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La vista, el oído y el espiritismo

Del número de junio de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La capacidad de ver y oír con claridad es una meta asequible a todos aquellos que buscan curación. Igualmente asequible es la preservación de la visión clara y del oído agudo. Pero el alcanzar estos objetivos no tiene nada que ver con ninguna faceta del espiritismo.

A menos que nuestros esfuerzos se basen en la oración científica, la verdadera curación no puede obtenerse. Si estamos meramente tratando de aumentar la capacidad de un par de oídos para oír o de un par de ojos para mirar, no nos estamos enfrentando científicamente con la discordancia. Estaríamos limitados a los caprichos de la mente mortal para extender sus creencias. Un mejoramiento en base de una creencia de la mente mortal que ocurra un cierto día no nos garantizará de que no se empeorará al día siguiente. La creencia nunca es fija. A la luz de la Verdad vemos que fluctúa constantemente.

La materia ni ve ni oye. La mente mortal — una supuesta mente independiente de Dios — le atribuye a la materia la facultad de ver y oír. Los mortales aceptan este concepto del mismo modo que un niño podría asumir que la voz de un ventrílocuo se origina en el muñeco del ventrílocuo. Pese a cuán seguros podamos estar de que los órganos materiales ven la materia u oyen el sonido, el hecho es que la visión y el oído verdaderos son enteramente espirituales. Tienen su origen en el Espíritu, el Alma, y son los sentidos espirituales nítidos del hombre. Ni la vida ni la sensación pertenecen realmente a la materia; la apariencia de que es así es sólo la objetivación de la creencia mortal. Todos podemos ejercitar el sentido espiritual, mas no meramente como mortales. Este sentido puro se ejercita en la medida en que nos despojamos de la mortalidad.

El hombre sí, ve. Sí, oye. Mas esta capacidad no existe independientemente de Dios. Es una actividad de expresión, de reflejo. Debido a que el Espíritu es la única fuente de la existencia del hombre — de toda su identidad — cada faceta del ser representa entonces la naturaleza de Dios. Dios lo ve todo, lo oye todo. El hombre representa esta verdad; él es, en realidad, la prueba de que la facultad de ver y de oír proviene del Espíritu — solamente del Espíritu. Si la materia pudiera producir la visión y el oído, entonces el Espíritu no lo sería Todo.

En el análisis final, las dificultades con la visión y el oído son esencialmente esfuerzos de la mente mortal para desacreditar al Espíritu — para reclamar como procedente de sí misma lo que solamente el Espíritu provee. Cuando ponemos en la balanza nuestro peso del lado de las pretensiones de la materia, ya sea consciente o inconscientemente, puede que encontremos que los sentidos corporales disminuyen o se embotan de alguna manera. Mas a medida que nos identificamos totalmente con el Espíritu, a medida que reconocemos y comprendemos que el hombre es la idea espiritual de Dios, encontramos que las restricciones de los sentidos materiales desaparecen. Este regular, constante y hasta insistente proceso de identificación es esencial para la transformación de la consciencia de una base material a la base espiritual. Es un proceso esencial para ir reconociendo cada vez más que nuestros sentidos no son corporales — que no están en un cuerpo. Incluyen en sí mismos atributos espirituales — claridad, perspicacia, discernimiento, comprensión. Y el hombre los expresa.

A sus discípulos, que estaban ganando cierto grado de espiritualidad, Cristo Jesús les dijo: “Bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen”. Mateo 13:16; Mas en otra oportunidad les dijo: “¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís?” Marcos 8:18; Cada uno de nosotros tiene diariamente la oportunidad de incrementar la clase de discípulado acreedora a la bendición de Jesús, y de este modo mejorar nuestra visión y entendimiento espirituales. De igual manera tenemos diariamente la obligación de desechar del pensamiento aquellos elementos que merecieron su reprimenda — elementos tales como la duda, la obstinación, la falta de amor, etc., que pueden cegar o ensordecer nuestra capacidad para expresar el sentido espiritual.

Las facultades de la vista y del oído son enteramente espirituales. Proceden del Espíritu divino. ¿Qué tiene entonces que ver el espiritismo con la discusión sobre curación de la vista y de problemas de sordera? Cuando quiera que facetas de la mente mortal — sus fluctuantes y erróneas creencias — interfieran con la salud y el bienestar normal, se deben tomar pasos específicos para negar y destruir esas creencias.

Ciencia y Salud por la Sra. Eddy muestra cómo las teorías del espiritismo se apoyan sobre una base equivocada. Este libro disputa, por ejemplo, el argumento de que hay médiums y muestra la imposibilidad de que un médium sirva como puente de comunicación entre los vivos y los muertos. Pero la Ciencia Cristiana va mucho más al fondo de esta leve teoría en su disputa del espiritismo. Niega el concepto total, todas las implicaciones inherentes a la creencia en un médium — aun la creencia de que la corporalidad o una personalidad mortal pueda servir como intermediario en la enfermedad.

En un sermón titulado La Curación Cristiana, nuestra perspicaz Guía, la Sra. Eddy, rechaza no solamente el concepto común acerca de un médium, sino que niega otras implicaciones involucradas en este concepto. Dice: “El hombre cree que él es un médium de la enfermedad; que cuando está enfermo, la enfermedad gobierna su cuerpo y produce todas las manifestaciones que vemos”.La Curación Cristiana, pág. 6; La Ciencia pone en claro el hecho de que el hombre jamás puede ser un medio por el cual la discordancia se manifieste. Él es la expresión perfecta de la Mente divina. La salud y la sanidad son la esencia de su ser porque Dios lo es Todo, y la verdadera substancia de su ser está arraigada en la perfección.

Cuando surgen discordancias de alguna clase determinada — incluso las que se relacionan con la vista y el oído — nos volvemos a Dios, el Espíritu, y afirmamos, con convicción procedente del entendimiento, la verdad de que estas facultades son totalmente espirituales. Y negamos la creencia fundamental de que la materia pueda ser el “médium” para el funcionamiento de la visión y el oído. Tal creencia no solamente entorpece la visión y el oído verdaderos, sino que también coloca a estos sentidos sobre una base inestable y frágil.

Los sentidos corporales, que siempre se basan en la materia, no están al servicio de la Mente, Dios. Solamente el sentido espiritual le permite al hombre realmente ver y oír. Los sentidos corporales, como extensión que son de la mente mortal, son ficticios. Refiriéndose a estos sentidos, la Sra. Eddy escribe: “La Ciencia Cristiana demuestra que son falsos, porque la materia no tiene sensación, y ninguna construcción orgánica puede darle oído y vista, ni hacerla el medio de la Mente”.Ciencia y Salud, pág. 489. Cuando se refutan los argumentos subyacientes de los sentidos corporales — cuando se niega específicamente que ellos son “el medio de la Mente”— y cuando las teorías a favor del argumento de que hay médiums son eficazmente enfrentadas, estamos en tierra mucho más firme para experimentar el sentido espiritual puro.

La comprensión de que las facultades de la Mente nunca sufren interferencia, que son por siempre perfectas, nos libera del sentido corporal que abrigamos acerca de las facultades y nos capacita para ver y oír más claramente. Y, más importante aún, nos revela más de la naturaleza intachable del hombre como hijo puro de Dios.

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