Nada podemos hacer para evitar que el Principio divino sea lo que ya es. El Principio divino es el origen de la invariable ley espiritual universal. El Principio, Dios, no puede ser personalmente limitado, poseído o gobernado. Opera libre de toda personalidad humana restrictiva, y, cuando reconocemos su poder y presencia, restablece la armonía en nuestros asuntos diarios.
El Principio divino mantiene el universo espiritual y el hombre eternamente perfectos. Ésta es la verdad de todo ser, y es la verdad de nuestro ser ahora. Necesitamos establecerla en nuestros pensamientos y acciones y renunciar con humildad al concepto material de Dios y Su creación.
El Principio divino es siempre correcto y estable, y cuanto más espiritualmente correctos y estables somos en lo que pensamos y hacemos, en mayor grado está nuestra vida gobiernado por el Principio.
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