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Hace años durante una época difícil, pedí prestado un ejemplar de...

Del número de abril de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace años durante una época difícil, pedí prestado un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy en la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana, en el pueblo donde vivía. Acababa de perder mi trabajo, y había aceptado uno temporal, a muchos kilómetros de distancia. Además, pronto tendría las responsabilidades del matrimonio. Comencé a familiarizarme nuevamente con la religión que conocí en mi hogar durante mi niñez. En los años intermedios me había alejado de sus enseñanzas, y mi estilo de vida y comportamiento social ya no se ajustaban a las normas morales que se me habían enseñado que eran correctas.

Al iniciar mi nuevo trabajo, cada mañana meditaba sobre el Salmo noventa y uno, y también sobre “la declaración científica del ser” por la Sra. Eddy, especialmente esta frase (Ciencia y Salud, pág. 468): “Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”. Me fortalecieron esos inspirados mensajes, que me aseguraban la constante protección, poder y presencia de Dios.

El trabajo que se esperaba que fuera sólo por una temporada, duró más de cuarenta años con la misma compañía y fue muy satisfactorio. Ascendí de vendedor de puerta en puerta a jefe del departamento, tuve el reconocimiento de mis contemporáneos en nuestra asociación comercial, de la cual fui electo presidente, tanto por la organización estatal como por la nacional. Pienso que tales pasos de progreso fueron el resultado natural de mi crecimiento espiritual durante esos años.

Aunque a veces mi progreso espiritual ha parecido lento, ha sido constante, con muchas bendiciones a lo largo del camino. Entre ellas he tenido curaciones de influenza, dolores de cabeza, enfermedad del estómago, y problemas de relaciones humanas. Muchas de estas curaciones fueron logradas con la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana.

Al comienzo de mis estudios, el hábito que tenía de tomar para ser sociable, sencillamente lo dejé. Esta curación se efectuó cuando leía el artículo religioso diario en el periódico The Christian Science Monitor. Empecé a comprender la verdad de que este hábito no era parte de mi ser verdadero como hijo espiritual de Dios. Al principio me preguntaba si la abstinencia total afectaría mi progreso personal en los negocios, pero me di cuenta de que no hacía ninguna diferencia, porque mis móviles se basaban en mi más alta comprensión de lo que era bueno, y ningún sufrimiento puede resultar de tal honradez. Estas declaraciones de Ciencia y Salud eran apropiadas para mi libertad recién descubierta: “Deberíamos hastiarnos de lo efímero y falso, y no alimentar nada que se oponga a nuestra entidad más elevada” (pág. 68); y: “Dios creó al hombre libre” (pág. 227).

Dos pasos fundamentales en mi progreso hacia el Espíritu son motivo de gratitud: mi afiliación a La Iglesia Madre y a una de sus filiales, y la instrucción en clase en esta Ciencia. El servir en una iglesia filial es una actividad feliz, recompensadora, que le hace sentir a uno que se le necesita y ama. El gozo de ser miembro de la iglesia y apoyarla así como la instrucción concienzuda y completa de un maestro consagrado me han capacitado para vivir y practicar esta Ciencia con resultados cada vez mejores.

Por medio del estudio de Ciencia Cristiana puedo comprender la Biblia más a fondo, y amar y valorar mejor a Cristo Jesús y a su seguidora la Sra. Eddy, por el servicio que dieron a la humanidad al revelar la aplicación práctica de la verdad contenida en las Escrituras.


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