Durante muchos años de nuestro matrimonio mi esposo tuvo un severo problema de alcoholismo. Debido a esto, en nuestro hogar la discordia parecía ser la norma y la armonía la excepción. Después de pasar años enfrentando esta situación y viendo a mi esposo atormentado la mayor parte del tiempo, me di cuenta de que no tenía por qué vivir así, pues todos tenemos el derecho otorgado por Dios de vivir en paz.
Como activa Científica Cristiana, me había esforzado sinceramente por ver que la identidad verdadera de mi esposo era el hombre perfecto de la creación de Dios. Muchas veces habíamos pedido la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana, y esto evitó que la situación se hiciera intolerable. Yo sabía que había gran bondad y amor en la verdadera identidad de mi esposo, aunque, aparentemente, esas cualidades estaban ocultas por este error.
Un día, me dijo mi esposo que quería dejar este vicio pero que no había podido. Tuvo la certeza de que un familiar cercano, que había tomado instrucción en clase Primaria en la Ciencia Cristiana, estaría dispuesto a ayudarlo. Se comunicó con ella, y su oración obtuvo resultados inmediatos. Su despertar a su verdadera naturaleza como hombre espiritual fue maravilloso, y agradezco a Dios que pude ser testigo de ello. Esta curación del vicio a las bebidas alcohólicas trajo paz a nuestro hogar por primera vez en nuestro matrimonio. Además, mi esposo sanó de alta presión y de otras limitaciones físicas. Esta liberación se produjo en poco tiempo y era una alegría estar con él. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice (pág. 307): “La Mente divina es el Alma del hombre y le da al hombre dominio sobre todas las cosas. El hombre no fue creado desde una base material, ni obligado a obedecer leyes materiales que el Espíritu nunca hizo; él está bajo la jurisdicción de estatutos espirituales, las leyes superiores de la Mente”.
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