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[Original en español]

Una mañana de noviembre de 1977, cuando me ocupaba del arreglo...

Del número de noviembre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una mañana de noviembre de 1977, cuando me ocupaba del arreglo de nuestra habitación, tomé en la mano varios frascos de medicina de la mesita de noche, y me pregunté: “¿En esto consiste la vida? ¿Tengo ilusión de seguir en tales condiciones? No puede ser. Dime, Señor, cuál es el camino”. Y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Pero muy pronto este angustioso llamado tuvo su respuesta, ya que por intermedio de un familiar de mi esposo llegó a nuestra vida el mensaje redentor de la Ciencia Cristiana. Aceptamos sus promesas sanadoras de todo corazón porque sentimos que la Ciencia Cristiana nos daría la chispa del Amor, la luz resplandeciente que faltaba en nuestra existencia.

Después de nuestro matrimonio en 1954, mi esposo y yo fuimos a vivir a una base militar donde él trabajaba. Aunque el clima era muy caliente, disfrutábamos a plenitud de las actividades al aire libre. Pero muy pronto me acometió un problema renal. Esta condición fue atribuida a un virus provocado por el clima. Así comenzó una forma de cautiverio, pues mi vida empezó a girar alrededor de mi mala salud. Todo me causaba malestar: el ejercicio, la inactividad, el calor, el frío, los alimentos. Los médicos me sometieron a extensos tratamientos. En algunas ocasiones llegué a perder la razón y sentí deseos de morir, pues me creía un estorbo para todos, excepto para mi paciente marido.

Pero cuando aceptamos la Ciencia Cristiana, la bondad infinita de Dios me sacó de esa oscuridad, de esa horrible pesadilla, que por tantos años había atormentado nuestro hogar. Entonces estudié para comprender que el hombre creado por Dios no está sujeto a leyes materiales, sino a la ley divina, la ley del Espíritu infinito. Pedí ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana, y con mucho amor ella supo orientarme.

Me acogí a las siguientes citas que me dio la practicista para estudiar. De la Biblia (Isaías 60:1, 2): “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”. Y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Insistid mentalmente en que la armonía es la realidad, y que la enfermedad es un sueño temporal. Daos cuenta de la presencia de la salud y la realidad del ser armonioso, hasta que el cuerpo corresponda con las condiciones normales de salud y armonía” (pág. 412).

Con todo esto para inspirar y fortalecer mi crecimiento espiritual, encontré que la curación de la condición renal se efectuó en forma natural. Sin embargo, por un largo tiempo después de la curación, sentí temor de que si me mantenía muy activa la enfermedad podría repetirse. Pero un día, hablando yo con la practicista, ella me ayudó a comprender que como idea de Dios yo en realidad nunca había tenido esa enfermedad. La enfermedad había sido expuesta y destruida como una mentira de la creencia mortal. Por lo tanto, no tenía habilidad para repetirse. El temor a la dificultad renal desapareció, y me he mantenido activa y en salud.

¡Cuán distinta es ahora nuestra vida gracias a la Ciencia divina! Por todas nuestras grandes bendiciones, mi esposo y yo alabamos a Dios. Con la ayuda de nuestro querido Padre seguiremos adelante, cada día conociendo más Su bondad y compartiéndola liberalmente con otras personas.


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