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[Original en alemán]

Antes de conocer la Ciencia Cristiana, sufrí durante muchos años de...

Del número de diciembre de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de conocer la Ciencia Cristiana, sufrí durante muchos años de una condición biliosa que se me presentaba ocasionalmente, y sufría también de problemas circulatorios y funcionales. Tomé gran cantidad de medicamentos, pero nada me ayudó.

Después, cuando conocí la Ciencia Cristiana, me absorbí tanto en las verdades que estaba aprendiendo y me sentía tan feliz de haber encontrado una religión práctica, que me olvidé completamente de mis dolencias y de las medicinas recetadas para ellas. Sólo después de algún tiempo me dí cuenta de que había sanado completamente. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy nos dice (pág. 261): “Tornad vuestra mirada del cuerpo hacia la Verdad y el Amor, el Principio de toda felicidad, armonía e inmortalidad”. Esta nueva percepción de la realidad me trajo curación. Desde entonces la Ciencia ha sido una fuerte ayuda para mí en cada situación.

Un día sentí un gran dolor en las piernas, brazos y articulaciones. Finalmente todos mis miembros quedaron inmóviles. A pesar de los esfuerzos por resolver este problema a través de la Ciencia, la condición perduró por bastante tiempo. Finalmente, una practicista de la Ciencia Cristiana amorosamente me dijo que era necesario que yo expresara más gratitud y alegría. Juntas afirmamos que una expresión activa de estas cualidades traería la inspiración espiritual que elimina todo estancamiento.

De ahí en adelante, cada mañana, desde el momento que despertaba apreciaba con gratitud el nuevo día y ponderaba cuán verdaderamente agradecida estaba por todo lo bueno en mi vida. El resultado fue un sentimiento de gozo e inspiración que empezó a llenar la consciencia, y paso a paso obtuve una completa curación. Para mí esta curación es prueba del siguiente versículo de la Biblia (Isaías 12:3): “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación”. Se me hizo muy claro que el gozo nacido de la gratitud trae curación, saca “aguas de las fuentes de la salvación”.

Un día me caí en la calle y debo de haberme lastimado un pie porque algún tiempo después se tornó bastante doloroso. No me era posible apoyarme sobre el pie, y al llegar a casa tuve que acostarme. Elevé mi consciencia para contemplar el ser espiritual y afirmé que en realidad el hombre no puede cambiar; la unidad entre Dios y el hombre, Principio e idea, es indisoluble. Continué orando de esta manera por un tiempo; entonces me quedé dormida apaciblemente.

Durante la noche desperté y no pude encontrar una posición cómoda para el pie a causa del dolor. Sin embargo, no me dejé atrapar por la tentación de pensar que la necesidad era arreglar la materia. En cambio, me aparté de la personalidad mortal y oré universalmente y por toda la humanidad.

Comencé con los sinónimos de Dios: Vida, Amor, Mente, Principio, Espíritu, Alma, Verdad, y reconocí que en realidad la creación es la expresión infinita de Él. Negué la posibilidad de que el ser de Dios pudiera producir cualquier cosa desemejante a Él, tales como el terror, la destrucción, las inundaciones, o la sequía. También me propuse a entender que en la creación de Dios no hay separación, un hecho que anula las aparentes barreras de las distintas ideologías políticas, razas y religiones. Todo está seguro en la totalidad y unicidad de Dios.

Oré de esta manera durante un largo tiempo. De pronto sentí dos chasquidos en el pie, y al mismo tiempo el dolor desapareció. Pude nuevamente apoyarme sobre el pie y caminar sin ninguna dificultad. Desde ese momento el pie quedó completamente sano. Estoy muy agradecida de haber aprendido la importancia de la oración universal.

La Ciencia Cristiana me ha iluminado la Biblia a través de un mayor entendimiento de Dios, y, por consiguiente, ha traído guía y dirección a mi vida. Ahora sé que “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5). Estoy llena de un profundo gozo porque puedo participar en el trabajo de este movimiento en pro de la curación cristiana.


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