Ezequiel fue el primer gran profeta del período del exilio en la historia hebrea. Tanto él como Jeremías procedían de un linaje sacerdotal, pero había una marcada diferencia social entre ellos.
Por lo general se acepta que ellos fueron contemporáneos y que ambos pasaron gran parte de su tiempo en Jerusalén antes de que Ezequiel fuera llevado con los cautivos a Babilonia, y que tenían en común un profundo interés en los asuntos del templo tan querido por ellos y en los problemas por los que atravesaba Jerusalén y su pueblo.
Siendo unos años mayor que Ezequiel, y de temperamento afectuoso y emocional, Jeremías se convencía cada día más de la inminente destrucción de Jerusalén. Su trabajo principal se llevó a cabo en la capital durante los años que precedieron a la caída de ésta, acontecimiento que le parecía a él tan inevitable como a sus compatriotas les parecía imposible.
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