Hablando con sus discípulos justamente antes de la crucifixión, Cristo Jesús se refirió claramente a la revelación final que había de venir. Dio una descripción muy exacta de la naturaleza de esta revelación: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Juan 14:26.
Otra vez dijo: “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”. Y nuevamente puso énfasis en que el Consolador revelaría toda la verdad: “Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”. 16:13, 15.
Cuanto más profundamente se comprende la Ciencia divina, más claramente se percibe que esta Ciencia es el Consolador prometido. La Ciencia divina, que se conoce en su adaptación a la humanidad como Ciencia Cristiana, cumple la descripción del Maestro con notable exactitud. Al expresar las enseñanzas, el espíritu y el ejemplo de Jesús, nos trae a la memoria todas las cosas que él enseñó, y se comprueban en obras de redención y curación.
Debido a que esta Ciencia define a Dios y a Su creación, esta Ciencia responde a los interrogantes definitivos acerca de lo que es la Vida: lo que es la realidad y lo que no es. Declara la verdad final y fundamental de todas las cosas; explica el origen, o Principio divino, de toda existencia. Revela la naturaleza inagotable de la Vida, la Verdad y el Amor infinitos. Hace que comprendamos un universo totalmente nuevo, que incluye los fenómenos de la existencia espiritual e infinita: las vívidas ideas, formas, identidades, leyes, sustancia y cualidades, de incomparable interés, que manifiestan la Mente, el Alma y el Amor infinitos. En razón de su origen divino — y porque abarca todas las cosas y explica su fuente y naturaleza — esta Ciencia es a la vez original y definitiva.
Es difícil para el pensamiento humano aceptar como definitiva cualquier explicación sobre la existencia. Esta actitud es especialmente característica de nuestros tiempos. Las ciencias naturales, consideradas en el pasado guardianes de la verdad, no dan respuesta a las preguntas definitivas. Los hombres de ciencia excluyen preguntas concernientes a la verdad fundamental en un sentido metafísico, por considerarlas fuera del dominio de sus conocimientos. Aun dentro del reino de sus investigaciones materiales, ellos consideran sus conclusiones como tentativas y sujetas a reconsideración a la luz de nuevas evidencias.
Otros campos de pensamiento carecen igualmente de determinación. Los límites del conocimiento humano continuamente tratan de expandirse como un círculo que se dilata, pero esto sólo parece agrandar las fronteras de lo desconocido. Es la naturaleza de la mente humana finita estar siempre buscando algo más allá de sí misma. Aun dentro del círculo de lo que se consideran conocimientos establecidos, los tales llamados “hechos” están cercados por restricciones e interrogantes, y sujetos a cambios.
El hecho es que todo conocimiento material es temporario. Lo definitivo es desconocido a la manera de pensar basada en la materia, porque tal manera de pensar es finita. Todas las cosas materiales son transitorias. Lo definitivo pertenece sólo al Espíritu infinito y a la consciencia espiritual. Sólo el Espíritu es eterno y absoluto. El Espíritu es lo que existe “más allá” de la materia, en el sentido de que la materia es básica y totalmente una ilusión, mientras que el Espíritu es lo fundamental y sustancial, indestructible y causativo; el origen y la base de todo lo que realmente existe, incluyendo toda vida, sustancia, inteligencia, consciencia y realidad.
Cuando uno considera estas cosas, comienza a percibir por qué la Ciencia divina es la revelación final de la Verdad. No obstante, pensadores no versados en esta Ciencia, influidos por puntos de vista humanos finitos de conocimiento e inteligencia, a menudo rechazan esta conclusión. Encuentran particularmente difícil aceptar que el libro de texto de esta Ciencia, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pueda contener la revelación final de la Verdad para la humanidad. Se arguye que siempre se han hecho nuevos descubrimientos de la verdad y que siempre se harán. ¿Cómo, entonces, puede uno decir que un simple libro de texto contiene la revelación final de la Verdad?
Mas si uno considera la naturaleza de las extraordinarias proposiciones contenidas en Ciencia y Salud, su finalidad se hace muy evidente. Tomemos, por ejemplo, esas significativas palabras de “la declaración científica del ser”: “Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”.Ciencia y Salud, pág. 468. Tal declaración, que trata sobre el origen, condición y totalidad del ser, por su naturaleza misma, lo incluye todo. Si es verídica (y lo es), entonces tiene que ser absoluta y definitiva. Apartarse de ella, o ir más alto o más profundo, o más allá de sus términos, sería inconcebible, simplemente porque su estructura lo abarca todo. Cuando uno la acepta como verdadera, comienza a percibir lo definitivo de la Ciencia; de hecho, no podría aceptarse tal declaración como verdad si no se la aceptara como definitiva. Al aceptarla como tal, uno se embarca en una ilimitada aventura para explorar sus implicaciones con relación a la naturaleza de Dios, del hombre, de la vida, del cuerpo, de la individualidad, consciencia, sustancia, ideas, acción, ley, relaciones, y todo lo que existe. Comenzamos a percibir el reino de Dios del cual Jesús habló.
Hay, por cierto, muchos otros pasajes en el libro de texto que revelan la naturaleza absoluta de la Verdad, la Mente, Dios, y lo que Dios crea. Considerado en su totalidad, el libro de texto elucida la completa Ciencia de Dios, del hombre y del universo, porque la Ciencia allí expuesta expresa la Verdad, la cual es infinita.
Al decir que esta revelación de la Verdad es definitiva de ninguna manera se implica que ésta limita el pensamiento o que fomenta el estancamiento mental o la inflexibilidad. Por el contrario, esta revelación amplía inmensurablemente nuestra visión; nos lleva a contemplar las alturas y las profundidades de lo infinito. Nos hace comprender el inagotable desarrollo de la Vida, el bien, la Verdad y la inteligencia que caracterizan a un Dios infinito y a Su creación. Abre oportunidades ilimitadas para el desarrollo individual: para la alegría y exuberancia, la lozanía y actividad sin barreras de la Vida infinita. Como escribe la Sra. Eddy: “La Verdad no puede ser clisada; se desarrolla indefinidamente”.No y Sí, pág. 45.
Tampoco deja esta Ciencia las maravillas de un Dios infinito y de Su universo como algo sólo para ser contemplado teóricamente; por el contrario, las presenta como algo que puede ser demostrado de manera práctica. Aun si nuestro actual nivel de comprensión y demostración es pequeño, podemos estar agradecidos por la promesa que encierra.
Toda la Verdad está expresada en su Ciencia, y decir esto significa decir que es demostrable; y su demostración es infinita y continúa eternamente. Esta demostración es la oportunidad y la necesidad que la Ciencia nos ofrece.
