El cuerpo humano es capaz de lograr mucho más de lo que su dueño hubiera podido imaginarse antes de ponerlo a prueba. El desesperante “¡Yo no puedo hacerlo!” de un niño, se oye que constantemente cambia a un orgulloso “¡mírenme!” cuando por fin logra hacer a la perfección la mismísima proeza después de paciente práctica.
Lo mismo puede decirse de la mayoría de atletas, bailarines, pianistas, artistas, reposteros y entusiastas del golf que han tenido éxito. Ha sido mediante la perseverancia y paciente práctica que han logrado el perfeccionamiento. Al comienzo quizás hayan sentido que el éxito era inalcanzable — que ciertos movimientos físicos, esenciales para su actuación, eran completamente imposibles de ejecutar. Pero mediante el esfuerzo y la práctica constantes, les fue fácil y natural ejecutarlos. La perseverancia trae su recompensa. Sencillamente no se dieron por vencidos.
Por cierto que esto nos alienta a perseverar y trabajar para aumentar igualmente nuestra habilidad mental. Apenas si parece lógico practicar más intensamente con el fin de perfeccionar una tirada en el juego de golf, que para perfeccionar nuestra habilidad para pensar con claridad. La gente tiende a desalentarse muy fácilmente en su desarrollo intelectual, bajo la influencia negativa de la duda de sí mismo y de las teorías supersticiosas de limitación mental. Sencillamente no es cierto, como generalmente se cree, que algunas personas son incapaces de captar conceptos mentales o de razonar con lógica. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Un conocimiento de la Ciencia del ser desarrolla las capacidades y posibilidades latentes del hombre. Extiende la atmósfera del pensamiento, dándoles a los mortales acceso a regiones más amplias y más altas. Eleva al pensador a su ambiente natural de discernimiento y perspicacia“.Ciencia y Salud, pág. 128;
La Ciencia del ser revela que Dios, el creador, es la omnisapiente Mente divina, y que el hombre es Su idea, hecho a Su semejanza. El hombre, como término genérico que incluye toda identidad, es el reflejo del único creador, la Mente. En realidad, individualmente cada hombre y mujer expresa las cualidades de la Mente, de la Vida, la Verdad y el Amor. Estas cualidades son de origen divino, no humano. Son espirituales y derivan del Espíritu, Dios, y son reflejadas por el hombre. Por lo tanto, todos podemos expresar inteligencia en varios aspectos — en sabiduría, discernimiento, perspicacia, sagacidad, penetración, percepción y profunda comprensión y en nuestra habilidad para razonar y entender los detalles pequeños como también abarcar grandes conceptos. Todos tenemos la facilidad para analizar y hacer buen uso de nuestras ideas.
Los hechos divinos no son abstractos sino sumamente prácticos para los mortales. El comprenderlos puede transformar nuestra opinión acerca de nosotros mismos y de los demás. En vez de aceptar pensamientos de incapacidad mental o cultural, debiéramos sentirnos alentados, tal vez tímidamente al principio, a reclamar para nosotros y para los demás la infinita capacidad de la Mente. Los resultados mostrarán cuán poderosa puede ser la comprensión de la Verdad para eliminar creencias humanas de limitación.
Cristo Jesús es el Mostrador del camino. El Evangelio nos dice que subió al templo y enseñaba, “y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?“ Por cierto que Jesús no tuvo ninguna preparación académica especial para enseñar, pero la comprensión que tenía de su origen divino y su fe en Dios, su Padre, de quien él sabía que había heredado todo lo bueno, eran abundantes. Con absoluta seguridad contestó: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió“. Juan 7:15, 16;
La inteligencia, sabiduría y perspicacia que expresamos, jamás son nuestras — no son posesiones personales. De hecho, la presunción humana que pretende que la inteligencia es personal, implica e impone limitación y finalmente tendrá que someterse a una comprensión más elevada de la inteligencia infinita. Las cualidades espirituales le pertenecen a nuestro Padre universal, la única Mente infinita, y nosotros las reflejamos — todos y cada uno.
Ésta fue la experinecia del apóstol Pablo — hombre muy instruido y de reconocida superioridad intelectual según las normas de la época. Sin embargo, todos sus conocimientos vinieron a ser nada cuando percibió al Cristo, la verdadera idea de Dios. Considerando las cosas desde este punto de vista, se quitó el majestuoso nombre de Saulo, y, desde entonces, fue conocido por su nombre romano de Pablo, lo cual nos es muy significativo, aunque tal vez no lo fue para él, pues quiere decir “pequeño“. Pablo siguió adelante y llegó a ser grande en el mundo del cristianismo; aprovechando su talento lingüístico enseñó incansablemente en Grecia, Italia y Asia Menor. Dijo a los Filipenses cristianos: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece“. Filip. 4:13;
Con tales ejemplos, ¿acaso no debiéramos trabajar para desarrollar “las capacidades y posibilidades latentes del hombre“? La Sra. Eddy nos indica que esto está al alcance de todos. En otra parte escribe: “No hay excelencia sin trabajo, y la hora de trabajar es ahora“. Y más adelante dice: “La vida de grandes hombres y mujeres es un milagro de paciencia y perseverancia. Cada astro en la constelación de la grandeza humana, como las estrellas, resalta en la oscuridad para brillar con la luz reflejada de Dios“.Escritos Misceláneos, pág. 340.
¿Y de dónde provienen la paciencia y la perseverancia que se necesitan para actuar como catalizadores de estas habilidades latentes? Ellas también proceden de Dios. Están a nuestro alcance, listas para que las llevemos a la práctica. Dios nos ha dado a todos, lo necesario para que manifestemos la perfección de los variados atributos de la inteligencia infinita. ¿Por qué no empezar a desarrollarlos ahora?
 
    
