Todo sucedió hace tiempo, cuando todavía no había comprendido plenamente el significado de: “Hágase tu voluntad”. Mateo 6:10. Estaba pasando por un problema económico muy serio, y le echaba la culpa a la situación, a las circunstancias y a la gente. Después dándome cuenta de que, como Científica Cristiana, debía solucionar dicho problema por medio de la oración, decidí que sólo Dios me iba a ayudar.
Pero era así como solía recurrir a Dios: elaboraba planes para que mis necesidades inmediatas fueran satisfechas, tales como vender mis joyas o inmuebles, o solicitar un préstamo. Entonces recurría a Dios en oración para que el Amor divino me guiara a llevar a cabo uno de estos planes. Creía que ésta era la voluntad de Dios — o más bien, me convencía a mí misma de que ese plan en particular era la voluntad de Dios — y actuaba de acuerdo con ella.
Cuando oraba de esta forma, por cierto que mis necesidades inmediatas eran satisfechas. Vendía el inmueble o las joyas o solicitaba un préstamo y quedaba satisfecha de que todo marchaba según la voluntad de Dios. Así continué por varios años. No entendía que este método era realmente una de las artimañas sutiles de la mente mortal, por la que me iba hundiendo cada vez más en el lodazal de la materialidad.
Cada vez que una situación me parecía seria pedía ayuda a un Científico Cristiano de experiencia, pero no le decía nada sobre los planes que había elaborado. El problema económico realmente nunca se solucionó, y a la larga me encontré completamente metida en un atolladero.
Llegó un día en que necesariamente tenía que hacer algo porque ya había agotado todos los recursos posibles y estaba en un callejón sin salida. Desesperada recurrí al libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Empecé a leer el primer capítulo “La Oración”, y a escribir lo que entendía de cada frase, aplicándolo al problema. Esta vez no podía planear nada, pues no tenía posibilidad de elaborar ningún plan. Necesitaba una suma elevada de dinero en efectivo en dos días. Empecé con la lectura por la noche y continué a la mañana siguiente hasta terminar el capítulo. Luego fui a ocupar mi puesto en la iglesia. Ese día todo lo que yo había planeado salió al revés. Hasta tuve que cambiar la cita que tenía para almorzar, y regresé a mi hogar temprano. Sin embargo, cuando llegué a casa recibí una oferta inesperada. Mi necesidad fue satisfecha. Y esta vez pude decir honestamente que había sido realmente satisfecha por haber dejado que se hiciera la voluntad de Dios.
Ese día había estado reflexionando profundamente sobre un artículo que había leído en una de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana en el cual el autor puso énfasis en el hecho de que Cristo Jesús no recurrió a fuentes materiales en busca de provisión. Probablemente podía haber pedido a sus discípulos que pagaran el dinero del impuesto. No obstante, él sabía, que su Padre iba a satisfacer su necesidad, y encontró el dinero que precisaba de la manera más inesperada: en la boca de un pez.
Una vez solucionado el problema de mi necesidad inmediata según la voluntad de Dios, empecé a trabajar correctamente por toda la situación, y de una manera lenta pero segura todo comenzó a ponerse en su lugar. Fue después de algún tiempo que empecé a comprender que prácticamente me había estado hipnotizando para creer que estaba haciendo la voluntad de Dios, cuando de hecho la verdad era que realmente le estaba dictando mis propias condiciones a Dios. ¡No es de extrañarse, entonces, que las soluciones fueran solamente temporales!
¡Cuán a menudo creemos que estamos haciendo lo correcto! Pero nos ofendemos cuando nos dicen que es la voluntad humana. Nosotros sabemos que no lo es. ¿Acaso no hemos orado para eso? Pero aceptémoslo. Tal vez nos estemos engañando a nosotros mismos. Nuestra querida Guía, la Sra. Eddy, debe haber visto la sutileza de la mente mortal, porque escribe en el libro de texto: “El egoísmo es más opaco que un cuerpo sólido. En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por deshacer con el disolvente universal del Amor y la dureza adamantina del error — la obstinación, la justificación propia y el egoísmo — que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte”.Ciencia y Salud, pág. 242. Otra vez, en Ciencia y Salud nos dice: “Tan secretos son los métodos actuales del magnetismo animal que entrampan a esta generación, sumiéndola en la indolencia, y produciendo la misma apatía respecto del asunto que el criminal desea”.Ibid., pág. 102.
En la medida en que nos mantengamos alerta a lo que nos indica la Sra. Eddy en “Alerta al deber”, Ver Manual de La Iglesia Madre, Art. VIII, Sec. 6. las sutiles sugestiones mentales o la voluntad humana agresiva no nos influirán. Al mantener nuestros pensamientos en armonía con la Mente divina podremos discernir rápidamente la sutileza del error, y así darnos cuenta de la diferencia entre la voluntad de Dios y la mera voluntad humana y sólo obedeceremos a la primera.
