En la Biblia podemos encontrar ayuda para resolver problemas matrimoniales cuando comprendemos la Biblia espiritualmente a la luz de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Esta ayuda la hallamos no sólo en versículos que específicamente se refieren al matrimonio y al divorcio, sino también en la numerosa evidencia bíblica de sobre cómo el poder espiritual transforma nuestra vida.
A veces la pregunta pareciera ser: ¿Qué es mejor, permanecer casado y vivir una vida miserable, o divorciarse? Felizmente, éstas no son las únicas alternativas. El razonamiento humano frecuentemente quisiera hacernos decidir entre dos opciones que no queremos — entre dos males — cuando en realidad siempre hay otra opción. En la Biblia, Elías, que estaba sumamente consciente del poder de Dios, ofrece un camino que siempre está a nuestra disposición y que puede transformar los sucesos: “Si Jehová es Dios, seguidle”. 1 Reyes 18:21;
Si optamos por seguir a Dios y dejamos que Él gobierne nuestra vida, estamos dejando que el Amor divino sea todo poder para nosotros. Entonces podemos amar más desinteresada y constantemente. Dios es Verdad. Si consideramos que la Verdad es todopoderosa, entonces las mentiras, el quebrantar los mandamientos y la ruptura de compromisos no tienen poder para gobernarnos. El Alma, Dios, ve que todo lo que Él ha hecho es bueno porque Él sólo hace la sustancia verdadera de la existencia. Al reconocer que el Alma es la fuente de la consciencia llegamos a estar vívidamente conscientes del bien que Dios ha creado. Podemos optar por una vida llena de Amor.
¿Qué podemos esperar del matrimonio?
El matrimonio es una oportunidad para ambos cónyuges de compartir felicidad y compleción; no es una relación de la cual obtenerlas. La unión de aquellas cualidades de fortaleza y afecto que constituyen nuestra compleción ya es nuestra porque somos los perfectos hijos de nuestro perfecto Padre-Madre Dios. Demostramos compleción, ya sea que estemos casados o no, al aceptar y practicar estas cualidades.
La promesa de amarse, honrarse y protegerse mutuamente es un requisito imperativo para crecer espiritualmente. Nuestro amor tiene, sencillamente, que llegar a ser más y más desinteresado. ¿Dónde sino en el matrimonio hay mayor demanda de bondad, ternura, paciencia, agradecimiento y lealtad — cualidades morales que abren el camino para el progreso espiritual? En un artículo intitulado: “El matrimonio”, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, habla de “una declaración de derechos” para los cónyuges y explica: “Los intereses y afectos mutuos son el espíritu de estos derechos, y debieran ser consultados y aumentados, y debiera permitírseles que se eleven a una altura espiritual desde la cual puedan escoger sólo el bien”.Escritos Misceláneos, pág. 289;
Las enseñanzas de Cristo Jesús, y la Ciencia Cristiana, indican que no hay matrimonio en el reino de los cielos, pero el Maestro y esta Ciencia también indican que la relación matrimonial es sagrada. El compromiso básico de ser honrados, justos, y de amar con fidelidad, es entre nosotros y Dios. La manera en que cumplimos nuestro compromiso para con Él se demuestra en la manera en que cumplimos nuestros mutuos compromisos matrimoniales. El matrimonio aporta satisfacción en la medida en que vemos en él un lugar en el cual expresar cualidades que glorifiquen a Dios.
¿Le ha pedido su cónyuge el divorcio?
Para el que está enfrentando este problema esto puede parecerle una aflictiva tempestad. Cuando Jesús calmó una tempestad preguntó a sus discípulos: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” Marcos 4:40; La fe en nuestro cónyuge puede que se haga añicos. La fe en nuestra manera de juzgar las cosas puede vacilar. Pero la fe que calma la tempestad es la fe en Dios, y siempre podemos tener esa fe.
Nadie mejor que Jesús supo lo que es sentirse rechazado; sin embargo, Jesús sirvió fielmente a Dios y tuvo plena fe en Él. Tener fe y ser fiel guarda estrecha relación. En la parábola del siervo inútil Jesús nos enseñó algo muy especial acerca de lo que tenemos que hacer para tener plena fe.
