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“El ánimo espiritual”

Del número de noviembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. Sant. 1:8.

Una sagaz percepción bíblica. Pero no respecto al hombre. Se refiere más bien a la mentalidad mortal en su estado habitual de indecisión. Al creer en más de una mente, esta mentalidad no puede estar segura sobre cuál es la manera correcta de pensar o actuar. Lo mejor que puede hacer es más o menos salir del paso.

¡Qué alivio saber que éste no es el hombre! La Ciencia Cristiana revela al hombre real, indestructible, que es individual, espiritual. Dios es la única Mente, y Él hizo al hombre a Su imagen. Pero la imagen de la Mente no es otra mente. Es consciencia reflejada.

El hombre no da origen a los pensamientos. Sino que por la ley de causa y efecto, el hombre refleja los pensamientos de Dios. El hombre es un original pero no un originador. Todo lo relacionado con el hombre es derivado directamente de Dios y reflejado con dominio.

El hombre deriva sabiduría e inteligencia de la Mente omnisciente. Su salud y fortaleza fluyen de la omnipotencia del Principio. Su seguridad y paz están afirmadas en la omnipresencia del Alma. Su progreso y actividad inifinitos son resultado de la omniacción de la Vida. Su filiación y obediencia son su reflejo de la volición de la Verdad. El hombre es completo y está satisfecho porque refleja la naturaleza divina del único Dios, que es Mente.

El reconocer y entender que esta identidad es nuestra verdadera individualidad, nos ayuda a ser de ánimo espiritual. Y en la medida en que nuestro pensamiento se vuelve más espiritual, somos más estables en todos nuestros caminos, porque sabemos lo que somos, hacia dónde vamos y cuál es nuestro propósito. El conocer nuestra verdadera Mente nos ayuda a abandonar la mentalidad mortal o mente carnal.

A esta altura alguien puede decir: “Usted menciona que Dios es la única Mente y después que la mente carnal es otra mente. ¿Acaso no es esto contradictorio?” Es cierto que hablamos de la mente carnal pero no como una realidad. La mente carnal o mortal es un término para explicar el aparente sentido del mal que confunde a los mortales. La mente mortal es un estado de inconsciencia o de falta de conocimiento, una ignorancia total de Dios, por tanto una nada. Al difinir la “mente mortal”, la Sra. Eddy dice que es: “La nada pretendiendo ser algo, pues la Mente es inmortal”.Ciencia y Salud, pág. 591.

Afirmar la unicidad de la Mente divina y negar la apariencia de cualquier otra mente es lo más lógico, es el secreto del progreso constante. La Mente divina es la presencia infinita que tiene todo el poder. ¿Podría la presencia infinita impugnar su propia ausencia? ¡Imposible! Por llenar todo el espacio, esta Mente ha hecho todo lo que verdaderamente es hecho. Por ser ella misma perfecta, la Mente hizo todas las cosas perfectas. ¿Cómo podría Dios ver Su universo de cualquier otra manera que no fuera ideal?

Nuestra necesidad no es tratar de persuadir a la Mente pura para que abandone su enfoque infinito y vea nuestros infortunios terrenales. La Sra. Eddy dice acerca de Dios: “Él no podría destruir por completo nuestras penas si tuviera conocimiento alguno de ellas. Su compasión es divina, no humana. Es el conocimiento que la Verdad tiene de su propia infinitud lo que excluye la existencia genuina de siquiera una pretensión del error”.No y Sí, pág. 30.

Dios atestigua que Él es la única Mente, y si algo testifica de otra mente, nosotros sabemos que no la hay. La persona de ánimo espiritual se está esforzando para ver claramente que no existe una mente mortal, ni en singular ni en plural. Esto es rendir culto puro a Dios de acuerdo con el primer mandamiento: no teniendo mentes ajenas delante de Él, después de Él, junto a Él ni más allá de Él.

Enfrentados a la necesidad de curación, hacemos bien en preguntarnos con serena imparcialidad: ¿Cuántas mentes de más tenemos en este caso? ¿Una, dos, una docena o más? Todos los componentes de la mentira son arrasados mediante la profunda comprensión de que Dios es la única Mente.

El sanador puede saber que el llamado “paciente” no tiene una mente personal que albergue una creencia falsa mediante la ignorancia o el temor. No hay una mente preocupada que tiemble por el paciente ni una mente que odie y contribuya a que haya aflicción. No hay una mente que hipnotiza ni una que es hipnotizada. Ni siquiera hay una mente de un practicista que se disponga a sanar el caso. La única Mente presente es la divina, y esta comprensión es lo que sana.

Hay mucho más de cuatro billones de mortales sobre la tierra. Se considera que cada uno de ellos tiene una mente personal. Sin embargo, en plena contradicción a esto, el de ánimo espiritual puede reconocer la unidad y la totalidad de la Mente divina y ser una ley para sí mismo. Tal reconocimiento nos saca de una posición insostenible y trae estabilidad. Cuida, protege y provee. Anula el dualismo inestable que recorre toda la gama desde el sentido personal, en desacuerdo consigo mismo, hasta llegar a una nación que va a la guerra. Frente al problema, la persona de ánimo espiritual puede demostrar el equilibrio de Pablo cuando dice: “De ninguna cosa hago caso”. Hechos 20:24.

¿Cuál es el resultado? La duda termina. Los dilemas desaparecen. El pensamiento se estabiliza y se centraliza en la voluntad de Dios. La materia convertida en mentalidad mortal, es calificada por lo que es: una mera ilusión impotente. No existe en la Mente; no existe en el hombre; no existe para nada. Y empezamos a probarlo.

Esta comprensión la obtienen quienes esperan la presencia del bien y su continuidad. La Sra. Eddy dice: “Aprendemos en la metafísica que la fortaleza de la paz y del sufrimiento es sublime, una convicción mental verdadera, probada, que no es ni trémula ni indecisa”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 121.

Cristo Jesús habló de un hombre sabio que construyó su carácter sobre una base segura. Y cuando los elementos lo golpearon ¿cuál fue su estabilidad? “No cayó, porque estaba fundada sobre la roca”. Mateo 7:25. ¿Qué es esta “roca” sino el entendimiento a la semejanza de Cristo de que Dios es la única y sola Mente? Saber esta verdad — y vivirla — es demostrar la sublime percepción de Pablo: “El ánimo espiritual es vida y paz”. Rom. 8:6, según Versión Moderna.

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