Después que los israelitas pasaron muchos años en el desierto llegaron por fin a la tierra de Canaán. Sus ojos se habían acostumbrado tanto a ver el desierto arenoso, el desolado terreno montañoso, que la tierra de Canaán les pareció una “tierra que fluye leche y miel”. Éx. 3:8. Era rica en árboles y vegetación y parecía un jardín bellísimo, todo verde y fructífero. Para ellos, ésta era la tierra que Dios le había prometido a Abraham, a Isaac y a Jacob, y que ellos habrían de heredar. De manera que los israelitas empezaron a establecerse allí, y a colonizar, mas el derecho que ellos creían tener para poseer la tierra no quedó sin desafíos. Había otra gente que vivía en la tierra de Canaán que disputaron sus derechos. Por tanto, los hijos de Israel tuvieron que pelear muchas guerras.
En cierta ocasión el enemigo los amenazó con tomar toda una región y no tuvo piedad con ellos aun cuando la gente de una aldea israelita ofreció hacer un tratado con ellos. Entonces la gente de la aldea envió mensajes a todos los hijos de Israel para ver si había alguien que pudiera ayudarlos. Aunque la Biblia no nos dice que la gente oró, podemos estar seguros de que recurrieron a Dios, igual que lo habían hecho sus antepasados en momentos de peligro.
Y así como Dios había preparado a Moisés para que ayudara a los israelitas a escapar de la esclavitud de Egipto, esta vez preparó a un varón llamado Saúl. Saúl era un hombre valeroso y noble que tenía un deseo profundo de ayudar a sus compatriotas. Con la ayuda de Dios, Saúl y los israelitas pudieron vencer a sus enemigos. [Ver (1) en la sección Lectura adicional al final de este artículo.]
Nosotros también podemos vencer a nuestros enemigos. Éstos pueden llamarse odio, avaricia, complejo de inferioridad, duda, falta de oportunidad o enfermedad. Así como los israelitas bajo el mando de Saúl deben de haber sabido que Dios estaba de su parte, nosotros también podemos saberlo. Tenemos el poder de la omnipotencia de Dios de nuestra parte.
Los israelitas estaban tan agradecidos a Saúl por haberles salvado que le hicieron el primer rey de Israel. Saúl comenzó su reinado con misericordia, rehusando hacer daño a los pocos que no querían que fuera rey. Mas él no vigiló sus pensamientos ni su comportamiento. Algunas veces no guardó los mandamientos del Señor. Se olvidó que, en realidad, era Dios el único regidor de la nación y que él no podía hacer nada sin la ayuda de Dios. Muy pronto Saúl se sintió agobiado, desalentado y deprimido a causa de los problemas que enfrentaba. Un día, el problema pareció muy grave. Los filisteos estaban en guerra contra los israelitas, y habían seleccionado a su más grande y poderoso soldado — Goliat — para luchar contra un soldado israelita. Cualquiera de los dos hombres que ganase, su nación regiría a la otra nación.
Saúl estaba atemorizado. Goliat parecía muy grande, muy amenazante, muy formidable. ¿Cómo podría resistir a este gigante? ¿Cómo podría ganar? Mas, de nuevo, Dios no abandonó a los israelitas. Dios había estado preparando a alguien que les ayudaría. Era un joven pastor, David. (2)
Saúl estaba tan convencido de que solamente los métodos materiales podrían ganar la batalla que le dio a David las mejores armas que se le ocurrieron. En la Biblia leemos: “Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza”. Éstas eran las armas que Saúl hubiera usado. Pero cuando David trató de caminar con todo este pesado armazón, no pudo hacerlo. El relato continúa: “Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué”. 1 Sam. 17:38, 39. David sentía que no podía confiar en armas que no había probado.
Como pastor, él había vencido muchas dificultades. Cada problema que resolvía aumentaba su confianza en Dios. David sabía que podía confiar en Dios. (3) Armado con su demostrado entendimiento de Dios, sentía que podía ganar. De modo que escogió cinco piedras lisas, y encaró a Goliat y lo mató “con honda y piedra”. V. 50. David tuvo el valor de encarar al enemigo porque sabía que contaba con el poder de Dios. (4)
Cuando tengamos problemas que vencer, no es necesario que confiemos en medios o métodos materiales como lo hizo Saúl. Podemos confiar en Dios, y usar las armas que Pablo propugnó cuando dijo: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios... Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. Efes. 6:13–17. Por tanto, usemos el arma de la gratitud para vencer el desaliento; el arma de la sabiduría para vencer la falta de inteligencia y la obstinación.
A pesar de que esta experiencia debiera haber hecho a Saúl más humilde y enseñarle que únicamente triunfamos cuando confiamos en Dios y no en nosotros mismos, Saúl se rebeló contra esta lección. Comenzó a odiar a David porque él tenía mucho éxito.
La situación empeoró cuando las mujeres de las aldeas, que sabían lo que había sucedido, comenzaron a cantar canciones diciendo: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles”. 1 Sam. 18:7. Saúl tuvo celos de David y hasta trató de matarlo, mas David permaneció siempre ileso, porque, como declara la Biblia, “se portaba prudentemente”. V. 5.
