Las discordancias corporales obstinadas a menudo tienen su origen en la obstinación, en la voluntariedad, humana. Ciertamente no es la voluntad de Dios, quien es la Mente y el Amor infinitos, que las personas se enfermen o que sean obstinadas. Por lo tanto, si una enfermedad no cede a la oración durante un período razonable de tiempo, quizás el paciente deba liberarse de la obstinación para obtener su liberación física.
Para sanar de la obstinación que yace en la raíz de condiciones crónicas es necesario dar varios pasos. El primero y más importante es reconocer que la obstinación es lo que está causando el problema crónico. A menos que uno enfrente un error, éste queda libre para cundir en el pensamiento como maleza en un jardín que no se cuida.
La voluntariedad a menudo se esconde bajo el disfraz de nociones preconcebidas, de hábitos, características familiares, decisiones arbitrarias, o hasta bajo la sutil máscara de una indignación justificable o de lo que a veces nos gusta llamar “mantenerse firme en el Principio”. La voluntariedad tiene que ser desenmascarada y verse por lo que realmente es: una flagrante imposición de la mente mortal — la falsa creencia en la existencia de la materia y el mal, creencia que roba a la humanidad de su libertad.
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