Una noche después de que había ido a nadar, me empezó a doler un ojo. Simplemente lo ignoré, pensando que no era nada. Pero a medida que la noche avanzaba, el dolor aumentaba. Pensé pedirle ayuda a mi hermano para que orara conmigo, pues mis padres habían salido. Pero cuando me dirigía hacia su dormitorio, decidí no hacerlo, porque quería curarme por mí misma.
Siendo una Científica Cristiana, sabía lo que debía hacer. Repetí el Padre Nuestro, y la interpretación espiritual por la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 16); una parte dice:
“Venga Tu reino.
Tu reino ha venido; Tú estás siempre presente”.
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