Fue la sabiduría que viene de Dios, y la espiritualidad de David, lo que lo salvó, y le permitió obtener el triunfo sobre Goliat. Era su espiritualidad lo que le salvaría muchas veces en los años por venir. Ocuparse del Espíritu significa tener pensamientos que proceden del Espíritu, Dios. Aquellos cuyas vidas y pensamientos están orientados hacia Dios, tienen una base para actuar con moralidad y estar libres de la esclavitud ocasionada por la obstinación. (5)
Saúl, sin embargo, se dejó dominar más y más por el temor y la obstinación. Como consecuencia, su poder y su respeto propio fueron declinando, mientras que David, quien estaba expresando la voluntad divina, o la ley de Dios, se hacía más y más fuerte. Había aprendido que hay fortaleza en la espiritualidad.
Al final, Saúl, haciendo su voluntad, buscó una bruja para pedirle consejo. (6) Lo que la bruja le dijo lo llenó de temor. Las noticias o la información basadas en el testimonio de los sentidos materiales nunca han fortalecido a nadie. En la confrontación que vino después con los filisteos, tanto él como su hijo Jonatán perecieron. Después de la muerte de Saúl, David fue proclamado rey y reinó en Israel por muchos años.
A pesar de la sabiduría que David había mostrado tan a menudo, él también cometió algunas grandes equivocaciones, incluso algunas de orden moral. Al igual que Saúl, quien en ocasiones tuvo la tentación de creer en su propia grandeza, David también sintió a veces la tentación de hacer cosas para su propia gloria y no para la gloria de Dios.
Un día David se sintió impelido a contar la gente para ver cuán grande era su poderío militar. (7) David quería glorificar el poder de los hombres y no el de Dios. David se estaba engañando a sí mismo, pensando que contar con la fuerza de un ejército era la fuente de verdadera fortaleza. Su verdadera fuerza estaba en la sabiduría que procede de escuchar a Dios. La sabiduría de la espiritualidad jamás puede medirse por números. En el libro de Eclesiastés, el Predicador nos dice que un solo hombre sabio es capaz de lograr más que todo un ejército. Dice: “También vi... una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes; y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría”. Ecl. 9:13–15.
Lo que David había hecho no era aceptable para Dios, y David se arrepintió. Se dio cuenta de que había actuado incorrectamente y quería mejorar. Y cuando el pensamiento que motivó la acción fue destruido, la transgresión de David fue perdonada.
Aunque David cometió algunos errores, aprendió de todos ellos. Nosotros también podemos aprender de nuestras equivocaciones. No tenemos que repetir un error. Siempre podemos pedir a Dios la sabiduría para corregir lo que necesite ser corregido. Durante toda su vida David manifestó esta disposición para mejorar su actitud y reconocer a Dios.
Años más tarde, a David se le llegó a conocer como “el dulce cantor de Israel”. 2 Sam. 23:1. Los Salmos en la Biblia son cantos de alabanza y oración a Dios. Muchos de ellos son atribuidos a David, pero realmente no sabemos quién los escribió. Probablemente muchos salmos fueron compuestos en honor a David y dedicados a él, sin que él los escribiera.
Cuando David era viejo, su hijo Salomón fue su sucesor. Salomón, como su padre, recurría a Dios en busca de sabiduría. Él no le pidió a Dios riquezas, o grandeza o gloria. Sencillamente le pidió a Dios que le permitiera conocer el bien y rechazar el mal. Él dijo: “Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo”. 1 Reyes 3:9. Era un corazón entendido lo que él pensó que era necesario para alguien en una posición de autoridad. El corazón entendido llevará a uno a tomar las decisiones correctas. Hará que uno recurra a Dios en busca de ayuda y sostén. El entendimiento espiritual es una luz en la vida de cualquier persona. Por eso los Proverbios nos alientan: “Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia”. Prov. 4:7.
Saúl muy a menudo confiaba en sí mismo y no en Dios, y por ello encontró el camino oscuro y sombrío. Mientras que David y Salomón demostraron mejor que era espiritualidad y sabiduría lo que necesitaban para andar en la luz y poder ver el sendero que debían seguir. Podemos orar para adquirir espiritualidad y sabiduría hoy en día. Estas cualidades traerán luz a nuestra vida. Nos mostrarán la dirección que tenemos que seguir. La sabiduría ilumina el camino de cualquier viajero.
[Próximo mes, quinta parte: Elías, mensajero de Dios]
Lectura adicional
(1) 1 Sam. 11:1–15.
(2) 1 Sam. 17:1–31.
(3) 1 Sam. 17:32–37.
(4) Leer 1 Sam. 17:38–50. Estudiar la vida de otros personajes y ver cómo se enfrentaron a las tentaciones y a las amenazas, por ejem., Jesús (Mateo 4:1–11), Nehemías (Neh. 4:1–23).
(5) Ver por qué es importante obtener la sabiduría que proviene de la espiritualidad. Estudiar los siguientes pasajes en Proverbios: 1:7; 2:6, 7, 10, 11; 3:13–18.
(6) 1 Sam. 28:7–20.
(7) 2 Sam. 24:1–4, 8–10.