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El hombre útil: un concepto provechoso para la juventud

Del número de noviembre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El verdadero ser del hombre jamás está inútil o inactivo. El desempleo en gran escala entre la juventud, durante esta época de aparente receso mundial, es una advertencia esencial de que el mundo necesita discernir que la identidad verdadera del hombre es reflejo del Espíritu.

El hombre nace del Espíritu como idea divina, activo y con propósito. En realidad, el hombre no comienza la vida indefenso, teniendo que desarrollarse lentamente para llegar a ser completamente útil. Es concebido perfecto en la Mente y permanece perfecto. El hombre es útil porque es la representación de Dios, y expresa las aptitudes infinitas de la Mente, el alcance ilimitado de la Vida, el irrestricto vigor del Alma.

Por tanto, el empleo del hombre verdadero no está a la merced de las inciertas condiciones de la creencia material. Por lo contrario, emana perpetuamente de la Mente. Se puede ver que estas palabras descritas por Isaías como dichas por Dios refiriéndose a Israel, pueden aplicarse al hombre: “Para gloria mía lo he creado, lo he formado”. Isa. 43:7 (según la versión King James).

La materia jamás puede glorificar al Espíritu. La Ciencia Cristiana muestra que la materia es ilusión, no sustancia. Si mentalmente nos aferramos a la materia, si la deificamos como sustancia y mente — como el árbitro de la vida — entonces abrazamos estrechamente sus discordias engañosas. Para liberarnos de la discordia y encontrar la libertad normal de la actividad constructiva (o para ayudar a un hijo o a una hija, o a la juventud desocupada de todo el mundo), necesitamos colocar continuamente nuestro concepto del hombre del lado del Espíritu, como la expresión irreprimible del Espíritu. El Espíritu es ilimitado. Su actividad inteligente es constante. Por tanto, la verdadera individualidad del hombre y de la mujer es ilimitada y siempre expresa la actividad del Espíritu. Parte de la descripción del hombre que hace la Sra. Eddy en Ciencia y Salud, dice: “... es aquello que no tiene mente separada de Dios; es lo que no tiene ni una sola cualidad que no se derive de la Deidad; es aquello que no posee vida, inteligencia ni poder creativo propio, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a su Hacedor”.Ciencia y Salud, pág. 475.

Para el sentido material, el hombre parece ser una mezcla de cualidades físicas y materialmente mentales, algunas deseables, algunas obstructivas: competencia e ignorancia, escrupulosidad y egoísmo, promesa e insuficiencia, y así por el estilo. En sus esfuerzos por encontrar empleo, los jóvenes algunas veces se tropiezan con barreras, como el prejuicio, por ejemplo. La falta de experiencia, de hábitos de trabajo y de aptitud, con frecuencia hacen que, cuando y donde la economía está floja o en proceso de industrialización, la juventud sea más vulnerable que otros grupos. No obstante, debido a que las desventajas que surgen a consecuencia de tales sucesos no son condiciones de la individualidad espiritual, no tienen ni causa, ni sustancia o durabilidad verdaderas. Son la objetivación de la creencia material, y, por tanto, están sujetas al efecto perfeccionador de la ley espiritual, una vez que ésta se comprende.

En realidad, la Mente manifiesta en el hombre una simetría ideal invariable. No un equilibrio de bien y mal, sino una mezcla perfecta de todas las buenas cualidades: inteligencia y humildad, determinación y paciencia, espontaneidad y sabiduría. Las cualidades espirituales siempre están presentes en el hombre y siempre están en demanda, porque el hombre existe para glorificar a la Mente. El hombre manifiesta actividad eternamente porque el Principio exige expresión. Esta exigencia divina es lo que impulsa el verdadero empleo, o la actividad eterna del hombre. El hombre jamás está privado de las oportunidades espirituales del ser. El Principio refleja todo lo bueno en el hombre. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribe en Ciencia y Salud: “Dios expresa en el hombre la idea infinita, desarrollándose eternamente, ensanchándose y elevándose más y más desde una base ilimitada”.Ibid., pág. 258.

El desempleo en cualquier segmento de la sociedad jamás es una dificultad real de la cual el hombre necesite ser liberado. Aun ahora, es el Principio, no la superpoblación ni la merma en los mercados de trabajo, lo que gobierna al hombre.

El Cristo, la verdadera idea de Dios, disipa el malestar de la creencia material y presenta una percepción más clara de la verdadera individualidad del hombre. El Cristo no trastorna el desarrollo normal humano, sino que lo armoniza, destruyendo el temor y abriendo el camino a la actividad provechosa.

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