A través de la larga historia de los hijos de Israel, hubo personas que estuvieron muy cerca de Dios. Fueron obedientes a Sus mandamientos, y esta obediencia les permitió vivir cerca de Dios y conocer Su voluntad. Estas personas eran los mensajeros de Dios, y por su obediencia y mentalidad espiritual, pudieron proclamar el mensaje de Dios, en palabra y en hecho.
Abraham demostró mediante su vida que podemos confiar en Dios. Jacob fue otro mensajero del Todopoderoso, que manifestó un concepto más elevado de Dios del que hasta entonces se conocía. Moisés proclamó la voluntad de Dios por medio de los Diez Mandamientos.
Todos estos mensajeros comulgaron con Dios mediante el sentido espiritual. Basando su razonamiento en su entendimiento acerca de la naturaleza de Dios, fueron capaces de percibir varias veces el hecho espiritual de lo que parecía una situación difícil, invalidando así el testimonio del sentido material.
Estos mensajeros también pueden llamarse profetas. La Sra. Eddy nos da en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la definición espiritual de “profeta”. Dice: “Un vidente espiritual; la desaparición del sentido material ante las realidades conscientes de la Verdad espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 593. Y en otra parte ella escribe: “El sentido espiritual es una capacidad consciente y constante para entender a Dios”.Ibid., pág. 209.
A pesar de que el título “profeta” le es dado solamente a un pequeño número de los personajes del Antiguo Testamento, podemos extender el uso del título a todos los videntes espirituales. Y la Biblia se refiere a Moisés como profeta: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios”. Deut. 18:15. De la misma manera, se habla de Jesús como un profeta en el Evangelio según San Mateo: “Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea”. Mateo 21:11.
Los profetas, entonces, eran mensajeros de Dios que proclamaban la Palabra de Dios a la gente en sus respectivas épocas. Mas no todos los que oyeron a los profetas aceptaron o entendieron el mensaje. Por eso los profetas a menudo fueron ridiculizados, y muchas veces el mensaje que se suponía que advirtiera a los israelitas de los peligros de la voluntad humana, también era rechazado. A pesar de la oposición a su trabajo, los profetas continuaron siendo los vigilantes de Israel, ayudando a sus compatriotas a ser fieles al verdadero Dios.
Uno de estos leales mensajeros era Elías. Elías provenía de una pequeña aldea situada en el Reino del Norte, el reino de Israel. El Reino del Norte estaba pasando por un período difícil en ese momento, ya que la reina Jezabel, la esposa del rey Acab, había introducido la adoración del dios pagano Baal. Su esposo, Acab, la apoyó en esto y hasta construyó un templo para Baal. La Biblia relata: “E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria”. 1 Reyes 16:32. El apoyo que él prestó, sin embargo, no fue totalmente sincero, pues la Biblia dice que: “Acab sirvió poco a Baal”. 2 Reyes 10:18. Si bien él alentó a los sacerdotes de Baal, nunca abandonó por completo la veneración al Dios de Israel, demostrando así que su lealtad estaba dividida. [Ver (1) en la sección Lectura adicional al final de este artículo.]
La conformidad y la falsa tolerancia a otros dioses eran incompatibles con la adoración al verdadero Dios, que había dicho a los israelitas: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éx. 20:3. Dios exigía todo el corazón.
La misión que Dios le había dado a Elías era la de ayudar a los israelitas a que despertaran y dejaran de aceptar a dioses falsos. La primera vez que Elías se encontró con el rey Acab le anunció que habría una sequía severa. ¿Sería quizás la sequía el símbolo exterior de que el amor por la Palabra de Dios se estaba secando interiormente? Más adelante, el profeta Amós habló de manera semejante, diciendo: “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oir la palabra de Jehová”. Amós 8: 11. Aun cuando la sequía perduraba en ese país, había quienes eran fieles a Dios — que usaban el sentido espiritual — y eran sustentados por Él. Elías encontró suficiente agua en un arroyo, y los cuervos lo alimentaron.
Cuando el arroyo se secó “porque no había llovido sobre la tierra”, se descubrieron nuevas oportunidades y recursos. Un mensaje de Dios le dijo que fuera a Sarepta. Allí encontró a una viuda, “y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba”. También le pidió algo para comer. Mas la viuda contestó que a ella le quedaba justo lo suficiente para una sola comida para su hijo y para ella. Elías no se inmutó por la aparente carencia y escasez. En vez le dijo: “No tengas temor... hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo”. Cuando la mujer dejó de pensar únicamente en sí misma y en su hijo y pensó primero en su huésped, sus necesidades también fueron satisfechas. La Biblia continúa: “Y comió él, y ella, y su casa, muchos días”. Ver 1 Reyes 17:7–15.
Aquí podemos ver cómo la viuda fue bendecida cuando comenzó a usar su sentido espiritual. La evidencia material cambió, ella y su hijo, y Elías, fueron sustentados. Podemos ver también qué poderoso pensador espiritual era Elías. Él basaba su razonamiento en que el Espíritu es Todo y capaz de satisfacer toda necesidad humana. Elías trajo al pensamiento de la viuda algún entendimiento de que la verdadera sustancia es inagotable e indestructible.
[Continúa el próximo mes]
Lectura adicional
(1) Leer acerca de Acab en 1 Reyes 16:29–33.