Astrid volvió de la escuela bastante disgustada por el mal comportamiento de dos alumnos nuevos, Evelina y Esteban, que no hacían más que perturbar durante toda la clase. Nadie quería jugar con ellos porque se portaban muy mal.
La maestra había tratado de disciplinar a Evelina y a Esteban, pero ellos no obedecían y molestaban a todos.
Astrid había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que la desobediencia era una burda mentira acerca del hijo de Dios. Todos los hijos de Dios son felices y buenos.
Astrid y su mamá decidieron ir a la casa de Evelina y Esteban. Estaba situada en el barrio más podre de la ciudad. En la casa, bastante apretadas por la falta de espacio, vivían siete personas. La mamá de los niños se sorprendió al verlas. Pero cuando Astrid invitó a los dos niños a ir con ella a la Escuela Dominical, la mamá aceptó de muy buen grado dejarlos ir. Ella llegaba muchas veces tarde a la casa, y sus manos percudidas delataban cuán duro trabajaba para ganar lo necesario para alimentar a sus hijos. Les comentó que no podía encontrar un sitio mejor para vivir a pesar de estarlo intentando. Todas las cosas parecían aún más difíciles porque en la casa no había un papá.
Desde ese día, Astrid y su mamá pasaban a buscar a los dos niños todos los domingos. A Evelina y a Esteban les gustaba ir a la Escuela Dominical. Encontraban allí amistad, orden y seguridad. También escucharon cantos llenos de alegría y les hablaron acerca de Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que amó y sanó tanto a niños como a grandes. Por primera vez sintieron, aunque tenuemente, cómo era un hogar en donde está Dios.
Aprendieron que Dios es el Padre de todos, quien ama y cuida a todos Sus hijos. Y cuando comprendieron que su Padre celestial está siempre presente y que ellos podían dirigirse a Él en oración, sus ojos comenzaron a brillar y se olvidaron por completo de ser desobedientes. Trabajaban haciendo todo lo que era correcto y eso los hacía sentir felices. También comenzaron a estudiar para sus clases de la escuela y a tener amigos. La mamá y la abuela de los niños estaban muy contentas con el cambio que notaron en ellos, y empezaron a concurrir a los oficios de la iglesia y a leer el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy. Al cabo de muy poco tiempo, la mamá de los niños, muy contenta, comentó que había encontrado una casa donde toda la familia iba a estar cómoda, un lugar realmente agradable para vivir y en un lindo barrio de la ciudad. ¡Cómo habían cambiado las cosas! Dios tiene un hogar para todos, un lugar seguro, lleno de amor y de todo bien.
La Sra. Eddy escribe en Escritos Misceláneos: “Dios es nuestro Padre y nuestra Madre, nuestro Ministro y el gran Médico: Él es el único pariente verdadero del hombre en la tierra y en el cielo”.Esc. Mis., pág. 151.