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Convicción de que somos hijos de Dios

Del número de abril de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Hay acaso algo más importante que entender lo que somos y con qué propósito fuimos creados? Sólo podemos conocernos a nosotros mismos comprendiendo primeramente nuestro origen. La creación es espiritual. La Mente es su origen porque Dios es la Mente creativa.

De acuerdo con las Escrituras, desde los doce años Jesús estaba consciente de que era hijo de Dios. María y José lo llevaron a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Más tarde, sin ellos saberlo, Jesús se quedó atrás. Se asombraron de encontrarlo en el templo, conversando con los doctores de la ley, quienes se maravillaban de su inteligencia. A Jesús le sorprendió verlos, pues él estaba seguro de que ellos sabían que estaba ocupándose en los negocios de su Padre. Ver Lucas 2:41–49.

Los Evangelios relatan que algunos años después fue Jesús para que Juan lo bautizara. Cuando salía del agua “vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”. Marcos 1:10, 11.

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