Astrid volvió de la escuela bastante disgustada por el mal comportamiento de dos alumnos nuevos, Evelina y Esteban, que no hacían más que perturbar durante toda la clase. Nadie quería jugar con ellos porque se portaban muy mal.
La maestra había tratado de disciplinar a Evelina y a Esteban, pero ellos no obedecían y molestaban a todos.
Astrid había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que la desobediencia era una burda mentira acerca del hijo de Dios. Todos los hijos de Dios son felices y buenos.