“¿Qué no puede hacer Dios?” pregunta la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 135). Apoyándome en Dios como Todo, y sabiendo que para Él nada es imposible, recientemente tuve una hermosa prueba de la ley de Dios en acción.
Un día mi esposo dijo que había encontrado cantidades de gusanos, u orugas, comiendo nuestra cosecha de trigo y centeno. Él decidió que tendría que emplear un avión para que fumigara con un insecticida, o se perdería la cosecha. Al escuchar esto, una amiga y yo comenzamos a orar científicamente para espiritualizar nuestros conceptos acerca de las circunstancias. Un pasaje en No y Sí por la Sra. Eddy fue de mucha ayuda (pág. 30): “La ley divina alcanza y destruye el mal en virtud de la totalidad de Dios.
“Dios no necesita conocer el mal que destruye, como tampoco el legislador necesita conocer al criminal que es castigado por la ley que promulga. La ley de Dios se resume en tres palabras: ‘Yo soy Todo’; y esta ley perfecta siempre está presente para rechazar cualquier pretensión de otra ley”. Y el Salmo 91 nos asegura: “No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada”.
Esa noche llovió, así que se postergó la fumigación. Sin embargo, a la mañana siguiente mi marido regresó de inspeccionar la cosecha para decir que no podía encontrar nada malo. Me pidió que lo acompañara para mirar bien. Reconocí que mi propósito en ir no era para buscar una plaga o mal de ninguna clase; fui para poder determinar la situación con rectitud y ser justa con la inquietud de mi marido. Le pedí a mi amiga que reconociéramos juntas la omnipotencia y firmeza de la ley de Dios. Mi marido y yo fuimos con otros tres hombres, y no pude más que sonreírme con regocijo cuando los vi buscando gusanitos y perplejos al sólo encontrar ocasionalmente uno. Mi marido vio mi sonrisa y dijo: “Ya sé lo que piensas, pero quizás se han ido al potrero del vecino”. Respondí que la ley de Dios es imparcial, y que bendice a todos. Y así fue.
Cuando los empleados de la compañía que mi marido había empleado para fumigar se enteraron de esto, dijeron que no era posible que no hubiera más gusanos; que no habríamos buscado bien. Así que algunos de ellos y unos vecinos nuestros vinieron a inspeccionar. Pero tampoco encontraron nada malo con la plantación.
Ahora que la cosecha ha terminado puedo decir con gratitud que mi marido admitió que ésta fue mucho mejor de lo esperado.
Cuando falleció mi madre fui hermosamente sostenida con la ayuda que me dio una practicista de la Ciencia Cristiana por medio de la oración. Sentí realmente la presencia del Amor rodeándonos a todos. He presenciado curaciones de quemaduras, picaduras y dolor de muelas, y nuestra familia ha demostrado un sentido más verdadero de armonía. Por todas estas demostraciones, Te doy gracias, Padre.
Córdoba, Argentina