, le dijo Tomás. “Pero ¡ahora! ¡Falsificar la firma de tu mamá! Esto es contra la ley o contra algo”. Entonces Tomás vio que Juan estaba decidido a huir de la casa. “¿A dónde vas a irte?” le preguntó.
“A las cavernas en que a veces uno juega los días sábados. Pero no se lo digas a nadie”.
Cuando a las cuatro de la tarde Juan aún no había regresado de la escuela, su mamá comenzó a preocuparse. Estaba muy disgustada con él por la llamada de la directora. Pero no podía comprender por qué Juan no llegaba a la casa.
Su madre se dio cuenta de que no podía dejar que el temor le eclipsara su fe en el cuidado de Dios. Tenía que orar para Juan. Tenía que saber que Dios lo estaba guiando y dándole todos los buenos pensamientos que necesitaba para estar protegido. Tomó el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y leyó lo siguiente: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494; Cuando ya estaba oscureciendo y el papá de Juan llegó a casa, ella le contó lo ocurrido. Ambos oraron, sabiendo que Dios estaba cuidando a Juan.
Al mismo tiempo, en la caverna en que Juan se había escondido estaba oscureciendo y estaba haciendo mucho frío. Juan comenzó a pensar en Dios y a recordar algunas de las cosas que había aprendido en la Escuela Dominical. De pronto se dijo en alta voz: “¡Qué gran error cometí huyendo! Mejor vuelvo a casa”. Y luego pensó: “Debería haber perdonado a Luis. Él también es hijo de Dios”.
Juan salió de la caverna y emprendió el regreso a casa, pero cuando llegó a la ciudad ya era de noche. Se equivocó de camino y de pronto se encontró perdido en una carretera de mucho tráfico donde los automóviles al pasar a su lado como un torbellino lo llenaron de temor. Se detuvo un momento para pensar y se dijo: “Nuestra maestra de la Escuela Dominical nos habló de cómo Cristo Jesús amaba a los niños pequeños, y cuando la gente trataba de alejar de él a los niños, él les decía: ‘Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos’. Mateo 19:14. No sé dónde estoy, pero Dios sabe que soy Su hijo, y que estoy a salvo en Su amor”.
A medida que Juan hablaba consigo mismo de esta manera, un auto policial se detuvo. Los policías se habían preguntado por qué un muchachito estaba caminando solo por una carretera como ésa. Uno de ellos descendió del automóvil para hablar con él. El policía le preguntó por qué caminaba solo por una carretera de tanto tráfico y a dónde se dirigía. Juan le dijo que estaba tratando de encontrar su casa. “Sube”, le dijo el policía. “Te llevaremos a casa. Sólo dinos dónde vives”.
Juan estaba tan contento de poder llegar a casa que se olvidó de la reprimenda que podían darle sus padres. Al llegar a casa les contó a sus felices padres cómo Dios lo había traído a casa. Después de cenar les dijo: “Siento mucho haberlos preocupado. No volveré a hacerlo. Desde ahora en adelante voy a escuchar a Dios — realmente a escucharlo — ¡y voy a darle gracias a Él ahora mismo por haberme librado del problema!”
