Mantener la paz entre las naciones nos concierne profundamente a muchos de nosotros, y está bien. ¿Pero nos concierne igualmente mantener nuestra propia paz? ¿No es esto esencial para nuestra felicidad y hasta para nuestra salud?
La persona que no se perturba ni se ofende ni se siente contrariada por las acciones de los demás, es una alegría para su familia, sus amigos y sus compañeros. Se lleva bien con los demás y ayuda a reducir la fricción. Esto no le impide mantenerse firme en lo que él cree que es justo, pero sí le ayuda a no dejarse llevar por palabras y actitudes irritantes o poco caritativas.
¿Cómo podemos mantener nuestra paz? Conociendo los hechos espirituales del ser. Despertando a la verdadera naturaleza de Dios y el hombre. Esto nos da el poder para no sentirnos heridos, ofendidos o para no dejarnos llevar por el mal genio o reaccionar a la crítica.
En su poema “Outwitted” (Superado en ingenio) Edwin Markham escribe:
Dibujó un círculo que me dejó fuera;
Hereje, rebelde, algo que despreciar debiera.
Pero el Amor y yo teníamos el ingenio para triunfar:
Dibujamos un circulo que lo pudo abarcar.
Es posible que estemos perturbados porque alguien nos tiene antipatía. En lugar de aceptar lo que los sentidos materiales nos están diciendo, podemos cultivar nuestro innato sentido espiritual, el cual reflejamos de Dios, el Alma. Entonces, en vez de ver a un mortal antagonista, podemos vislumbrar al hombre como realmente es: espiritual, bueno, amable, el linaje mismo de Dios. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El odio humano no tiene mandato legítimo ni reino alguno. El Amor está entronizado”.Ciencia y Salud, pág. 454. Al comprender la omnipotencia del Amor divino, por cierto, la totalidad de Dios, vemos que el odio no tiene poder y que es irreal. Cuán liberador es reconocer que, en realidad, el Amor nos gobierna a todos, que amamos y somos amados.
Si nos sentimos desdichados porque alguien nos envidia, repudiemos también este falso testimonio de los sentidos físicos. El sentido espiritual revela que Dios ha dado a cada identidad espiritual, talento particular y amplias oportunidades para expresarlo. De manera que no hay razón para envidiar. Dios, la única causa, ciertamente no la produce. Sin una causa ¿cómo puede la envidia existir y tener objeto? Debido a que no hay envidia en la Mente divina, no puede haber ninguna en el reflejo de la Mente, el hombre. La comprensión de estas verdades nos devuelve nuestra paz.
Si se nos critica injustamente ¿reaccionamos con indignación y represalia? Esto sólo agrava el estado de perturbación del pensamiento. Quizás sea prudente corregir un concepto falso, pero podemos hacerlo amable y pacientemente, regocijándonos que en verdad somos él reflejo de Dios, gobernados por Su ley de justicia. De hecho, podemos ver que todos los que tienen que ver en la situación son en realidad el linaje del Espíritu, gobernados por el Principio. La Biblia nos asegura: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo”. Salmo 119:165.
Tal vez hayamos perdido o extraviado algo, y esto nos roba nuestra paz. ¿Nos condenamos a nosotros mismos o a otros y nos sentimos angustiados? No tenemos por qué. Podemos negarnos a creer que hemos perdido algo. No podemos perder a Dios, y Él es Todo. En Su universo ordenado y espiritual Él mantiene todo en su lugar por ley divina. Aferrémonos a estos hechos espirituales y reconozcamos también nuestra inteligencia y memoria que nos ha dado Dios. Apoyándonos serenamente en la Mente omnisciente, no sólo podemos recuperar nuestra paz sino la posesión material también.
Cuando nos acomete algún pesar que perturba nuestra paz, nos damos cuenta de que la Ciencia divina es, por cierto, el Consolador que Cristo Jesús prometió que nos enviaría (ver Juan 15:26). Al estudiar detenidamente los escritos de la Sra. Eddy y la Biblia, encontramos la seguridad de que la Vida es Dios, eterna, indestructible y que, en verdad, el hombre refleja esa Vida espiritual. Aprendemos que el concepto mortal de la vida, entrañando nacimiento y muerte, no es la realidad del ser. Empezamos a vislumbrar algo de la verdad de que la vida es totalmente espiritual. Entonces llegamos a la comprensión de que quienes han desaparecido de nuestra vista siguen viviendo y amando, progresando, y ocupándose de su salvación de todo error. Incluso un leve reconocimiento de la eternidad de la vida nos trae consuelo y restaura nuestra paz. La Sra. Eddy escribe: “El entender espiritualmente que no hay sino un solo creador, Dios, desenvuelve toda la creación, confirma las Escrituras, trae la dulce seguridad de que no hay separación ni dolor, y que el hombre es inmortal y perfecto y eterno”.Ciencia y Salud, pág. 69.
