Si bien el tratamiento en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) es simple, su precisión y poder exigen algo más de nosotros que una manera de pensar casual. Ya sea que seamos nuevos en la Ciencia o estemos bien establecidos en ella, debemos tener un sentido progresivo de lo que es el tratamiento y de cómo opera.
El tratamiento en la Ciencia Cristiana puede ser descrito de muchas maneras. Una manera sería decir que el tratamiento es reconocer a Dios, afirmar la naturaleza espiritual y semejante a Dios del hombre, y negar las dificultades sobre la base de esas verdades.
El tratamiento debiera ser siempre cabal — justamente tan completo como podamos hacerlo — pero esto no significa que tenga que ser laborioso y prolongado. Cuanto más espontáneo sea el tratamiento, tanto más curativo es cuando esa espontaneidad viene debido a que el tratamiento tiene una amplia y profunda base espiritual. Tal tratamiento está representado por la perspicacia de percepción, por la precisión de la comprensión espiritual. Estas cualidades no toleran ninguna resistencia de la creencia mortal. El decidido requisito de Mary Baker Eddy caracteriza la espontaneidad: “Tratad una creencia en la enfermedad como trataríais el pecado, con repulsa inmediata”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 218; Pero ya sea que el tratamiento le parezca a la mente humana (una mente que piensa en términos de tiempo y de procedimiento material) que es breve o prolongado, el hecho importante es que realmente cura.
Algunas veces el tratamiento en la Ciencia Cristiana es demasiado largo porque es demasiado detallado. Si bien el tratamiento debiera ser específico, no tenemos que hacer un inventario de todas las hebras de lo que se está tratando. Como tenemos una certeza fundamental de la inteligencia de la Mente divina, y de la presencia de la Mente, percibimos lo que necesita atención. Lo encaramos con precisión. Si diéramos rienda suelta al intelecto humano para que desenrede todas las hebras de un problema, es posible que este intelecto jamás se detenga.
Desde el punto de vista de la verdad científica de que Dios es Espíritu, y que el hombre es perfecto y espiritual, las pretensiones de la enfermedad son mucho más absurdas que la afirmación que el rojo es verde.
Si alguien tratara de convencernos de que el rojo es verde, para refutar este argumento no tendríamos que mencionar todos los colores del arcoiris afirmando que son lo que son. El verde no es rojo, es verde. Y cuando vemos con nuestro sentido espiritual, no somos “daltonianos” —sabemos que el hombre no padece de ninguna enfermedad, sino que es sano. No tenemos que vagar a través de extensas llanuras de metafísica para afirmar el punto.
Correctamente basado, el tratamiento da satisfacción. No es una preocupación o una lucha sin fin. La esencia del tratamiento son las cualidades semejantes al Cristo — es la consciencia que expresa la Verdad. Esto es básico. Tal consciencia trae paz y termina con la preocupación. Cuanto más nos es Dios espiritualmente visible, tanto más nos es visible el hombre verdadero, debido a que el hombre es la similitud de Dios y coexiste con Dios. Cuando estamos conscientes de la presencia de Dios, jamás nos atemorizamos. Tenemos la sosegada certeza de que “todo lo que realmente existe es la Mente divina y su idea, y en esta Mente todo el ser se revela como armonioso y eterno” ibid., pág. 151; — para usar las palabras de la Sra. Eddy.
Esta cualidad de consciencia, sana. Sana porque sabe que la perfecta creación de Dios — como es descrita en el primer capítulo de la Biblia — es la única clase de creación que existe en cualquier parte, incluso en el punto mismo donde alguna enfermedad pretende estar haciendo daño.
El hecho de que Dios es Amor infinito, no amor finito, es fundamental en la Ciencia Cristiana. El Amor no está alrededor de la materia cuidando de la materia, sanando la materia, cambiando la condición de la materia, mejorando la materia. El Amor y su expresión son la invariable realidad que existen donde la materia, para los sentidos carnales, parece estar. La existencia verdadera es espiritual y solamente espiritual. Ésta es la base del tratamiento, o sea, del razonamiento científicamente encauzado.
“Para razonar correctamente, debiera haber sólo una realidad ante el pensamiento, a saber: la existencia espiritual”,ibid., pág. 492; insiste la Sra. Eddy. El pensamiento que tiene ante él este hecho maravilloso cura irresistiblemente. El pensamiento que nada entre dos aguas en su esfuerzo para curar — que está semiconsciente del problema y que conoce a medias la verdad del ser — no curará espontáneamente. Pero a medida que tal razonamiento sea corregido por la verdad científica en cuanto a Dios y el hombre, entonces será guiado hacia la dirección correcta. Debido a que Dios es Amor divino, el Amor se hará cargo del deseo de sanar y lo elevará a una perspectiva más alta.
Superar el temor es de primordial importancia en el tratamiento. Cuando el tratamiento tiene el tono de “la declaración científica del ser” por la Sra. Eddy, entonces el temor es inevitablemente superado con eficacia. Este profundo sumario de la Ciencia Cristiana incluye la afirmación de la verdad del ser y la negación de todo lo que pretende ser lo opuesto de esa verdad; por ejemplo, la parte que dice: “El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal”.ibid., pág. 458.
“La declaración científica del ser” tiene ante ella, podríamos decir, sólo la existencia espiritual. Disipa el temor porque excluye la posibilidad de cualquier clase de mente que pudiera ser el origen o la víctima del miedo.
El tratamiento genuino en la Ciencia Cristiana no tiene lugar de acuerdo con alguna estructura previamente dada. No hay fórmulas para la curación en la Ciencia porque ninguna es necesaria. Es la inspiración y la comprensión espiritual las que curan. Éstas vienen del Espíritu. Están gobernadas por el Espíritu. No pueden ser estereotipadas. Usar fórmulas para curar es negar el poder de la inspiración. Es característico del pensamiento humano que da vueltas. El pensamiento espiritual sigue hacia adelante, hacia perspectivas y discernimientos nuevos.
Dar tratamiento que sane es una parte indispensable de la vida en la Ciencia Cristiana. Es un tema importante y necesita de nuestro continuo estudio y experiencia. Pero ningún estudiante de Ciencia Cristiana, joven o viejo, debiera colocarlo en un estante tan alto que el dar un tratamiento esté fuera del alcance. Nuestra sinceridad en la Ciencia Cristiana y el móvil de amar y de sanar —éstas son las cosas importantes. El Amor divino nos dará las oportunidades de sanar, nos enseñará a hacerlo, y continuará ayudándonos a espiritualizar nuestro pensamiento hasta que — habiendo finalmente sometido nuestra última creencia en la existencia material — sepamos que vivimos en el reino de los cielos, donde la perfección divina es visible e invariable.
