También lo es la juventud, o cualquier edad.
Shakespeare divide la vida del hombre en siete edades, empezando por “el bebé, que lloriquea y eructa en los brazos de la nodriza”, y terminando en “la segunda niñez y el mero olvido, sin dientes, sin vista, sin gusto, sin nada”.Como gustéis, Acto II, Escena 7;
Otro genio, un genio espiritual, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, presenta a un hombre diferente, un hombre inmortal, eterno, el hombre real, el hombre de Dios. La Sra. Eddy escribe: “Aun la poesía de Shakespeare pinta la vejez como infancia, como debilidad y decadencia, en vez de asignar al hombre la grandeza imperecedera e inmortalidad del desarrollo, el poder y el prestigio”. Ella afirma: “El hombre en la Ciencia no es ni joven ni viejo”.Ciencia y Salud, pág. 244;
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