Una mañana de primavera en 1899, un Científico Cristiano, Calvin Hill, conoció a Mary Baker Eddy por primera vez. Su propósito al ir a la casa de la Sra. Eddy fue para ayudarle a seleccionar algunas alfombras. No obstante, el encuentro fue mucho más de lo que él esperaba. Después que hablaron de negocios, la Sra. Eddy le dedicó unos momentos para hablarle sobre la Ciencia Cristiana. En determinado punto de la conversación él le dijo lo siguiente: “Desearía que usted me indicara algún pasaje en su libro que me capacitara para vencer el pensamiento de lujuria y sensualidad”. “¡Lo haré!” respondió enfáticamente la Sra. Eddy.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1979), pág. 163.
¡Qué ejemplo de amor cristiano! No había justificación propia ni timidez cuando respondió al deseo de este estudiante que pedía ayuda, un hombre que ella había conocido apenas ese día. No turbó a la Sra. Eddy el tema de la sexualidad humana. Deseaba ayudar a esta persona a vencer problemas que lo molestaban. No sólo le dedicó cierto tiempo ese día, sino que después le llamó para otra entrevista. Además, le escribió una carta alentándolo en sus luchas contra la sensualidad.
¿Qué movió a la Sra. Eddy a tal compasión? Un estudio de su obra máxima, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, nos dará la respuesta. (Éste es el libro al que se refirió el Sr. Calvin Hill.) En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy explica claramente que el pecado, por muy leve u horrible que sea, no forma parte del hombre. El hombre, como la idea pura e inocente de Dios, jamás está, ni por un instante, gobernado por pensamientos degradantes, sino que refleja por siempre la Mente deífica.
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