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¿Cómo liberarse del pecado?

Del número de junio de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Uno de los conceptos más perniciosos que se fomenta hoy en día es la creencia de que el pecado es normal, que la inmoralidad es una moda aceptada y que “todos lo hacen”. Esto es la mente mortal o el pensamiento material, sensual, usando la técnica de la gran mentira. Es la justificación propia actuando en gran escala. Para contrarrestar este error debemos estar alerta ante las falsas pretensiones y así poder defendernos de ellas y también estar listos y capacitados para ayudar a proteger a otros.

Pero, ¿cómo defendernos de ese mesmerismo? Mary Baker Eddy establece claramente que una de las principales finalidades del trabajo sanador en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) es vencer la creencia en el pecado. Y dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El librarse del pecado por medio de la Ciencia, significa despojar el pecado de toda supuesta mente o realidad, sin admitir jamás que el pecado pueda tener inteligencia o poder, dolor o placer. Vencéis el error, negando su realidad”.Ciencia y Salud, pág. 339;

Indudablemente uno de los primeros pasos para llevar a cabo esta tarea es entender que Dios es Mente y que hay una sola Mente, una consciencia verdadera. Debido a la absoluta bondad de Dios, la Mente divina, sabemos que no hay lugar para el pecado en la consciencia divina. Entonces, al obedecer el primer mandamiento de tener un solo Dios, afirmamos el hecho de que tenemos una Mente, que está consciente únicamente del bien. Refutamos la creencia en una mente mala, lo opuesto a la única Mente.

Todo mal actúa por sugestión. Si la sugestión es aceptada en nuestra consciencia, entonces el mal encuentra su víctima y el resultado es pecado o un evidente mal comportamiento. Pero si desafiamos la sugestión en la puerta misma de la consciencia — la repudiamos sobre la base de la irrealidad del mal — podemos disipar inmediatamente la mala influencia. Al comprender la totalidad de Dios y la unicidad de la Mente divina, podemos proteger nuestro pensamiento y nuestra experiencia del efecto del mal. Aunque el mal se presente en forma agresiva y persistente, todavía podemos trabajar para rechazarlo, eliminarlo y establecer la presencia y el poder del bien en nuestro pensamiento. Esto es lo que sucede en la oración sincera cuando uno recurre a la gracia de Dios para contrarrestar la supuesta atracción del error.

La Biblia habla de la lucha que hay entre la carne y el Espíritu. Todos debemos hacer este esfuerzo para poder liberarnos del mal. La Ciencia Cristiana ha iluminado el camino de la oración eficaz, revelándonos la libertad del gobierno de Dios. Explica que toda causa es mental y que nuestra experiencia es la consecuencia de nuestra manera de pensar. La materia, por sí misma, no tiene inteligencia. Es completamente inerte. El cuerpo material, sin la consciencia, no tiene poder para actuar. Entonces nuestra consciencia es la llave para nuestra experiencia. Y esta Ciencia nos enseña que si cuidamos adecuadamente nuestra casa mental, tendremos cada vez más dominio sobre nuestra vida.

Y así vemos que el hecho de que hay un solo Dios, una Mente, es de gran utilidad y tiene aplicación práctica. Un incidente en la vida de un amigo mío muestra la necesidad de defenderse de la sugestión agresiva y afirmar y entender la verdad de que hay una Mente, un Dios. Había sanado del vicio del cigarro y no había vuelto a fumar durante veinte años. Pero un día, al pasar por un lugar donde vendían cigarros, sintió un fuerte deseo de comprar uno y fumar. No cedió a ese deseo. Pero le sucedió lo mismo cuando pasó nuevamente por ese lugar. Y pensó: “¿Qué es lo que hay detrás de este error?”

Sabía que los cigarros no tenían poder propio, ni cualidades deseables para tentarlo. Sabía también que este deseo no formaba parte de su naturaleza por ser la semejanza espiritual de Dios. Entonces comprendió que lo que había sentido era la influencia del mismo impulso impersonal pero falso que gobernaba a aquellos que compraban y vendían los cigarros. Acudió a la declaración de la Sra. Eddy: “El magnetismo animal, en sus pasos ascendentes de mal, seduce a su víctima con argumentos ocultos y silenciosos. Invirtiendo los modos del bien, con sus atracciones silenciosas hacia la salud y la santidad, impele a la mente mortal al error de pensamiento, y la tienta a perpetrar actos ajenos a las inclinaciones naturales”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 211; Ahora podía ver claramente qué era lo que lo inquietaba. Declaró firmemente que la falsa creencia no tenía poder para influirlo, engañarlo o atraerlo. Ésa fue la última vez que sintió deseos de comprar o fumar cigarros.

