Toda ayuda proviene de Dios. El hombre es siempre el beneficiario del tierno cuidado de Dios.
En general, cuanto más oremos por nosotros y hagamos por los demás, tanto más creceremos espiritualmente. Hay momentos, sin embargo, en que todos necesitamos ayuda espiritual para encarar desafíos mayores. Incluso Moisés, el intrépido líder, necesitó apoyo en una batalla en la época en que los israelitas escapaban de la esclavitud. Ver Éx. 17:11, 12. Es necesario que veamos la acción del poder de Dios, ya sea que seamos el paciente o el practicista.
La Sra. Eddy describe así esta ocasional necesidad de ayuda: “Si los discípulos no se curan prontamente ellos mismos, no debieran tardar en acudir a un Científico Cristiano experimentado para que los ayude. Si no se sienten inclinados a hacer esto en su propio beneficio, sólo necesitan saber que el error no puede producir esta renuencia contranatural”.Ciencia y Salud, pág. 420.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!