El verdadero gobierno propio es inalienable; no se puede renunciar a él. La Sra. Eddy escribe: “Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales se encuentran el gobierno propio, la razón y la conciencia. En realidad el hombre goza de gobierno propio sólo cuando es dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos”.Ciencia y Salud, pág. 106; Es importante saber lo que este derecho de gobierno propio, otorgado por Dios, realmente significa y cómo podemos ejercerlo a fin de disfrutar de nuestra herencia divina de libertad, salud y armonía.
Generalmente, a los seres humanos les agrada creer que poseen una mente, ego y voluntad personales; que piensan y actúan independientemente de toda autoridad exterior. Pero éste no es el verdadero gobierno propio. En realidad, sólo existe una Mente, un Ego, una voluntad, una fuente de acción, una inteligencia que gobierna, a saber, Dios. El hombre, la imagen espiritual de Dios, refleja Su gobierno y, por consiguiente, se gobierna a sí mismo. El hombre siempre está consciente de que Dios lo gobierna. Nuestro reconocimiento de esta realidad eterna nos capacita para demostrar la libertad y realización inherentes al gobierno propio.
Cristo Jesús ejemplificó la verdad de que el gobierno propio es reflejo del gobierno de Dios. Declaró: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Juan 5:17; Jesús trabajó para revelar a todos los hombres la relación que tienen con el Padre, el único Principio divino, que gobierna a todos con amor. La obra de su vida demostró que el estar conscientes del gobierno de Dios, pone en evidencia las capacidades ilimitadas para bien y nos da dominio sobre el pecado y el sufrimiento.
No sabiendo que Dios gobierna al hombre, tanto hombres como mujeres piensan que tienen dominio personal sobre su vida y que esto constituye el gobierno propio. Pero, en realidad, a menudo son gobernados por el temor, esclavizados por el egoísmo, encadenados por el pecado, u oprimidos por la tiranía de creencias médicas y limitación material — fases todas de ese supuesto adversario de la Mente divina, llamado mente mortal.
La enfermedad y el pecado evidencian una pérdida de gobierno propio, una falta de dominio propio, una ausencia de dominio. ¿Cómo puede, entonces, nuestro entendimiento del derecho inalienable del gobierno propio corregir enfermedades físicas o morales y traer a luz la salud radiante y la pureza innata de la identidad verdadera?
En los casos de dolor físico, la materia parece estar gobernando. La mente mortal sugiere que el cuerpo es una entidad separada que actúa independientemente del pensamiento. Pero la Ciencia Cristiana demuestra que la mente mortal y el cuerpo son uno; que el cuerpo simplemente proyecta los temores conscientes o inconscientes, o las falsas creencias inculcadas en la mente mortal. Esta Ciencia corrige la dificultad física descubriendo la causa mental de la dificultad y reemplazándola con las verdades espirituales específicas acerca de Dios y el hombre.
Por ejemplo, el dolor físico que es resultado del temor es sanado a medida que comprendemos que Dios gobierna al hombre amorosamente y sin interrupción, que el hombre está libre del temor, la enfermedad y el dolor. La enfermedad aparentemente causada por el resentimiento o la amargura se sana cuando reconocemos que el hombre es gobernado por el Amor divino, y no por el odio; que la Mente infinita, el bien ilimitado, es la única causa real. Los efectos de accidentes son erradicados cuando percibimos que el hombre nunca puede experimentar algo que le es desconocido a la única Mente, que armoniosa e inequívocamente lo gobierna todo.
Cuando la consciencia humana abandona su creencia en la discordancia física y su temor a ella y recurre a los hechos espirituales de la perfección presente e inexpugnable del hombre, la curación se manifiesta. Al someternos al gobierno de la Mente inmortal, ejercemos el gobierno propio adecuado. Y nuestra recompensa es mucho más que la recuperación de la armonía física. Logramos además un renovado vigor mental y espiritual, pues la acción restauradora del Cristo, la Verdad, abraza y bendice a todo nuestro ser.
