No puedes forzar a la felicidad que more en ti;
nunca vendrá donde decide la obstinación,
o donde lo mundano jaula de oro proveerá
si lograse hacerla capturar.
Nunca ha de cantar en egocéntrica prisión.
No has de entramparla en red de ambición.
Si la intentas sujetar,
entre tus dedos la verás deslizar.
Mas, calla y deja de exigir,
y el amor de Dios que te envuelve has de sentir.
Deja que Su amor, la consciencia al llenar,
desborde y se vierta al exterior
cual ondas en estanque quieto;
ondas, que calma traerán
a todos los que hoy has de encontrar,
y una dulce felicidad vendrá,
anidando en suavidad
cual pájaro que se posa y no se aleja más.
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