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La Ciencia Cristiana llegó a mi vida por primera vez cuando mi...

Del número de septiembre de 1980 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana llegó a mi vida por primera vez cuando mi madre sanó de cáncer intestinal. Esta curación causó tal impacto en nuestra familia de siete personas que todos empezamos a asistir a la Iglesia de Cristo, Científico.

Poco después de haberme hecho miembro de una iglesia filial, tuve la oportunidad de probar lo práctica que es esta Ciencia. Tontamente sostuve un cohete en la mano después de encender la mecha, en vez de colocarlo en el suelo. Las dos manos sufrieron quemaduras serias, y el dolor era intenso, así es que pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana. Gradualmente, el dolor desapareció. Pude manejar mi automóvil, rasurarme, y hacer muchas cosas que parecían imposibles de hacer. A las dos semanas ya se me había formado una piel nueva, y trabajaba en mi granja normalmente. Esta curación fue una bendición maravillosa, y un incentivo para el progreso espiritual.

En cierta época la granja progresaba continuamente cuando tuvimos dos inviernos muy malos — el segundo prácticamente destruyó todas mis legumbres. Había poco dinero de reserva porque había sido usado para abastecer y mejorar la granja. Estaba muy afligido, culpándome y lleno de conmiseración propia. Todo mi mundo parecía haberse desplomado. Sin embargo, mi fe fundamental y confianza en Dios seguían imperturbables.

Fui a Londres a ver a un practicista a quien había conocido unos años antes. Nunca olvidaré la manera afectuosa con que escuchó el relato de mis aflicciones. Luego me habló con firmeza, asegurándome que yo tenía toda la comprensión de la Ciencia Cristiana que necesitaba, y que ahora tenía que practicarla. Salí de esa oficina con la firme convicción de que, en realidad, soy el hombre a quien Dios creó. Este hombre no está a merced de las circunstancias materiales, sino que, como dice el primer capítulo de Génesis, tiene dominio sobre la tierra. La provisión del hombre no viene de la materia, sino del Padre amoroso que puede responder a toda necesidad.

Más o menos para este tiempo, un constructor quiso comprar mis tierras. El producto de la venta habría saldado mis deudas, y yo estaba seguro de que ésta era mi respuesta. Sin embargo, el permiso de planeamiento fue negado. Al principio me sentí decepcionado, pero había puesto mi confianza en el cuidado de Dios y estaba listo para seguir Su dirección.

Así empezó el período más maravilloso de mi vida. Día tras día se hacía evidente el cuidado de Dios, y las cosas mejoraban paso a paso. Mi banco me concedió un aumento en mi crédito, aunque eran tiempos de severa restricción gubernamental. Los vendedores de semillas y los abastecedores de otros suministros agrícolas me dijeron: “Sabemos que pagará — páguenos cuando pueda”. Yo había pedido un plantador a una firma, y cuando fui a decirles que no podía pagarlo, me dijeron que de todas maneras me llevara el plantador, lo utilizara, y pagara cuando recogiera las cosechas que había plantado con él. Fui pagando las deudas una por una. Mi deuda con el banco fue reduciéndose, y esa cosecha resultó ser la más maravillosa que jamás había tenido la granja. En un término de dos años la recuperación económica fue completa, y la granja quedó establecida sobre bases lucrativas.

Hubo muchas veces en las que una comprensión de la Ciencia Cristiana ayudó a vencer los efectos dañinos de insectos nocivos, tormentas y sequías. Aun cuando se perdieron algunas cosechas, la ley de Dios que todo lo ajusta estaba operando, porque siempre había compensación. El Himno 291 del Himnario de la Ciencia Cristiana, especialmente el segundo verso, fue una ayuda constante:

Que cual niño acepte yo
lo que a diario Tú me das,
y el mañana dejaré
en Tus manos, oh Señor.
¿Tengo algo que temer
si Tú velas por mi bien?

Muchos años más tarde vendí mis tierras por una cantidad muchas veces mayor de lo que yo habría recibido si las hubiera vendido al constructor en tiempos de mi gran necesidad. Pude jubilarme y cambiarme a otro distrito, en donde he disfrutado de servir activamente en mi iglesia filial.

Durante todos los años que he trabajado con tractores y maquinaria agrícola, he sido protegido maravillosamente. Lesiones y heridas leves han sido sanadas aplicando la Verdad en vez de tratamiento médico. Las relaciones humanas se han enriquecido, y situaciones discordantes se han corregido cuando el hombre ha sido visto como hijo de Dios. Mientras yo servía como Primer Lector en una iglesia filial, una vez perdí la voz el lunes anterior a la reunión de testimonios de los miércoles. Pero, con ayuda de un practicista, sané de la condición, de manera que pude participar en la reunión del miércoles sin dificultad alguna.

Nada puede llegar a nuestra vida si no es para bendecir. Estoy llegando a la comprensión de lo que dijo Pablo (Romanos 8:38, 39): “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Estoy agradecido por la bendición de la instrucción en clase de la Ciencia Cristiana, y por el compañerismo afectuoso que he encontrado por ser miembro de la iglesia.


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