En la carta de Pablo a los romanos, él hace una advertencia y una promesa: “El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Rom. 8:6. El ocuparse de la carne puede significar que nuestros pensamientos están obsesionados con el cuerpo material. ¿Acaso no se nos ataca por todos lados con sugestiones acerca del cuerpo, en anuncios, en programas de la televisión, en la radio y en los periódicos? No es fácil ocuparse del Espíritu — considerarnos y considerar a los demás como ideas espirituales de la Mente — pero la recompensa es grande.
Tal vez se nos haya pasado por alto en un empleo o promoción y nos sentimos sumamente desilusionados. Ésta es una oportunidad para reconocer la naturaleza espiritual y armoniosa del universo, ver que Dios lo gobierna, incluso el hombre, y que cada uno de nosotros tiene su lugar designado por Dios para ocupar, y trabajo para hacer. Ese trabajo es reflejar y expresar a Dios, y al hacerlo, recuperamos nuestra paz aquí y ahora.
Cuando un amigo íntimo o un pariente nos desilusiona, esto nos obliga a buscar consuelo y satisfacción en el amor de Dios. Podemos decir con el Salmista: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. Salmo 73:25. Cuando alegremente nos alejamos de la vida material y vamos hacia el Padre, ciertamente que encontramos el gozo y serenidad que vienen al acercarnos a Dios y depender de Él solamente.
Cuando hemos obtenido nuestra paz de una manera espiritualmente científica, vemos que nuestro cuerpo está en paz. “La mente mortal forma todas las condiciones del cuerpo mortal y gobierna el estómago, los huesos, los pulmones, el corazón, la sangre, etc. tan directamente como la volición, o voluntad, mueve la mano”,Ciencia y salud, pág. 220. explica Ciencia y Salud. De manera que en caso de enfermedad, en lugar de examinar el cuerpo y hacerle algo, ¿no debiéramos examinar más bien nuestros pensamientos y corregirlos?
Una Científica Cristiana estaba perturbada por una supuración detrás de una oreja y reconoció que se había irritado por la actitud dominante de un compañero. Había ocultado su enojo a los demás, pero le había causado esa irritación en su cuerpo. Comprendió que tenía que recobrar su paz corrigiendo el concepto que tenía de su colega. Mediante el sentido espiritual, percibió que la identidad verdadera de su colega era el reflejo perfecto de Dios. Reconoció el hecho divino de la humildad de su compañero, dada por Dios, y de su conformidad con la dirección del Amor. La malsana irritación desapareció de su pensamiento y muy pronto desapareció de su cuerpo. No sólo ella, que también la actitud de su compañero mejoró notablemente.
Nada hay en este mundo — en este sueño de vida en la materia — que merezca que perdamos nuestra paz. Una dolencia u otra dificultad puede servirnos de reloj despertador, que nos despierte al hecho de que hemos permitido que la ignorancia de lo espiritual, el temor, la ofensa, el enojo o algún otro rasgo de carácter desagradable de la mente mortal, perturbe nuestra paz. No nos dejemos engañar por la creencia de que el cuerpo o cualesquiera de sus partes puede cambiar súbita y desordenadamente por sí mismo. Nada puede hacer de por sí. “Poneos en guardia a la entrada del pensamiento” es una de las valiosas directivas que Dios nos da mediante Ciencia y Salud. La admonición continúa: “Admitiendo sólo las conclusiones que deseáis ver manifestadas en el cuerpo, os gobernaréis armoniosamente”.Ibid., pág. 392.
Cristo Jesús subrayó la importancia de mantener nuestra paz. En su Última Cena con sus discípulos dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da”. Juan 14:27.
A medida que nosotros también dejamos que el Cristo ilumine nuestra consciencia, nos damos cuenta cada vez más claramente de la naturaleza del universo espiritual, su armonía y orden. Percibimos algo de la operación de la ley de Dios, que mantiene al hombre inmortal en su lugar designado por Dios y en perfecta armonía con toda existencia. Reconocemos que el amor de Dios abarca a Su universo entero, incluyendo toda identidad espiritual. Empezamos a percibir la irrealidad del mal y de la materia, y percibimos la totalidad del bien. Así obtenemos la paz que sólo el Cristo puede dar, la inexpugnable paz de Dios.