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A la edad de ocho años, me caí sobre el pavimento y me rompí uno...

Del número de septiembre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A la edad de ocho años, me caí sobre el pavimento y me rompí uno de los dientes delanteros de la segunda dentición. Mi madre reaccionó con mucha calma frente a esa situación. Empujó el diente nuevamente a su lugar original, calmó mi temor y luego se comunicó con una practicista de la Ciencia Cristiana.

Al cabo de unos meses el diente se puso negro, a pesar de que estaba nuevamente firme en su lugar. Durante una de las visitas de rutina para que me limpiaran los dientes, el dentista tomó una radiografía de ese diente. Su diagnóstico fue que la raiz estaba muerta y que sería necesario extraer el nervio del diente dentro de los próximos seis meses. Mi madre agradeció su consejo, pero le dijo que se ocuparía del asunto por medio del tratamiento de la Ciencia Cristiana.

Mi madre le comunicó a la practicista el veredicto del dentista, y se decidió que continuaríamos orando por la curación. Gradualmente, el diente comenzó a aclararse hasta que llegó a su color normal y en mi siguiente visita, el dentista quedó muy sorprendido. Me tomó nuevas radiografías y vio que el diente había recobrado por completo su vitalidad. También dijo que nunca había visto un trabajo de esa naturaleza hecho en forma tan competente. En cada una de las visitas que hice a partir de ese momento, el dentista me tomaba una radiografía del diente para examinar el estado en que se encontraba y siempre se mantuvo en buen estado.

Años más tarde, este dentista se jubiló, y fui a ver a otro, quien hizo un comentario sobre el historial, poco común, que demostraban las radiografías en los archivos que referían mi caso. Me preguntó si se había hecho la extracción del nervio; le contesté que no, que el diente había sanado en forma natural. Él respondió que yo había tenido “mucha suerte”, pues él creía que las posibilidades de que se corrigiera una condición como ésta en forma tan perfecta eran de una en un millón. Le expliqué que no se trataba de suerte o casualidad obrando a mi favor, sino que la curación del diente se había efectuado mediante la Ciencia Cristiana. No pareció interesarle esta explicación, y estaba tan sorprendido que continuaba tomándome radiografías en cada visita. Más tarde, su asistente y yo tuvimos una interesante conversación sobre Ciencia Cristiana, y ella sintió que deseaba leer Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.

Estoy muy agradecida por haber comprobado que Dios protege y sostiene a Sus hijos continuamente. No hay reversión en el trabajo de curación que se hace mediante esta Ciencia, y este hecho ha sido evidente a lo largo de mi vida.


Tengo sumo placer en confirmar el testimonio de mi hija. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud (pág. 151): “La Mente divina que creó al hombre, mantiene Su propia imagen y semejanza”. Ha sido un gozo haber visto esta ley en acción en la vida de Marcia.

Estoy profundamente agradecida por todas las curaciones que ha habido en mi familia mediante la Ciencia Cristiana a través de los años y por la creciente percepción del bien omnipresente.


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