Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La familia y la civilización

Del número de junio de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Se ha considerado usted, alguna vez, un constructor de la civilización? La historia del mañana no se ha escrito aún; pero lo que esta historia diga de nuestros tiempos, ya sea que la civilización avanzó o declinó, depende de nosotros.

Hoy en día, el papel de la familia puede ser particularmente significativo. Si bien históricamente ha habido casos en que el matrimonio ha sido pasado por alto, la familia común y corriente de madre, padre e hijos se beneficia, gracias a la ley cristiana con su estipulación moral para el matrimonio. Mientras continúe viniendo la progenie debido a la relación de dos individuos, la relación familiar legítima es importante en la construcción de una civilización. Por supuesto, si la familia ha de cumplir con este propósito, tiene que ser una familia que esté firmemente establecida, sin menoscabo, y con todos los miembros de la familia edificándose el uno al otro, no destruyéndose mutuamente.

Ya sea que uno viva o no dentro de la estructura de una familia común de padres e hijos, su actitud y sus oraciones en cuanto a la armonía y progreso de la familia son de vital importancia. Para hacer de la familia una piedra edificadora en la estructura de la civilización, tenemos que empezar con la más elevada y circundante visión de familia — la visión espiritual. También, tenemos que estar dispuestos a trabajar en bien de una relación más pura de familia dondequiera que estemos.

¿Y cuál es la visión espiritual de familia? ¿No es aquella de la paternidad y maternidad de Dios, “de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra”? Efes. 3:15;

Un artículo periodístico reciente, titulado: “La familia — viva y respingando”, observa: “Sólo el 13 por ciento de la población vive fuera del lazo familiar — sacerdotes y monjas, los que viven en casas de huéspedes y en comunas, los ancianos sin cónyuge y los jóvenes adultos que viven solos”.Chicago Tribune, 24 de julio de 1979;

La gran mayoría, entonces, al menos en los Estados Unidos, viven dentro del “lazo familiar”. Por muy alentador que eso pueda parecer a una nación muy familiarizada con el grito de desesperación de que la familia se ha roto, casi todos tienen la experiencia directa de que el “lazo familiar” merece no sólo purificarse, sino fortalecerse.

Un punto de vista más espiritual de eso que nos une es necesario. Uno podría decir que la percepción más clara de tal lazo ha sido manifestada en la tierra mediante las inspiradas palabras que Pablo dirigió a los romanos concernientes a la iglesia cristiana: “Nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. Rom. 12:5;

Así, también, todos los miembros de la familia pueden aprender a ser “miembros los unos de los otros”, ya sea que formen parte de una familia por matrimonio o de una familia por cuestiones de negocios, o la familia de la comunidad, o de toda la familia humana.

Es esencial para practicar la unidad dentro de la familia humana, en cualesquiera de sus manifestaciones, adquirir una comprensión espiritual del hombre como idea de Dios. La Sra. Eddy escribe: “El hombre, como la idea o imagen y semejanza del Dios infinito, es una idea o semejanza compuesta y compleja del único infinito, o infinito único, cuya imagen es el reflejo de todo lo que es real y eterno en identidad infinita”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 239;

Si bien la familia común y corriente de padre, madre e hijos necesita primordial atención, la devoción a ella no es incompatible con la devoción a otras fuera de ella, incluso grupos de personas a los que se les considera como una familia. Estos intereses, bien cumplidos, pueden beneficiar tanto al individuo como a sus “familias”.

El reconocer nuestro lazo verdadero de unidad con cada uno y proceder de la manera compasiva y útil que se asocia con las relaciones y responsabilidades de la familia, es una respuesta al narcisismo egoísta que tanto caracterizó a la década de los setenta.

Las demostraciones de nuestra unidad espiritual es posible que tengan inferencias variantes para el lazo familiar. Es interesante que la amada declaración bíblica: “Dios hace habitar en familia a los desamparados” sea seguida en el mismo versículo por: “saca a los cautivos”. Salmo 68:6;

Es posible que haya ocasiones en que la permanencia de un miembro dentro del lazo familiar no promueva la clase correcta de solidaridad familiar. Esto es a menudo ocasión de congoja, por cierto de desengaño — cuando se separan los cónyuges; cuando un padre ya no puede mantener a un hijo o a una hija sin comprometerse él mismo a respaldar un vicio o un acto criminal; cuando el dominio de los padres o los vínculos familiares o las tradiciones son tan rígidos, que un miembro de la familia se siente amenazado con perder su identidad, teniendo que actuar y expresarse en forma contraria a su manera de ser.

Es posible que se derramen lágrimas aun cuando se sale de un determinado lazo familiar, no para escapar de un cautiverio, sino para dar un paso de verdadero progreso. Ambos cambios en las relaciones humanas son bendecidos al obtenerse la visión espiritual y más amplia de la familia del hombre.

Esta visión más amplia, al mismo tiempo que purifica, también exige la acción de cultivar, cada día, la solidaridad familiar justamente donde estemos.

¿No está, acaso, al alcance de la buena voluntad de cada uno, ahora mismo, la oportunidad de apoyar los intereses y de compartir las responsabilidades de un miembro del grupo que consideramos nuestra familia? A medida que los intereses y responsabilidades se coligen, los objetivos que pudieron haber sido divergentes o hasta contrarios en sus propósitos, empezarán a realinearse y entrelazarse.

La cohesión resultante en una familia, biológica o de otra clase, no sólo sirve y ayuda a la humanidad a apuntalar a la civilización para que no decline, sino que también sirve a Dios.

Si bien es axiomático que servir a un solo Dios une más estrechamente a la humanidad, es igualmente verdadero que cuando nos unimos más íntimamente con afecto puro servimos mejor a nuestro Dios. “El cemento de una humanidad más elevada unirá todos los intereses en la única divinidad”,Ciencia y Salud, pág. 571. escribe nuestra Guía, la Sra. Eddy, en el libro de texto de la Ciencia Cristiana.

Para muchos, esta meta ha traído curación, capacitándolos a hacer los sacrificios requeridos para purificar y cultivar la solidaridad de la familia — cualquiera que sea el grupo familiar — aun antes de saborear la dulce recompensa de la unidad.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / junio de 1980

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.