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Caminemos por la senda sanadora

Del número de abril de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La correcta interpretación de la pregunta de Pilato “¿Qué es la verdad?” ha sido motivo de conjeturas. Lo que Jesús quiso significar en su declaración a este magistrado romano lo explica su vida. Jesús acababa de decir: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad”. Ver Juan 18:37, 38. Durante los tres años anteriores, Jesús sanó toda clase de enfermedades, resucitó a los muertos, enseñó a amar y a perdonar y mostró cómo vivir humildemente practicando al mismo tiempo el poder divino. Cambió la acción de lo que todavía se considera como ley física natural, cuando ésta no bendecía a los habitantes de la tierra. Su vida nos dice que esta Verdad de la que dio testimonio es Dios Todopoderoso, el Padre-Madre infinito, el Amor eterno.

Su uso de la Ciencia de la Verdad jamás fue por móviles egoístas. Aun cuando fue tentado, se rehusó a usar la Ciencia para beneficio propio, poder personal, o popularidad. Se condujo según Dios lo motivaba; habló como la Verdad divina lo impulsaba. Sus actos y enseñanzas muestran que el conocimiento de lo que Dios no es algo que esté separado del hombre y lo cual el hombre trata de obtener y usar; sino que la existencia del hombre es la demostración misma de las leyes de Dios en acción. Jesús vivió, momento a momento, no en condescendencia irreflexiva hacia las exigencias de las circunstancias, sino con intuición espiritual, la cual traía curación a las circunstancias que la necesitaban.

Por esta razón fue llamado Cristo Jesús. En su Clave de las Escrituras en Ciencia y Salud, la Sra. Eddy define al “Cristo” como “la divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado”.Ciencia y Salud, pág. 583.

La vida de Cristo Jesús es el ejemplo supremo de cómo caminar por la senda donde la Verdad guía y así estar siempre a una con el poder sanador.

Nadie goza sintiéndose impotente al ver a un amigo que se halla luchando contra alguna enfermedad, o cuando se le recuerda del hambre que hay en el mundo, o cuando ve a sus semejantes atrapados en el conflicto de las discriminaciones. La promesa de la Ciencia Cristiana es que uno puede expresar de continuo el poder sanador del Cristo en el grado en que se esfuerza por seguir siempre la Verdad, dondequiera que la Verdad guíe.

Tal vez necesitemos preguntarnos al estudiar la Lección-Sermón: En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. ¿Estoy procurando encontrar un poquito de verdad a fin de usarla para lograr los resultados que me he propuesto? ¿Estoy sólo buscando algo que me haga sentir más cómodo y tranquilo? Si es esto lo que estamos haciendo, entonces no debiéramos sorprendernos si hallamos que no estamos beneficiándonos con nuestro estudio como debiéramos.

Al poner de lado todo problema de nuestros amigos, todo problema del mundo, todo pequeño egoísmo, y nos disponemos a encarar nuestro estudio de Dios y de Su Ciencia con un deseo de seguir la Verdad doquiera que la Verdad nos guíe — ya sea por sendas familiares o por sendas desconocidas — entonces siempre estaremos a una con la Verdad sanadora. Esta inspiración de la Verdad llega de manera natural a donde se necesita curación, y, de la misma manera natural, sentimos la paz y el consuelo de la presencia de Dios.

No nos desentendemos de las dificultades de nuestros amigos, no olvidamos a nuestro mundo necesitado, ni renunciamos a nuestra propia esperanza de paz al rehusarnos a transigir con las condiciones del mal. Al dar prioridad a nuestra búsqueda de la Verdad encontramos la Ciencia del ser verdadero donde todo es benigno, donde nada es maligno, donde sólo el Amor está presente. Y entonces, cuando somos impulsados por el Cristo, nuestras oraciones llegan allí donde el mal pareciera estar expresándose y vemos claramente que el mal es sólo un error, carente de realidad y de sustancia.

Muchos problemas individuales, y ciertamente todos los problemas del mundo, tienen innumerables hilos de error entretejidos dentro de sí. Esto exige oración día tras día. Si estamos meramente siguiendo el intrincado diseño del problema, es posible que caigamos atrapados en su red. No estando ya libres para ayudar, venimos a ser parte del problema.

Cuanto más firmemente seguimos la Verdad, dejando que la Verdad nos guíe por sus sendas, tanto más frecuentemente nos hallamos donde podemos curar. Veremos más a menudo que la telaraña del error se elimina de manera tan natural como se eliminan las telarañas del bosque a nuestro paso.

Esto no quiere decir que hemos de ignorar la advertencia de la Sra. Eddy. “Los telares del crimen, escondidos en los recintos oscuros del pensamiento mortal, están a toda hora tejiendo redes más complicadas y arteras”.Ciencia y Salud, pág. 102. Pero, sí, quiere decir que hemos de dedicar cada momento de nuestra vida a ser la expresión de la Verdad. Quiere decir que hemos de reconocer tanto la irrealidad del mal como la impotencia de los medios humanos para destruirlo.

Al caminar por la senda que nos indica la Verdad, emularemos más claramente las vidas sanadoras de aquellos primeros cristianos que fueron conocidos simplemente como gente “del camino”, y cuyo legado es el mundo cristiano. ¿Cuál puede ser nuestro legado sino el establecimiento de la Ciencia Cristiana? ¿Y nuestra historia? Caminar por la senda sanadora.

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