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La vejez es un mito

Del número de junio de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


También lo es la juventud, o cualquier edad.

Shakespeare divide la vida del hombre en siete edades, empezando por “el bebé, que lloriquea y eructa en los brazos de la nodriza”, y terminando en “la segunda niñez y el mero olvido, sin dientes, sin vista, sin gusto, sin nada”.Como gustéis, Acto II, Escena 7;

Otro genio, un genio espiritual, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, presenta a un hombre diferente, un hombre inmortal, eterno, el hombre real, el hombre de Dios. La Sra. Eddy escribe: “Aun la poesía de Shakespeare pinta la vejez como infancia, como debilidad y decadencia, en vez de asignar al hombre la grandeza imperecedera e inmortalidad del desarrollo, el poder y el prestigio”. Ella afirma: “El hombre en la Ciencia no es ni joven ni viejo”.Ciencia y Salud, pág. 244;

Si la enfermedad y la vejez fueran concomitantes, dudaríamos de la conveniencia del aumento en la longevidad que se está experimentando en el mundo; pero la longevidad no debe ser sinónimo ni de decrepitud ni de capacidades mentales mermadas.

La verdad es que el hombre es creado a la imagen de Dios y, por consiguiente, es tan eterno como su Hacedor. Sus facultades no fallan; su fortaleza y aptitudes permanecen como siempre lo han sido — ilimitadas — porque derivan de la Mente infinita e inagotable. Este estado verdadero y espiritual del hombre puede demostrarse en el grado en que se lo entienda. La raíz y la única causa del envejecimiento, con todos los síntomas que lo acompañan, es la creencia — la creencia universal que el comenzar joven y llegar a la vejez es algo inevitable porque el hombre está hecho de materia. Esto es una fase de lo que la Sra. Eddy llama magnetismo animal, y la demostración de que no tenemos edad debe empezar con la negación de esta creencia tan arraigada.

Moisés y otros personajes del Antiguo Testamento que caminaron con Dios y obedecieron Sus leyes disfrutaron de una larga vida exenta de dolencias. La Biblia nos dice: “Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor”. Deut. 34:7; Y Caleb, recordando una expedición en la que tomó parte cuando tenía cuarenta años, le dijo a Josué: “Hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora”. Josué 14: 10, 11;

A los doce años Cristo Jesús sorprendió a los eruditos de su época por “su inteligencia y... sus respuestas”, Lucas 2:47; demostrando que la fuente de la sabiduría es la Mente eterna.

Neguemos y excluyamos del pensamiento las distintas pretensiones asociadas con las siete edades del hombre presentadas por Shakespeare, a medida que levantan la cabeza buscando reconocimiento y aceptación. Sepamos quienes somos a los ojos de Dios y vivamos de acuerdo con ello. Entonces mantendremos la salud y la actividad y disfrutaremos del gozo pleno del bien, ya que no hay nada que pueda imponernos ningún error cuando comprendemos que en realidad somos el hombre espiritual de la creación de Dios. Puede demostrarse esto sobre la base de la perfección preexistente, permanente e inviolable del hombre, inseparable de Dios. La Sra. Eddy enseñó esto y demostró lo que enseñaba al realizar obras destacadas. A los ochenta y siete años fundó un diario internacional, el The Christian Science Monitor.

La edad avanzada ya no parecerá disminuir o detener la provisión del bien que Dios tiene para nosotros cuando estamos alerta para aceptar Sus ideas espirituales, ideas que Dios nos brinda continuamente. La Sra. Eddy nos asegura: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria”.Escritos Misceláneos, pág. 307.

Estas verdades que Dios nos da contradicen las creencias generales, pero son demostrables porque son verdaderas. Dios no sabe nada ni de envejecimiento ni de jubilación; y los frutos de afirmar lo correcto, o sea, de pensar correctamente, son la prosperidad, la energía, la actividad, un buen empleo y la salud rebosante.

La fuente y el apoyo de las enfermedades de la vejez es la creencia de que el hombre es material, que está constituido de carne, sangre, huesos y cerebro. La Ciencia Cristiana refuta la noción de que el cuerpo y la mente se deterioran al restaurar el concepto correcto de lo que es el hombre como el hijo de Dios, mantenido por el Padre-Madre divino — no durante siete falsas edades, sino por toda la eternidad.

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