Si delante de usted hubiesen dos puertas, una rotulada “vida” y la otra “muerte”, ¿por cuál escogería usted entrar?
“¡Si sólo fuera tan sencillo!”, podríamos argumentar. Quizás lo sea, si uno comprende los verdaderos hechos acerca de la vida y la muerte.
Moisés reconoció la capacidad que cada persona tiene para escoger por sí misma. Dijo: “... os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”. Deut. 30:19. ¿Hubiera el gran legislador hebreo dado a sus seguidores la oportunidad de escoger si esto no hubiera sido posible?
Para el materialista, la muerte es inevitable; para él, el cuerpo material, inerte y desintegrándose, corrobora su punto. Mas el que la muerte sea inevitable es un concepto que desafía el cristiano que recuerda las enseñanzas de Cristo Jesús: “El que guarda mi palabra, nunca verá muerte”. Juan 8:51. La resurrección de Jesús demostró que él no se estaba refiriendo a una futura salvación de la muerte, sino a la posibilidad presente de vencer a este enemigo.
Jesús presentaba al mundo hechos espirituales, mientras que los materialistas de su época buscaban, como buscan los de la nuestra, en la materia lo que les parecía ser realidad. Existe una inevitable contradicción. ¿Qué es real, la vida o la muerte? Aquí interviene la Ciencia Cristiana y enseña, en las palabras de la Sra. Eddy: “A Dios únicamente pertenecen las realidades irrefutables del ser. La muerte es una contradicción de la Vida, o Dios; por tanto no está de acuerdo con Su ley, sino que es antagónica a ella”.La Unidad del Bien, pág. 38.
Dios es Vida, y las realidades de la Vida contradicen la ilusión de la muerte. La Biblia registra incidentes de resucitación de la muerte. Jesús venció esta ilusión muchas veces. Le devolvió la vida al sirviente del centurión, que se estaba muriendo; resucitó a la hija de Jairo y al hijo de la viuda, así como a Lázaro, quien hacía ya cuatro días que estaba en el sepulcro. Su triunfo final sobre la muerte fue su propia resurrección.
Si la muerte fuera un hecho inevitable de la existencia, ni siquiera Jesús hubiera podido desafiarla.
Considerada a la luz del cristianismo científico, la respuesta a la pregunta, “¿qué es lo real, la vida o la muerte?” debe ser entonces que lo es la vida espiritual. Y si la vida que es de Dios es real, su opuesto — la muerte — tiene que ser irreal, una ilusión. Si uno puede aceptar esta verdad acerca de la vida imperecedera, entonces es capaz de escoger entre la vida y la muerte. Escoger la vida espiritual tiene mucho que ver con entender la realidad.
La vida espiritual es activa, vital. Refleja la Vida divina. La tal llamada vida material es una falsificación de la actividad y vitalidad que constituyen el ser verdadero del hombre. Por lo tanto, escoger la espiritualidad es escoger la vida, ya que el ser espiritual no más podría desintegrarse en la muerte de lo que podría Dios ser destruido.
A menos que uno reconozca la naturaleza totalmente inmaterial de la Vida, uno puede confundir el vivir en la materia, o materia viviente, con la realidad. Mas el Espíritu y la materia realmente nunca se mezclan, y en el Espíritu no existe la muerte. El fenómeno de la muerte existe solamente en el concepto material de la vida que parece terminar en el olvido. Este falso punto de vista no tiene nada que ver con la vida verdadera, la cual no es un estado de existencia que se obtiene después de la muerte del cuerpo material, sino que expresa la Vida que es Dios.
Un punto de vista teológico equivocado dice que la vida perfecta, espiritual, espera a los mortales en alguna época futura y en algún lugar en el espacio. La Ciencia Cristiana enseña que en realidad la única Vida que existe es divina y, por lo tanto, esta Vida es reflejada aquí mismo, ahora mismo. Los problemas de la humanidad radican en la lente de la materialidad, a través de la cual ésta contempla la existencia. Quítese la lente de la materia, y la realidad espiritual aparece. Cuando uno comprende este hecho, se hace más fácil escoger la vida en toda circunstancia.
El pecado es un falso estado mental que conduce a la muerte. Cada vez que uno rechaza un pecado, escoge la vida espiritual. El escoger el bien en lugar del mal, en todos los casos, es escoger la vida y no la muerte.
Sobrevivimos a la creencia en la muerte. La Sra. Eddy dice: “En la ilusión de la muerte, los mortales se despiertan al conocimiento de dos verdades: 1° que no están muertos; 2° que sólo han pasado por los umbrales de una nueva creencia”.Ciencia y Salud, pág. 251. Este estado de existencia que continúa después de la muerte es un período probatorio en donde uno continúa enfrentándose con el concepto irreal de que hay vida en la materia. No es una experiencia de reencarnación, un regreso a la vida material en alguna otra forma, o como alguna otra persona. Es una continuación del propio ser actual, un estado sucesivo, en el cual uno finalmente tiene que desechar la falsa creencia que dice que podemos ser separados de Dios, quien es la Vida.
La meta es el despertar espiritual, y este despertar culmina en la ascensión, como fue la experiencia de Jesús. La ascensión ocurre cuando uno ya no ve más la materia o el pensamiento mortal como realidad, sino que comprende cabalmente que el hombre nunca fue ni más ni menos que la vital, activa expresión del Espíritu, Dios.
Cada vez que uno declara y practica la verdad acerca de la Vida, escoge la vida. Cada vez que uno rehusa pecar, atemorizarse o sufrir por la pérdida de alguien, rechaza la muerte.
Moisés prometió una bendición a todos los que escogieran la vida. La Sra. Eddy se refiere a la bendición que resulta de abrigar un sentido espiritual de la Vida que es Dios: “La dulce y sagrada sensación de unidad permanente del hombre con su Hacedor puede iluminar nuestro ser actual con una presencia y un poder continuos del bien, abriendo de par en par la puerta que conduce de la muerte a la Vida; y cuando esta Vida aparezca 'seremos semejantes a El' e iremos al Padre, no por medio de la muerte sino por medio de la Vida; no por medio del error, sino por medio de la Verdad”.La Unidad del Bien, pág. 41.
Ciertamente que se puede escoger la vida y todos pueden hacerlo a diario, hasta momento a momento. Aferrarse e la comprensión de la unidad del hombre con la Vida, y negarle realidad a aquello que no procede de la Vida, hace inevitable el vivir, no el morir.