Según el Evangelio de San Lucas, inmediatamente después que Jesús describió a sus discípulos las grandes cosas que puede hacer una pizca de fe, les preguntó si ellos no esperarían que un siervo hiciera todo lo que se le pidiera hacer como parte de su trabajo sin dársele una recompensa especial. Entonces aclaró el punto: “Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”. Lucas 17:10;
Tal humildad desinteresada puede ser una meta inspiradora. Podemos silenciar el ruido del “mí, mío, yo”, y expresar el bien sin pensar que merecemos al menos una palmadita de aprecio en la espalda. Podemos hacer el bien, porque hacer el bien es lo que Dios exige que hagamos. Al obedecer a Dios, somos fieles y nuestra fe aumenta.
Toda buena acción que hacemos, todo acto de bondad, todo esfuerzo de superación, cuando el móvil es para hacernos sentir bien o para ser alabados por otros, nos hace vulnerables. El orgullo, y la inseguridad que pide alabanza, son tierra fértil para el rechazo. Por otra parte, toda buena acción que hacemos y todo acto de bondad, así como todo esfuerzo de superación que forma parte de nuestro justo y natural servicio a Dios, nos ayudan a colocarnos a salvo bajo Su cuidado. La humildad y la fidelidad son tierra fértil para el grano de mostaza de aquella fe que mueve montañas y calma tempestades.
¿Es la falta de agradecimiento, la infidelidad de nuestro cónyuge o los constantes altercados lo que nos hace creer que queremos lavarnos las manos de todo el asunto?
Pilato se lavó las manos, pero tenemos un ejemplo mejor para seguir. Poco antes de que Pilato se rehusara a aceptar la responsabilidad de la crucifixión de Jesús, el Maestro había lavado los pies de sus discípulos. Les dijo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”. Juan 13:14; Tierna y firmemente podemos lavar el concepto que abrigamos acerca de nuestro cónyuge como inseguro, inquieto o predispuesto a argumentar. Estas características de Adán están hechas de polvo — son irreales — jamás son parte del hombre o de la mujer.
¿Se ha enamorado usted de otra persona?
Enamorarse no es una fuerza irresistible. Siempre podemos renunciar a ella. Cuando contraemos matrimonio, nos comprometemos a rechazar la tentación de rebajarnos. Esto puede significar que haya momentos en que literalmente tengamos que colgar el teléfono, cruzar la calle, cerrar la puerta, mirar en otra dirección, hasta que lleguemos al punto de crecimiento espiritual donde ya no seremos tentados. La felicidad se halla en aprender más acerca de lo que es el amor verdadero — el amor que es desinteresado, estable, tan invariable como lo es Dios, quien es Amor; tan justo como Dios, quien es Amor; tan puro como Dios, quien es Amor; tan inmune a la tentación como lo está Dios, quien es Amor.
Cuando Jesús fue tentado tres veces, el diablo citó de la Biblia sólo cuando invitó a Jesús a arrojarse del pináculo del templo. Las sugestiones erróneas no pudieron — ni pueden — realmente empujar. Y Jesús desde mucho antes había confiado en el Antiguo Testamento como una guía de poder espiritual, de manera que enseguida pudo responder con otro pasaje bíblico: “No tentarás al Señor tu Dios”. Mateo 4:7. Ángeles — mensajes fortalecedores de Dios — vinieron a Jesús una vez que hubo resistido las tentaciones.
Si usted se ha divorciado, tal vez hayan varias teorías sobre quién o qué tuvo la culpa; pero en tanto que estemos tratando de culpar a alguien o a algo, no estamos hallando la solución para el presente. Y si la solución no se encuentra mediante el poder espiritual, es posible que volvamos a encontrarnos en situación similar. Aun cuando nuestra falta haya sido solamente la de permitirnos ser víctima, esto no es algo que desearemos repetir. Dios jamás hizo a una víctima o a un miserable pecador. Éstos son conceptos equivocados acerca del hombre, que pueden ser borrados mediante la acción del poder espiritual. La Biblia nos muestra cómo dar cada gran paso de reforma.
Optemos por Dios. Glorifiquémoslo. Sirvámoslo fielmente y con total fe. Lavémonos los pies los unos a los otros. Seamos tan inmunes a la tentación como lo es Dios. Dios ya nos ha dotado con estas fortalezas espirituales, y Dios no tiene opositores. El poder espiritual sí transforma la existencia humana, como la Biblia lo muestra un sinnúmero de veces. El poder espiritual está transformando la vida de usted y la mía, ahora mismo.
Hermanos míos, fortaleceos en el Señor,
y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios,
para que podáis estar firmes
contra las asechanzas del diablo...
Y tomad el yelmo de la salvación,
y la espada del Espíritu,
que es la palabra de Dios.
Efesios 6:10, 11, 17
