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Poder cristianamente científico

Del número de abril de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Cronista bíblico nos dice que hace miles de años, el Rey David oró ante la presencia de su pueblo: “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos”. 1 Crón. 29:11. Es evidente que este pensador percibió que el verdadero poder es una fuerza espiritual que se origina con Dios. Siglos después, Cristo Jesús, como el Hijo de Dios, habría de demostrar que el poder divino destruye espíritus inmundos, sana enfermedades, reemplaza la creencia de sustancia discordante con sanidad.

Hoy en día tenemos la libertad de utilizar este mismo poder espiritual, inextinguible en medio de nosotros, para gobernarnos a nosotros mismos y gobernar nuestros asuntos. Mediante la oración aprendemos a mantener la consciencia de poder que es otorgada por Dios y que emana de lo que San Pablo llama “la mente de Cristo”. Expresamos poder espiritual con el propósito de glorificar a Dios.

Llamamos cristiano a este poder porque es el poder espiritual que Cristo Jesús ejemplificó; y decimos que es científico porque cuando lo comprendemos y recurrimos apropiadamente a él, este poder funciona en nuestra vida como Ciencia exacta y perfecta. En un sentido aún más profundo, el término “Ciencia Cristiana”Christian Science (crischan sáiens) significa la ley misma de la Mente, que revela al Cristo, o Verdad, practicada por Jesús.

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