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Normas más elevadas resultan en mejores amistades

[Para adolescentes]

Del número de abril de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A medida que iba creciendo, con frecuencia me parecía que mis normas en cuanto a lo bueno y a lo malo me impedían tener muchos amigos y restringían mi vida social. Mis padres no me dejaban beber ni fumar. Respecto a la actitud mantenida por muchos de mis condiscípulos en cuanto a las relaciones sexuales, creo que tenía yo el suficiente criterio como para no condescender a ello.

A veces pensaba que si mis normas hubieran sido un poco diferentes, y no hubiera sido yo Científica Cristiana, habría tenido más amigos y me habría divertido más. Pero a medida que pasaban los años, empecé a sentirme cada vez más agradecida de ser Científica Cristiana y de tener firmes convicciones morales. Comprendí que estas convicciones morales daban a mi vida una estabilidad que otros parecían estar buscando. Vi que ir tras el placer físico sólo me robaría esta estabilidad.

No obstante, me sentía bastante sola en ciertas ocasiones, y algunas veces era un verdadero desafío hacer lo que sabía era lo correcto. De manera que, no sabiendo a qué más recurrir, seguí profundizando más en la Ciencia Cristiana para hallar una solución. A medida que lo hacía, empecé a comprender más claramente el amor de Dios para conmigo y para con todos. Y no pasó mucho tiempo antes de que empezara a respetarme y a apreciarme más a mí misma, así como también a quienes me rodeaban. Éste fue el punto decisivo. Esto era lo que había estado necesitando todo el tiempo. Cuando empecé a amar más y a obtener un concepto mejor de mí misma y de los demás, las amistades se desarrollaron de manera natural. Me di cuenta de que realmente no tenía por qué haber pasado por un período de soledad.

¿Qué es lo que específicamente enseña la Ciencia Cristiana que puede ayudar a cualquier persona a mantener sus normas morales sin tener que carecer de diversiones o de amistades?

Ante todo, nos ayuda a comprender lo que realmente son las normas correctas. Los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte establecen una base de moralidad en la Ciencia Cristiana. Cuando un intérprete de la ley le preguntó a Cristo Jesús: “¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?” Jesús respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente... Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:36, 37, 39. Las normas correctas tienen que basarse en nuestro amor a Dios. Demostramos nuestro amor a Dios cuando conscientemente expresamos Sus cualidades, como por ejemplo pureza, veracidad, inteligencia, salud. Otra manera en que podemos demostrar nuestro amor hacia Dios es amando a nuestros semejantes y ayudándolos para que ellos también expresen las cualidades de Dios.

Al decidir si está bien el hacer algo o el no hacerlo, podemos preguntarnos: “¿Expresa esto las cualidades de Dios? ¿Bendecirá a la larga a todos esta decisión o es sólo un impulso, un acto voluntarioso que puede parecer satisfactorio en este momento?”

La Sra. Eddy nos asegura en Escritos Misceláneos: “Nada arriesga quien obedece la ley de Dios, y hallará la Vida que no puede perderse”.Esc. Mis., pág. 211. Al optar por aquello que creemos es lo correcto y aceptar lo que parezca ser una posición impopular, cuán importante es recordar que Dios por cierto recompensará nuestra obediencia a Su ley. Las bendiciones que recibimos de esta manera son mucho más duraderas y satisfactorias de lo que pudiéramos esperar obtener cediendo a lo material. Y las amistades basadas sobre valores espirituales son una bendición para todos los involucrados.

No nos dejemos engañar, ni por un instante, imaginándonos que nuestra vida sería mejor, que tendríamos más amigos y nos divertiríamos más, si sacrificáramos nuestras normas morales. La Sra. Eddy también nos dice: “El sensualismo no es felicidad, sino esclavitud. Para la verdadera felicidad, el hombre debe armonizar con su Principio, el Amor divino; el Hijo debe estar de acuerdo con el Padre, en conformidad con Cristo”.Ciencia y Salud, pág. 337. Los placeres materiales son como los sueños; jamás nos dan satisfacción duradera. Dios es la fuente de todo bien, y a medida que continuamente recurrimos a Él para que nos provea de lo que necesitamos, a medida que confiamos a Él nuestros deseos, veremos que nuestra vida se enriquece en toda forma. De manera que en vez de pensar que estamos perdiendo algo, tengamos confianza en que nuestra obediencia a Dios será recompensada.

El amor que Dios nos tiene es nuestra fuente continua de seguridad y compañía. Tal vez a veces pensemos que la seguridad y compañía nos vienen de otras personas, o de alguna persona en particular. Pero el bien verdadero, en cualquier forma que se perciba humanamente, siempre nos viene de Dios. Jesús probó a lo largo de su vida que la seguridad del hombre es dada por Dios. Enseñó a sus discípulos: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. ... No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos parajillos”. Lucas 12:6, 7. Es posible que algunas veces digamos: “Estoy seguro de que Dios me ama, pero necesito algo más tangible”. Con todo, la amistad es una evidencia tangible del Amor divino. Necesitamos estar más conscientes de la completa provisión del Amor para cada uno de Sus hijos, y entonces las amistades que satisfacen nuestras necesidades se desarrollarán sin planes ni artificios.

Dice un adagio: “Para tener un amigo es necesario ser uno mismo un amigo”. Dios es la fuente de toda cualidad que necesitamos para ser un buen amigo. Reflejamos Su amor, bondad y generosidad. Debido a que Dios continuamente nos está usando para expresar Sus cualidades, nos es natural expresar inteligencia, belleza, verdadera atracción y la habilidad de comunicarnos con facilidad. Nuestra individualidad no es algo que crean nuestros padres o nuestro ambiente, ni es algo que nosotros mismos hemos desarrollado. Nuestra individualidad es creada por Dios, de manera que no puede tener un lado malo o un defecto.

Y ¿qué decir de quienes nos rodean, de quienes esperamos que sean nuestros amigos? Tenemos también que reconocer su individualidad espiritual. Todo hombre y mujer, como ideas de Dios, aman y son dignos de ser amados. Todas las ideas de Dios son expresiones de Dios, íntegras y puras. El hombre creado por Dios no expresa concupiscencia ni odio hacia la Verdad. No tiene varios sentidos físicos que tenga que mantener satisfechos. Él es el reflejo del Espíritu, eternamente completo y satisfecho. Debido a que es uno con la Mente divina, sin una mente personal o una voluntad personal, sus actos emanan directamente de Dios. No tenemos por qué preocuparnos de que la obediencia a las normas morales inspiradas por Dios puedan ser una molestia para los demás o de que ellos puedan sentirse como que están perdiendo algo. Podemos saber que esta obediencia será una experiencia gozosa y recompensadora para ellos también.

Me di cuenta de que esta comprensión más clara de mi identidad espiritual y de la identidad de los que me rodeaban empezaba a derrumbar las paredes que yo había creído que existían entre ellos y yo. Empecé a ver que el resultado de buenas normas morales sólo puede ser bueno. Desde entonces he disfrutado de muchas amistades duraderas con personas cuyas normas morales, si bien no son siempre idénticas a las mías, son similares.

La obediencia a Dios jamás es un obstáculo hacia la libertad. Es el camino a la felicidad verdadera.

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