Cristo Jesús sanó a personas que se encontraban muy cerca de la muerte; algunas de ellas hasta habían cruzado ese confín. Hay muchos ejemplos hoy en día de personas que, ante situaciones que han amenazado su vida, vencieron la muerte inminente utilizando la misma Ciencia Espiritual que Cristo Jesús explicó y practicó.
No es desacostumbrado, en una situación de extrema emergencia, que la persona que tiene una comprensión científica de Dios se ponga a la altura de las circunstancias mediante la oración echando así abajo las predicciones terribles acerca de su condición. Enfrenta la creencia en la muerte y se aferra sin reservas al hecho de que Dios es su Vida; de que el hombre es perfectamente espiritual y jamás puede estar separado del Espíritu, la fuente de su ser.
En la práctica de la curación por la Ciencia Cristiana, por lo general se piensa en rechazar la posibilidad de la muerte si el caso parece ser uno de naturaleza más grave, uno en que la creencia médica podría pronosticar la muerte de un paciente. Podría parecer un poco raro rechazar el concepto de muerte si nos doliera un dedo del pie o si tuviéramos dolor de cabeza. Cuando se trata de un caso de inmoralidad, tal como falta de honradez o lujuria, parece improbable que se necesite negar la muerte. Y, no obstante, la creencia en la muerte puede ser exactamente lo que el sanador cristianamente científico sea guiado a negar. Lo que lo guía, al enfrentar las necesidades de un paciente para resolverlas, es el discernimiento inspirado por el Cristo, y no las suposiciones médicas tradicionales.
En ciertas ocasiones, problemas de salud o de moral están arraigados en las creencias que la humanidad abriga sobre la muerte y en el temor que se le tiene a ésta. “El abandono de toda creencia en la muerte así como del temor de su aguijón elevaría la norma de la salud y de la moral social muy por encima de su nivel presente, y nos capacitaría para levantar muy alto el estandarte del cristianismo con una fe inquebrantable en Dios, en la Vida eterna”,Ciencia y Salud, pág. 426. enseña la Sra. Eddy.
El Científico Cristiano no limita simplemente su definición de la muerte a la dada por opiniones legales, médicas y teológicas convencionales. La ve en un contexto mucho más amplio que el incidente en que el cuerpo cesa de funcionar, es decir, cesa de funcionar al menos desde el punto de vista de quienes todavía no han pasado por la transición llamada muerte. San Pablo nos da esta iluminada declaración en la Biblia: “El ocuparse de la carne es muerte”. Dios es Vida, Espíritu, y Su creación es infinitamente espiritual. El ocuparse de la carne, de lo material, indica una ausencia de Vida, en tanto que “el ocuparse del Espíritu es vida y paz”, Rom 8:6. concluye San Pablo.
A medida que identificamos la muerte de manera correcta y más completa en su sentido más amplio, podremos rechazarla más eficazmente. La muerte es el último enemigo porque niega la totalidad de Dios; es el estado de pensamiento que supone que la Vida incluye discordia, enfermedad, temor, ignorancia. Pero la Vida es Dios, Todo. Y el hombre expresa a Dios, sin mácula, sin terminación. La Vida no incluye una lucha entre el bien y el mal, entre el Espíritu y la carne.
Por ejemplo, cuando un paciente sufre por la creencia específica de que su existencia se compone de fuerzas en conflicto, puede que se necesite defender su consciencia contra el concepto de muerte. La Sra. Eddy define “muerte” en Ciencia y Salud e incluye este punto: “La carne, en lucha contra el Espíritu...” Ciencia y Salud, pág. 584. La falsedad de que nuestra vida pueda ser el hogar de elementos en lucha, confunde lo que es la existencia verdadera, confunde lo que es la Vida misma. La mente mortal sufre a causa de sus equivocaciones. El tratamiento espiritual corrige las equivocaciones en el pensamiento y, al hacerlo, trae armonía al cuerpo.
Es una equivocación concebir que el hombre es material e identificarlo como que nace en la materia para más tarde morir al separarse de ella. Tal suposición es materialidad; es perjudicial a la salud y a la moral; hace que la salud esté sujeta a las incertidumbres de la materia y coloca a la moral en el reino de una mente humana fluctuante.
Cuando una persona ve que la muerte no tiene ni poder, ni lugar, ni realidad en la Vida siempre presente, adquiere cierto grado de libertad de los efectos de creer en la muerte. Alguien que esté confuso moralmente puede tener la necesidad de que se le defienda espiritualmente contra los varios aspectos de la mente mortal. Incluida en esta defensa puede muy bien estar la protección, que se obtiene mediante el tratamiento, contra la muerte, contra la mente carnal, o sea, contra la creencia de que la carne y el Espíritu están en guerra y que el paciente está atrapado entre las corrientes opuestas de tal batalla.
La muerte no es un amigo. Jamás deberíamos engañarnos y pensar que lo es. No tenemos por qué dejarnos engañar en cuanto a su naturaleza. Algunas veces ponemos fin al sufrimiento con sólo abrir nuestros ojos para ver la muerte por lo que es; ver que jamás hay que temer a la muerte; reconocer que, de hecho, todos los mortales están experimentándola ya en el grado en que se ocupan de la carne. “Miles de casos podrían citarse en que la salud ha sido devuelta cambiando los pensamientos del paciente con respecto a la muerte”,Ibid., pág. 79. nuestra Guía, la Sra. Eddy, nos recuerda. La salud moral y física responde positivamente a un punto de vista más preciso sobre la falsedad que pretende usurparla.
Por supuesto que debemos negar vigorosamente lo que se llama “muerte física” cuando específicamente amenaza la vida; tan antiquísimo error tiene que ser finalmente derrotado tal como Cristo Jesús demostró que podía serlo. Pero esto se demostrará mejor cuando resistamos minuciosamente las más vastas implicaciones de la muerte. A veces sus sutiles y variadas sugestiones tienen que ser encaradas y destruidas específicamente si hemos de liberarnos de las dificultades morales y de los malestares físicos.
Sufriremos menos de la muerte en nuestra vida cuando aprendamos que la Vida es Todo.
