Yo estaba en el húmedo, estrecho
Cuarto subterráneo, en Filipos, que se dice, es el lugar
Donde a Pablo arrojaron después de mucho hacerlo azotar.
Un pequeño icono con tizne de dedos y el gastado peldaño
Quebraban el insulso anticipo: cuatro dispares paredes de barro a
punto de derrumbe.
Y parada en el húmedo, estrecho
Subterráneo, en Filipos,
Imaginándome a Pablo allí, plantados con fuerza en el cepo, sus pies,
Oré anhelante: Dios, haz que el canto de mi alma
Logre a muchos, a medianoche y a toda hora, sus cadenas romper.
Dejando ya el húmedo, estrecho
Subterráneo de Filipos,
En el sol radiante de Pablo me ubiqué,
Expectante a la eternal promesa del Amor: su semejanza, jamás encadenada;
Sabiendo que el gozo del Espíritu puede expresar su canción a través de mí.
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