Durante un período difícil por los años de 1960, comencé a leer la Biblia, especialmente el Sermón del Monte de Cristo Jesús (ver Mateo 5–7). Entonces un día leí un artículo sobre la Ciencia Cristiana en una publicación semanal. Posteriormente, asistí a un culto de una Iglesia de Cristo, Científico, en Estocolmo. Los miembros de esa iglesia amablemente me prestaron el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. El próximo domingo concurrí nuevamente a la iglesia, porque había decidido que aquí era donde yo verdaderamente pertenecía.
Yo estaba teniendo problemas con los ojos. Ciertas veces los ojos se movían hacia arriba y no podía enfocar nada. Si me encontraba en el centro de la ciudad cuando esto sucedía, debía encontrar un lugar donde sentarme, a fin de poder cerrarlos por un momento.
Cierta vez, cuando iba a tomar el ómnibus hacia mi casa, no pude mantener los ojos enfocados el tiempo suficiente para tomar el ómnibus correcto. Pero Dios estaba conmigo. Cuando oré, me fue posible tomar el ómnibus correspondiente y llegar a mi casa. Allí telefoneé a una practicista de la Ciencia Cristiana en Estocolmo. No recuerdo qué verdades la practicista compartió conmigo, ya que esto sucedió hace mucho tiempo, pero sané y no he tenido dificultad alguna con los ojos desde entonces.
También experimenté la curación de un crecimiento en mi rodilla derecha. Una practicista me aseguró que ninguna excrecencia podía desarrollarse en una idea espiritual, porque Dios había creado todo perfecto. Me olvidé totalmente de la rodilla. La próxima vez que pensé en esto, cuál no sería mi alegría al comprobar que el crecimiento había desaparecido enteramente y me hallaba libre.
Al principio de la década del 70 un familiar me visitó durante unas semanas. Cierta tarde, mientras estaba sola en la casa, me recosté para descansar un rato. Mi familiar debía regresar en más o menos una hora, y tenía consigo una llave para entrar. Cuando traté de darme vuelta en la cama, no pude hacerlo. Igualmente fútil fue el intento de levantar la cabeza y me di cuenta de que solamente podía mover los brazos. El teléfono estaba en una habitación contigua, fuera de mi alcance. Lágrimas de desesperación caían lenta y pesadamente de uno de los ojos. A pesar de todo, en ese instante sentí súbitamente la presencia sostenedora de Dios y supe que sanaría. Esta convicción espiritual hizo posible que permaneciera en calma. Mi familiar llegó más tarde y me trajo el teléfono hasta donde me encontraba. Llamó a una practicista de la Ciencia Cristiana y hablé con ella.
La practicista me alentó con estas palabras: “Levantaos en la fuerza del Espíritu”, las cuales se encuentran en Ciencia y Salud, donde la Sra. Eddy nos dice (pág. 393): “Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de esto, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre”. En la página 495 nuestra Guía también nos exhorta: “Cuando la ilusión de la enfermedad o del pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea”. Me esforcé por ser obediente a estas sabias instrucciones.
Poco después de la conversación telefónica me senté en la cama y me levanté. ¡Me inundó un gran gozo y gratitud porque había sido totalmente liberada de la sensación de parálisis!
Las palabras fortalecedoras del Maestro nos aseguran (Marcos 11:24): “Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Esta declaración encierra un significado especial para mí ahora, puesto que mi curación fue, sin duda, el resultado de la oración iluminada por la fe. Estoy profundamente agradecida a Dios por haberme conducido a la Ciencia Cristiana. He obtenido un maravilloso conocimiento de Su amor a través de las enseñanzas y de la obra de Su Hijo. He tenido muchas otras curaciones en mi vida, todas ellas pruebas maravillosas de la bondad suprema de nuestro Padre celestial.
Sala, Suecia