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Nuestra familia supo acerca de la Ciencia Cristiana a través de una...

Del número de noviembre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestra familia supo acerca de la Ciencia Cristiana a través de una amistad de mi esposa. Poco después, mi esposa me dejaba algún ejemplar del Christian Science Sentinel abierto en determinado artículo para que yo lo leyera. Supuse que estos artículos eran escogidos cuidadosamente para que fueran de mi agrado. Sin embargo, a medida que me interesaba en las sencillas verdades afirmadas en estas publicaciones periódicas acerca de Dios y de la relación del hombre con Él, me di cuenta de que todas las contradicciones por las cuales no había podido aceptar otras religiones, no las encontré en esta Ciencia.

La verdadera idea del hombre como está expresada en “la declaración científica del ser” en el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, me ayudó a verme a mí mismo y a los demás como ideas de Dios y, por tanto, merecedores de Su amor. Una declaración especialmente significativa dice: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468).

El conocimiento de esto fue de gran valor en mi trabajo como supervisor de mantenimiento en una gran planta metalúrgica. Me capacitó para manejar los muchos problemas del personal que parecen inherentes a esa posición. Comprendí que al reconocer en el hombre la naturaleza semejante al Cristo, podía poner disciplina sin enojarme, reprender sin miedo cuando era necesario, y contribuir a aliviar las tensiones del personal.

Hace algunos años, un lunes por la mañana mientras estaba en una reunión del personal de mantenimiento, me di cuenta de que la “Oración Diaria” del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy (Art. VIII, Sec. 4) me venía continuamente al pensamiento, especialmente estas palabras: “... haz que el reino de la Verdad, la Vida y el Amor divinos se establezca en mí...” Empecé a considerar el verdadero significado de esta declaración mientras comenzaba la reunión. Sin embargo, muy pronto la reunión se convirtió en un griterío e insultos y parecía estar a punto de llegar a la violencia. Inmediatamente afirmé que la naturaleza verdadera del hombre reflejaba al Amor divino, y por lo tanto, era benigna y no hostil. También reconocí que, como hijos de Dios, en ese mismo lugar y en ese mismo instante, todos compartíamos la esperanza expresada en la parte final de la “Oración Diaria”: “¡y que Tu Palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y la gobierne!”

Inmediatamente la atmósfera en el salón cambió de tal manera, que después de la reunión, varios jefes de los distintos departamentos y supervisores vinieron a mi oficina a comentar que algo fuera de lo común había sucedido. Nunca volví a asistir a otra reunión en el trabajo sin antes haber orado, declarando específicamente que dondequiera que yo tuviere que ir y en cualquier circunstancia, Dios ya está allí.

La “Oración Diaria” ha sido un gran consuelo para mí. También, una comprensión más amplia de la parte correspondiente a la Clave de las Escrituras en Ciencia y Salud ha iluminado el significado espiritual de muchos pasajes bíblicos, permitiéndome leer y releer la Biblia y dándome, cada vez, una nueva comprensión.

Por las bendiciones diarias que ha recibido mi familia, por las curaciones de gripe, intoxicación por alimentos, dolores de oídos, el vicio del cigarrillo y del alcohol, problemas de relaciones humanas, depresión y el temor a ser incompetente, así como por el maravilloso sentido de alegría que ha caracterizado mis actividades en los últimos años, le doy gracias a Dios y también doy gracias por esta Ciencia gloriosa y por su Fundadora, Mary Baker Eddy.


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