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No creo en los llamados milagros, pero sí creo en la curación.

Del número de noviembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No creo en los llamados milagros, pero sí creo en la curación. Sé que la confianza en Dios y el hacer todo lo posible por seguir las enseñanzas de Cristo Jesús, siempre traen resultados maravillosos.

Hace un año, en noviembre, tuve una prueba de estas verdades. Tengo más de noventa años y vivo sola. Una tarde estaba muy apurada, de modo que no me fijé por dónde caminaba y me enganché el dedo gordo del pie en el borde de una alfombra muy pesada. Como resultado, caí pesadamente sobre un brazo. En el momento no sentí prácticamente ningún dolor; estaba simplemente disgustada conmigo misma por esa torpeza. Pero después de un rato noté que el brazo estaba hinchado y con moretones.

Más tarde llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le conté el problema. Ella accedió a ayudarme. Teniendo en cuenta la situación, consideré que lo mejor era hacerme examinar el brazo, y luego, en caso de que hubiese fractura, hacer que me lo enyesaran. Por la radiografía me enteré que el brazo, a la altura de la muñeca, estaba seriamente astillado y el hueso fracturado en varias partes. Me enyesaron el brazo. Durante este tiempo me vi imposibilitada de hacer muchas cosas, de modo que leía y estudiaba. Una cosa que me resultó muy útil fue la respuesta que la Sra. Eddy da a la pregunta, “¿Qué es el hombre?” en la página 475 del libro de texto, Ciencia y Salud. Comienza así: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre es creado a la imagen y semejanza de Dios”. Además estudié el Padre Nuestro, y “la declaración científica del ser”, también en el libro de texto (página 468), al igual que el Salmo noventa y uno y la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Sé que todo eso contribuyó a la curación y estoy muy agradecida por ello.

Durante todo ese tiempo conté con el amoroso apoyo de la practicista. Sin embargo, yo tenía una preocupación. Soy escritora y yo misma hago mis trabajos de mecanografía y seguía teniendo la sugestión de que nunca más podría escribir a máquina. Pero la practicista y yo rehusamos aceptar esta falsa creencia. En menos de cuatro meses volví a usar mi máquina de escribir para trabajar en un libro nuevo.

¿Puede alguien dudar que estoy agradecida y que le doy a Dios toda la gloria que Él merece? Tengo una prueba más de que “para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Después de haberme sacado el yeso, el doctor examinó el brazo durante varios minutos. Luego dijo: “¡Magnífico! Cuando vi las primeras radiografías de su brazo, me dije, ‘Esta señora nunca podrá usar el brazo’ ”. También estoy agradecida por la practicista, que me dedicó tanto tiempo y me prestó tanta ayuda, y no solamente ayuda, sino que me enseñó muchas cosas sobre la Ciencia Cristiana.


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