El cuerpo humano es capaz de lograr mucho más de lo que su dueño hubiera podido imaginarse antes de ponerlo a prueba. El desesperante “¡Yo no puedo hacerlo!” de un niño, se oye que constantemente cambia a un orgulloso “¡mírenme!” cuando por fin logra hacer a la perfección la mismísima proeza después de paciente práctica.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!