Refiriéndose a la esclavitud del pecado, el Apóstol Pablo advirtió: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedercerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” Rom. 6:16; ¿Qué verdades espirituales específicas necesitamos saber para mantener nuestro gobierno propio cuando nos enfrenta la tentación, o para recuperarlo si nos hemos sometido temporariamente al pecado, o para prestar ayuda a quien está luchando por liberarse de esta esclavitud?
Necesitamos afirmar nuestro derecho inalienable de gobierno propio y ejercerlo. Uno de los significados de “alienar” es enajenar, es decir, desposeer. ¿No es esto lo que el pecado pretende hacer — desposeernos de nuestro derecho de gobierno propio? Pero el gobierno propio no puede rendirse ni podemos ser despojados de él. El hombre no puede renunciar a la habilidad de gobernarse debidamente, como tampoco puede dejar de ser el reflejo de su Hacedor. Ejerciendo nuestro derecho inalienable de gobierno propio, podemos vencer la debilidad moral.
Además, hallamos la libertad de ser lo que somos, los hombres y las mujeres de la creación de Dios, satisfechos, perfectos, en paz con nosotros mismos y con los demás. A través de la disciplina del gobierno propio, descubrimos las cualidades cristianas que comprenden nuestra identidad genuina — la pureza, la inocencia, la santidad, integridad, sabiduría y amor. Desarrollando estas cualidades en nosotros, y expresándolas en nuestras actividades cotidianas, experimentamos el gozo de una vida abundante y llena de propósito.
Las teorías relacionadas con la enfermedad y las drogas, las predicciones astrológicas y las varias formas de ocultismo, quisieran infringir nuestro derecho otorgado por Dios, a la libertad y a la realización mediante el justo gobierno propio. Debemos, pues, estar constantemente alerta a tales intrusiones.
¿Cómo nos defenderemos contra las influencias mentales agresivas u ocultas? La Sra. Eddy escribe: “El hombre se gobierna a sí mismo debidamente y no debiera ser guiado por otra mente que la Verdad, la Mente divina”. Más adelante en el mismo pasaje ella agrega: “El Científico Cristiano está a solas con su propio ser y con la realidad de las cosas”.Message to The Mother Church for 1901, pág. 20. La realización de lo que significa estar a solas con nuestro propio ser proporciona una fuerte defensa contra las influencias nocivas, nos capacita para preservar nuestro precioso derecho de gobierno propio, y nos revela la inseparabilidad de Dios y Su idea espiritual, el hombre.
La oración mediante la cual estamos conscientes de nuestro verdadero ser — intacto e imperturbable ante las influencias del mal — no es aislamiento sino santa soledad. No nos separa del bien sino que nos aleja del mal. Ninguna sugestión mesmérica de temor, voluntad humana, superstición, malicia, o inmoralidad puede inmiscuirse o desposeernos de la habilidad de gobernar nuestro propio pensamiento cuando estamos conscientes de nuestra unidad con el Principio divino, el Amor.
El estar a solas con nuestro propio ser no implica soledad o falta de amistades, sino plenitud, integridad y felicidad. Dependemos absolutamente de Dios y somos completamente independientes de las falsas pretensiones de la identidad material. El estar a solas “con la realidad de las cosas” implica comprensión espiritual, receptividad a todo lo bueno y lo verdadero, siendo testigo sólo de la Verdad divina, la perfección, armonía, salud, santidad y gozo espiritual. A solas con la fuente divina de nuestro ser, nos damos cuenta de nuestra unidad con la inteligencia gobernante y creadora del universo. Reflejando esta inteligencia divina, nos gobernamos a nosotros mismos correctamente.
El ejercicio constante de nuestro derecho inalienable de gobierno propio nos libera de la opresión de toda índole y nos capacita para desarrollar nuestras capacidades otorgadas por Dios para ser buenos y hacer el bien.