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El gobierno firmemente basado en la Mente

Del número de septiembre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los medios de comunicación nos informan de un mundo en el que los gobiernos y las economías parecen a menudo estar fuera de control — un mundo en desorden.

La Ciencia Cristiana niega la validez de este triste cuadro y declara la insustancialidad de lo que parece ser vida e inteligencia materiales, y proclama la totalidad de Dios, el bien. La Ciencia Cristiana revela el universo del Espíritu, en el que la Mente divina lo gobierna todo armoniosamente.

En la realidad del ser sólo hay una Mente que gobierna, y el hombre, la idea de esta Mente, refleja el dominio de Dios sobre toda la creación espiritual. Como la verdad de todas las cosas está incluida en la Mente que es Dios, al comprender nuestra propia unidad con la consciencia divina podemos obtener la verdadera percepción del universo y del hombre.

El rechazo radical de la evidencia de los sentidos físicos es esencial en la Ciencia de la Verdad, que demuestra la irrealidad de todo desorden y discordancia. En la única Mente no hay cabida para un universo material ni para la creencia en él. El único Ego es infinito y es Todo. Por lo tanto, no puede existir actividad alguna sin propósito u orden en la omnipresencia del Principio divino, el Amor. Una sociedad enferma no es más real que un mortal enfermo. La escena material es una deformación de la realidad, por más real que pueda parecer a los sentidos. Cuando el universo se percibe correctamente, su naturaleza espiritual y armoniosa se pone de manifiesto y percibimos que el orden divino — sin comienzo ni fin — está ya establecido bajo el gobierno de Dios. Éste es el único estado del ser.

Cuando reconocemos que una percepción material y discordante de la vida es una falsificación de la realidad, el temor es eliminado y obtenemos una visión más espiritual de la vida. Lo que percibimos como mundo no es algo ajeno a nosotros, sino una imagen en nuestra consciencia. Sin embargo, no hay en realidad dos mundos — uno espiritual y armonioso, el otro mortal y discordante — sino uno solo: el reino celestial que mora en la consciencia espiritual.

Cuando los fariseos preguntaron a Cristo Jesús cuándo habría de venir el reino de Dios, él replicó: “El reino de Dios no viene con manifestación exterior. Ni dirán: ¡Helo aquí! o: ¡Helo allí! porque he aquí que el reino de Dios dentro de vosotros está”. Lucas 17:20, 21 (según Versión Moderna); Este reino celestial no tiene fronteras, y su gobierno es divino. La Sra. Eddy comienza su definición de “cielo” con estas palabras en el Glosario de Ciencia y Salud: “La armonía; el reino del Espíritu; gobierno por el Principio divino”.Ciencia y Salud, pág. 587; El medio para alcanzar la armonía en nuestra vida humana es adquirir consciencia de la realidad mediante un entendimiento del Principio divino del ser. Este entendimiento nos eleva a visiones superiores, que armonizan mejor nuestra existencia actual con el orden y el gobierno divinos.

A veces un país pasa por la experiencia de un mal gobierno y la falta de dirección, y la sabiduría humana parece insuficiente. Ante este cuadro mortal, el Científico Cristiano tiene tanto la oportunidad como la responsabilidad de contribuir a la curación, negando la realidad de lo que los sentidos presentan y comprendiendo la presencia del universo del Espíritu, gobernado armoniosamente por la infalible inteligencia divina. Esta comprensión es la actividad dinámica del Cristo. Y podemos reconocer el poder del Cristo para sanar — para poner la situación humana bajo el control de la ley y el gobierno divinos. Esta oración trae curación e iluminación en maneras que acaso no habíamos imaginado. La Sra. Eddy señala con claridad nuestro deber de practicar la metafísica divina en su más amplia aplicación cuando dice: “El Científico Cristiano se ha alistado para aminorar el mal, la enfermedad y la muerte; y los vencerá comprendiendo su irrealidad y la totalidad de Dios, el bien”.ibid., pág. 450;

El cuadro material de un mundo en crisis no es más real que las pequeñas circunstancias irritantes de la vida que nos presentan los sentidos físicos, por ejemplo, las congestiones del tránsito. Sea cual fuere su escala, el caos — el desordenado estado de cosas en el que reina la casualidad — no tiene cabida en el universo de la Mente. La creencia de que la tiene pertenece a la noción de que Dios, el Principio rector, está ausente de Su universo, y esta noción quebranta el primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éx. 20:3; Sólo la Mente dirige, gobierna y controla.

Se ha dicho que el talento más valioso en los asuntos humanos es la capacidad para juzgar rectamente y elegir sabiamente entre varios puntos de vista. Una decisión errónea, en asuntos de gobierno o en la vida privada, causa discordia y confusión. Pero como Dios es la única Mente y el hombre es Su idea espiritual, no hay realmente decisiones erróneas. El juicio de la Mente divina en todos los aspectos de su universo es infalible y excluye todo elemento de conjetura o incertidumbre. Y al cambiar la creencia en la casualidad por la verdad del gobierno infalible e inteligente de la Mente sobre toda la creación, dejamos que el poder del Principio opere en las decisiones y los actos humanos.

A veces la corriente de noticias diarias pretende abrumarnos con presentimientos y un sentimiento de impotencia. Por eso, cuando nos despertamos por la mañana — antes que las sugestiones de la mente mortal puedan invadirnos — es muy útil comprender nuestra completa inmunidad ante la creencia de que el hombre posee una vida o una mente separadas de Dios, la única Vida y Mente, y afirmar que el Principio que gobierna al universo no incluye ninguna ley de incertidumbre ni ejerce una jurisdicción casual, pues toda autoridad reposa firmemente en la Mente. Recurriendo de esa manera a la única Mente omnipresente y declarando que ella es nuestra Mente y consciencia, y que es la verdadera Mente de todos, nuestro día y el del mundo entero es inmensamente bendecido. El escritor hebreo nos da esta certeza: “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. Prov. 3:6;

La escena humana nos presenta una amplia gama de orden y desorden. Por un lado, un gran bien — la búsqueda de medios para mejorar la calidad de la vida y el deseo de obtener valores más espirituales. Por el otro, un intenso materialismo, el temor y la falta de propósitos y orientación. El mundo necesita nuestra comprensión y compasión. Necesita que apoyemos solícitamente a aquellos en quienes recae la responsabilidad de llevar adelante las metas de un gobierno justo, de mantener la ley y el orden y mejorar el bienestar de la humanidad. ¿Cómo podemos dar este apoyo? Viendo el mundo desde una perspectiva espiritual, mirando más allá del ilusorio universo material para contemplar el universo del Espíritu, en el que Dios es supremo y la materia y sus discordias son desconocidas. Ésta es la verdad que sana y libera.

La verdadera oración consiste en el profundo y consagrado reconocimiento de la totalidad y unicidad de Dios. Estas palabras de la Sra. Eddy ponen de relieve la gran necesidad que tiene el mundo de tal oración: “Oro diariamente por la pacificación de todas las dificultades nacionales, por la hermandad del hombre, por el fin de la idolatría y la infidelidad y por el desarrollo y el establecimiento de la religión cristiana, el cristianismo de Cristo”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 220.

¿Qué mayor contribución podemos hacer para solucionar los problemas mundiales que reconocer el universo espiritual y omnipresente de Dios, armoniosa y divinamente gobernado?

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