A veces la gente suele decir: “Si la Vida es eterna, sin comienzo ni fin, como lo enseña la Ciencia Cristiana, debemos haber existido antes del nacimiento”. ¿Cómo sería tal existencia, tal vez nos preguntemos, y cómo podría compararse con nuestra situación actual?
Estas preguntas tácitamente dan por sentado que hubo un nacimiento material para que “antes” pudiera haber una vida espiritual. El error fundamental radica en que a pesar de que afirmamos que la Vida es eterna, creemos en un origen material y en la realidad actual de una vida finita, material. Razonando sobre el concepto humano de las cosas, estamos sujetos a confundirnos y obtener contestaciones equivocadas. La Sra. Eddy corrige el registro material: “La Ciencia invierte el testimonio del sentido material con el sentido espiritual de que Dios, el Espíritu, es la única sustancia; y que el hombre, Su imagen y semejanza, es espiritual, no material. Esta gran Verdad no destruye sino que confirma la identidad del hombre — junto con su inmortalidad y preexistencia, o su coexistencia espiritual con su Hacedor. Aquello que tiene comienzo tiene que tener fin”.Escritos Misceláneos, pág. 47.
No existe nada en esta descripción de la identidad del hombre que incluya mortalidad. “Inmortalidad y preexistencia”, “coexistencia espiritual”: el hombre con quien éstas están relacionadas tiene que ser enteramente inmaterial, incorpóreo, tiene que reflejar el Espíritu plenamente. De modo que si deseamos conocer nuestra preexistencia, esto sólo es posible reconociendo y reclamando nuestra identidad eterna como imagen del Espíritu.
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