Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Nuestro ilimitado punto de partida

Del número de mayo de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Le causa a usted sorpresa oír decir que la manera en que nos identificamos determina en grado considerable nuestra condición actual? Nuestra felicidad o desdicha, nuestra abundancia o falta de abundancia, están íntimamente ligadas con el punto de partida de nuestro pensamiento. Cuando tomamos a la materia como la base de nuestro pensamiento, estamos condenados a frustraciones y a callejones sin salida o a túneles con poca luz en sus lejanas salidas.

La Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) eleva nuestro nivel de pensamiento y nos capacita con lógica infalible a tomar como punto de partida a la Mente, Dios, en nuestra evaluación y clasificación de nosotros mismos y de los demás. Esta Ciencia ofrece una nueva comprensión del primer capítulo del Génesis con su declaración de que Dios creó al hombre a Su semejanza.

En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy nos dice: “El hombre no es de ningún modo un germen material, que sale de lo imperfecto y se esfuerza por alcanzar el Espíritu, por encima de su origen”.Ciencia y Salud, pág. 246; ¿No es acaso, sin embargo, este punto de vista acerca del hombre lo que la teología popular enseña y lo que hemos sido educados a aceptar? ¿Un hombre creado por Dios que ha caído al nivel de un mortal pecador por culpa de los engaños de una serpiente parlante? ¿Un mortal que tiene que ser elevado después hacia el Espíritu? Que quizás llegue allí en un milenio distante, pero que es casi un pecado pensar que puede ocurrir ahora.

Ahora bien, preguntémonos: “¿No es acaso esto lo que casi inconscientemente creemos — un mortal pecador ahora, que espera llegar a ser un hombre espiritual más tarde; una criatura ahora enferma, que espera sanar más adelante?” Esto querría decir que la obra de Dios, lo hecho por Dios, fue completamente revertido por una serpiente parlante. ¿Quién ha oído hablar alguna vez acerca de una serpiente parlante? Sus mentiras son tan imposibles como su identidad. El hombre — la semejanza de Dios — no sale de lo imperfecto. Jamás estuvo allí. No tiene que llegar al Espíritu. Ya está allí. Éste es el punto de partida divino.

Este hombre, creado a semejanza de Dios, ya no tiene por qué parecer una figura legendaria perdida en los laberintos del Edén. En lugar de eso, el reflejo mismo de la Mente, el cual llamamos hombre, se ve que es la verdadera identidad de cada uno de nosotros. Con este ilimitado punto de vista podemos empezar a poner por obra, nuevas y vivas cualidades divinas que no hemos tomado mucho en cuenta antes, que jamás hemos reclamado o vivido. Ellas nos pertenecen como reflejos de Dios. Todo lo que está incluido en la Mente está incluido en el hombre, pues la Mente es causa y el hombre es efecto.

Esta manera de partir desde la Mente divina, nos eleva por encima del tedio de la mente mortal con su “No puedo” o su “No lo haré”, y nos coloca en un reino de posibilidades infinitas para bien.

Aquí nos familiarizamos más con un aspecto más amplio de nuestro ser. ¿Por qué suponer que todo tiene que ocurrir de acuerdo con la llamada lógica de la mente humana — pensando: “Tengo un sueldo pequeño y ésta es la única fuente de mi provisión” o “Tengo un cuerpo físico y en él reside mi salud”? Éstas son conclusiones que se basan en lo material y cierran la puerta al progreso.

Es posible que nos hayamos permitido volvernos vulgares y mediocres en nuestra manera de pensar y obrar. ¿Por qué no avivar nuestro concepto de milagros y ver que, como dijo Cristo Jesús, “todas las cosas son posibles para Dios”? Marcos 10:27; Un milagro no quiere decir que podemos esperar que nos caigan cosas del cielo. Pero sí quiere decir que con la oración científica — razonamiento basado en nuestro perfecto punto de partida — puede aparecer la respuesta correcta para cualquier problema en lo que pudiera parecer la manera más ilógica. Cuando pensamos en términos de lo infinito, pensamos en términos de abundancia. La mente mortal no puede encajar sus límites en lo infinito.

Cuando empezamos con nuestro origen ilimitado, el Espíritu, no como mortales que esperan llegar al Espíritu, encontramos que la riqueza de este punto de partida empieza a hacerse cargo. Se encarga de todas las justas necesidades humanas — la plena provisión de salud, de alegría, de originalidad en el enfoque de nuestras tareas. Percibimos el nuevo reino, el reino del Amor divino.

Con esta percepción viene a menudo el gran deseo de vivir de acuerdo con las reglas de este reino, de abandonar el egoísmo y los intereses egocéntricos que nos impiden elevarnos y de ampliar el alcance de nuestro amor y eficacia. Renunciamos al impulso de promover un “yo” mortal determinado a salirse con la suya. Repudiamos las pequeñas improbidades y todas las creencias semejantes que vienen de un punto de partida mezquino. Estas creencias son las que apoyan a la mortalidad y a la escasez.

A medida que estas creencias comienzan a desaparecer de nuestra manera de vivir, se ven claramente los efectos del gobierno del Amor. El Amor aparta los límites, las estrecheces y las mezquindades de la mortalidad. Obtenemos un nuevo punto de vista de lo que somos y de lo que estamos haciendo. Y el punto de vista es glorioso. El reino de la falsa creencia empieza a decaer, y vemos que es un impostor, una ilusión, siempre un cuadro de la realidad vuelto al revés que muestra la interpretación equivocada acerca de Dios y del “yo”. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, nos alienta cuando dice: “Enteramente aparte de este sueño mortal, de esta ilusión y decepción de los sentidos, viene la Ciencia Cristiana a revelar al hombre como la imagen de Dios, Su idea, coexistente con Él — Dios dando todo y el hombre poseyendo todo lo que Dios da”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 5.

La idea de que somos infinitos es inspiradora. Dejemos que una idea correcta empiece a marchar en el pensamiento y empezará a tomar posesión. Empezará a iluminar todo acerca de lo que estemos pensando. La provisión se manifestará más abundante. La idea de que somos completos estará manifestándose en relaciones significativas. Las oportunidades de empleo se verán menos estrechas. Las cosas empezarán a ponerse en foco y nuestros días tendrán un propósito. Porque cuando una idea se desarrolla, jamás vuelve a enrollarse nuevamente. Se sigue desarrollando eternamente.

La Mente infinita y su idea infinita.

Nuestro punto de partida y nuestro punto de permanencia.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 1979

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.