“No entraré” fue la respuesta firme que Nehemías dio a la sugerencia que le hicieron sus enemigos para que se resguardase en el templo a fin de salvarse de un ataque contra su vida. Ver Nehemías 6:10–12.
En un último intento por impedir la reconstrucción de los muros de Jerusalén, Semaías, uno de los sacerdotes que aparentemente cooperaba con Tobías y Sanbalat, enemigos de Nehemías, lo intimidó diciéndole que había una conspiración contra la vida de quien estaba construyendo el muro. Le sugirió a Nehemías que entrase con él en el templo para que estuviera a salvo. Aparentemente, esta propuesta era razonable, pues un israelita podía buscar asilo en el templo. Pero a un seglar como Nehemías, le estaba prohibido entrar en el santuario interior, el único lugar totalmente seguro.
Nehemías percibió que la falsedad de Semaías era sólo un nuevo intento para impedir su trabajo en el muro. La pureza de su anhelo de ser obediente a Dios también le ayudó a discernir que el refugio ofrecido por Semaías no era del todo seguro. Esto lo salvó de ser engañado nuevamente y de la posibilidad de ser acusado de cobardía y sacrilegio.
El constructor de muros de hoy en día puede adoptar esa misma posición valerosa cuando la tentación lo induzca a creer en el fracaso, en la falta de salud, en el desaliento, en la inmoralidad y otras cosas por el estilo. Cuando comprendemos nuestra seguridad inexpugnable como ideas de la Mente, podemos resistir la tentación de comprometernos con el materialismo o con el temor de ser engañados. El mandato de Dios es el crecimiento espiritual. La Sra. Eddy nos previene: “La Ciencia es divina; no tiene ningún punto común con medios o fines humanos, ni puntos intermedios”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 260.
Cuando el cuerpo parece estar funcionando mal, ¿nos tientan el temor y el malestar a escondernos “dentro del templo”, a buscar alivio en la materia? ¿Nos preguntamos acerca de la posible causa de la enfermedad y pensamos que quizás tener un diagnóstico sería conveniente? Nehemías ni siquiera se sintió tentado a investigar si realmente había una conspiración contra su vida. “No entraré” fue la respuesta concisa que le dio a Semaías.
Siglos más tarde en los comienzos de su misión, Cristo Jesús tomó la firme posición de obedecer únicamente a Dios. La autoridad inquebrantable de la ley de Dios, siempre en operación, silenció los argumentos del tentador que querían inducirlo a creer que la seguridad y el éxito de la misión de Jesús se debían a los medios materiales. El Maestro no entró en tratos con el diablo. Él declaró: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”. Mateo 4:10.
Los Semaías de hoy en día están tentando a la humanidad con muchas sugestiones para su seguridad personal, comodidad y placer en la materia, a menudo bajo el disfraz del bien. Un medicamento puede ofrecernos alivio para un dolor físico, pero los efectos resultantes pueden ser perjudiciales y el problema puede repetirse. Los placeres corporales pueden proporcionarnos goces temporarios, pero podemos llegar a depender de esos falsos apetitos, de tal manera, que pronto nos será difícil dejarlos. A veces cedemos a la irritabilidad, al resentimiento y a las preocupaciones, o aceptamos el consejo de que “desahogándonos de todo” recuperaremos el equilibrio. Una relación de discordia puede llevarnos a escondernos en el santuario de la justificación propia, y a esperar que sea la otra persona la que cambie.
La verdadera idea del bien jamás incluye una mezcla de bien y mal. Esto es un hecho esencial en la Ciencia Cristiana, que la distingue de la aceptación mundial de que el bien y el mal son necesariamente coexistentes.
Toda vez que alguien se compromete con la materia, está intentando mezclar elementos opuestos que por su misma naturaleza no pueden combinarse. Al igual que la promesa de seguridad de Semaías, las promesas de seguridad que ofrece la materia no son realmente seguras. El transigir con los métodos materiales, tarde o temprano termina en fracaso. La Sra. Eddy declara en forma concisa: “¿Es la Ciencia material? ¡No! Es la Mente de Dios, y Dios es Espíritu. ¿Es la Verdad material? ¡No! Por lo tanto, no intento mezclar la materia con el Espíritu, puesto que la Ciencia no lo hace y ellos no se mezclan”.Message to The Mother Church for 1901, pág. 22.
Al igual que Nehemías, rechacemos terminantemente el abandonar a Dios para confiar en el materialismo. Los escritos de la Sra. Eddy nos instruyen claramente sobre la manera de defendernos del enemigo y afianzar nuestra fortaleza. “¿Cómo podemos hacer este trabajo cristianamente científico?” pregunta ella. “Atrincherándonos en el conocimiento de que nuestro verdadero templo no es de fabricación humana, sino la superestructura de la Verdad, construida sobre los cimientos del Amor, y cuyo pináculo es la Vida. Siendo ésa su naturaleza ¿cómo puede nuestro templo divino ser demolido o tan siquiera perturbado?”Pulpit and Press, págs. 2–3.
Nuestra seguridad inherente radica en saber que no somos parte de una situación opresiva, ya sea que se manifieste en forma de enfermedad o de cualquier otra dificultad. Dios es Espíritu, y el hombre, Su idea, es espiritual, no está encerrado dentro de una estructura material ni limitado por ninguna creencia humana. Por el contrario, el hombre es la personificación de cada idea correcta de su Hacedor, y por lo tanto, posee completo dominio. Pablo hace esta pregunta incisiva: “¿Qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente”. 2 Cor. 6:16.
Como los Nehemías de tiempos modernos, podemos permanecer en lo alto del muro, construyéndolo con certeza y confianza. Mediante la comprensión de que nuestro verdadero ser ya está establecido como “el templo de Dios” podemos decirle al tentador con autoridad, “No entraré”.
    