Esta lección se aplica a muchos aspectos de la vida. ¿Estamos aceptando las sugestiones del sensualismo? ¿Está la inmoralidad tomando lugar en nuestra consciencia? ¿Respondemos a pensamientos de odio, de prejuicio y egoísmo? ¿Nos dejamos influir erróneamente con respecto a probar las drogas y a usarlas? Cuando reconozcamos que estos argumentos son la influencia hipnótica de la voluntad propia, de la justificación propia de la mente mortal o pensamiento mortal, los rechazaremos como sugestiones agresivas, a pesar de lo persistentes que puedan parecer. Afirmaremos el hecho de que hay una sola Mente, una consciencia sin pecado, e identificaremos a esta Mente como la única Mente del hombre. De ese modo le quitamos al pecado toda mente, todo poder, y sentimos la gracia de Dios actuando en nuestra vida para protegernos de la esclavitud del pensamiento pecaminoso.

Es cierto que el pecado es combatido y destruido por la gracia de Dios. La Biblia dice que nos salvamos por medio de la gracia. Pero ésta no es un poder misterioso o un don gratuito de Dios. La gracia es el efecto de comprender el carácter y el poder de Dios. Dios es el único poder, la inteligencia divina que gobierna al hombre. El estudiante sincero de la ley de Dios siente de manera natural la gracia de Dios que le capacita para estar libre de las creencias y prácticas del mal. Esta influencia divina le da fortaleza espiritual para resistir el mal, para vencer cualquier pretensión hipnótica y sentir la presencia del Cristo.

Nunca tenemos por qué someternos al concepto teológico equivocado de que el hombre es un pecador miserable. Ésta es una perspectiva mortal y material del hombre, es la sugestión artera de que el hombre viene del polvo, que es un ente biológico. Esta teoría no describe al hombre como el hijo de Dios, el linaje del Espíritu, compuesto de todas las cualidades de Dios. La Biblia declara que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. La Ciencia Cristiana nos llama para que nos identifiquemos debidamente con este concepto exacto del hombre — y nuestro entendimiento de la relación científica del hombre verdadero con Dios nos permite hacerlo. Esta unidad con Dios, cuando es entendida, nos permite demostrar que estamos libres del pecado.

Al hablar con uno de los primeros trabajadores del movimiento de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy sustancialmente dijo: “Lo primero que hago en la mañana al despertarme es declarar que no tendré otra mente delante de la Mente divina, y estar plenamente consciente de ello y adherirme a esto durante todo el día; entonces el mal no puede tocarme”.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1979), pág. 173;

Considerando el materialismo general de nuestros días y el miasma de la justificación propia, podemos tomar medidas para privar al error, el mal, de toda pretensión de que tiene mente. Estando alerta a la forma en que el error puede aparecer ante nosotros, podemos negarle la entrada en nuestra consciencia. En lugar de aceptar la manera de pensar de otros, o de reaccionar ante las sugestiones mundanas, podemos ver que el Espíritu, la inteligencia divina, es la Mente del hombre, nuestra Mente. El Espíritu es la única presencia, el único poder, la única inteligencia que gobierna al hombre. Es la actividad del Cristo, la verdadera idea de Dios, que disipa el mesmerismo del mal.

Cada uno puede darse cuenta de esto en la medida de su comprensión de Dios. Podemos negar la creencia en una mente material, sensual, y obedecer el mandamiento de tener un Dios, una Mente, el Espíritu infinito. Entonces la gracia de Dios se hace más evidente. Crecer en gracia es un concepto que se desarrolla magníficamente. Ser leal al estudio y a la oración nos llevará a una mayor purificación de nuestra consciencia y a un dominio creciente sobre lo que sucede en nuestra vida. La Biblia, alentadoramente, nos asegura: “Bástate mi gracia”. 2 Cor. 12:9.

Con esta fidelidad de propósito veremos la confirmación de que el pecado no es normal, que la inmoralidad no es la forma de actuar aceptada, y que no todos lo hacen. Así nos sentimos alentados para permanecer en la libertad que nos mantiene en armonía con Dios.

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