Cristo Jesús tenía la clave para vivir de una manera triunfante. Sus primeras palabras registradas sobre su misión fueron dichas en Jerusalén cuando tenía solamente doce años de edad. María y José lo habían llevado a la fiesta de la Pascua, pero él se quedó en la ciudad sin que ellos lo supieran.
Después de buscarlo durante tres días lo encontraron en el templo con los doctores de la ley. Jesús les preguntó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabías que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? ” Lucas 2:49. A los doce años Jesús ya sabía cual era el propósito de su vida.
Cerca de dos décadas más tarde, casi al final de su notable carrera, el Maestro fue llevado ante la corte presidida por Poncio Pilato. Se le acusaba de ser un malhechor. Durante todo el juicio — una parodia de justicia — Jesús habló muy poco. Pero al responder a una pregunta de Pilato, el Maestro reiteró el propósito de su vida: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad”. Juan 18:37.
¡Qué propósito! ¿Puede el cristianismo con sinceridad repetir el pensamiento del Mostrador del camino? ¿Y vivirlo?
Pilato no conocía la naturaleza de la Verdad; nuestro Padre que está en los cielos era, y aún es, quien cuida de Sus hijos. Toda la vida de Jesús y su ministerio público, breve pero estupendo, proclamó la Verdad al sanar al enfermo, reformar al pecador, restaurar la sustancia perdida e inspirar al abatido.
¿Acaso no todos estamos en algún momento ante un juicio hecho por los sentidos materiales? ¿Acaso no todos tenemos momentos en que todo parece ir mal: una enfermedad prolongada, la necesidad de un empleo, de un hogar, o de compañía, alguna situación crítica opresiva, y así por el estilo?
En estas circunstancias es bueno considerar lo que realmente tenemos que hacer. Quizás tengamos que dejar de examinar el problema y, posiblemente, hacer un concienzudo y severo examen de nosotros mismos. Luego es necesario que nos preguntemos cuál es el propósito de nuestra vida.
Todos nosotros — al igual que nuestro gran Maestro, Cristo Jesús — tenemos el mismo propósito de vivir, es decir, “dar testimonio a la verdad”. La verdad no incluye ninguna de las cosas que parece que experimentamos en la carne.
La Ciencia Cristiana, el entendimiento — en acción — de la Verdad, nos ayuda a cumplir con nuestro propósito. La Ciencia explica que hay solamente una Verdad, que es Dios, el eterno Padre-Madre, la primera y única causa de todo efecto espiritual, de toda creación en la que estamos todos incluidos.
La comprensión de esta unidad, totalidad y bondad de la Verdad transforma el cuadro sombrío de la vida mortal — que no es, y no puede ser la Vida — con el resplandor del Alma.
Ser testigo de la Verdad es vida dinámica, como lo testifica abundantemente la vida de Cristo Jesús. Esta manera de vivir cumple la promesa que él hizo a sus seguidores: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:31, 32. Nuestra manera de vivir puede dar testimonio de la Vida y su eternalidad; del Alma y sus cualidades infinitas que son permanentes; del Principio como la única fuente real de toda creación; del Espíritu como el todo-poder infinito; del Amor como la única atmósfera real. Si aceptamos este propósito como nuestro, sanaremos la consciencia de falta de armonía.
Todos somos capaces de cumplir nuestra misión en la vida si nos negamos a aceptar la creencia de que estamos dentro del molde de la materia inanimada. Si nos damos cuenta de que es el Espíritu todopoderoso, nuestro Padre celestial, quien nos capacita para dar testimonio verdadero de Su glorioso nombre de Amor divino, podremos con toda seguridad traer inspiración, esperanza y curación a nosotros mismos, a nuestra familia, a nuestros amigos y a otros. “Como parte activa de un todo estupendo,” escribió la Sra. Eddy a una iglesia filial, “la bondad identifica al hombre con el bien universal. Así cada miembro de esta iglesia puede elevarse por encima de la pregunta tantas veces repetida: ¿Qué soy yo? a la respuesta científica: Yo soy capaz de impartir verdad, salud y felicidad, y ésta es mi roca de salvación y la razón de mi existencia”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 165.
Cristo Jesús no tuvo dos propósitos en su vida, uno material y otro espiritual, uno humano y otro divino. Su propósito fue uno, y todo lo que hizo fue para cumplir con ese único propósito de “dar testimonio a la verdad”.
¿Por qué buscamos curación, o un empleo, o deseamos relaciones armoniosas en nuestra familia y en la iglesia? ¿Por qué deseamos la paz entre las tribus y las naciones? Las preguntas podrían multiplicarse indefinidamente. Pero nuestro propósito final es el mismo — dar “testimonio” a la Verdad — la totalidad, la constancia y la afluencia de la Verdad.
Al mantener este propósito constantemente, pondremos conscientemente nuestra vida bajo el gobierno poderoso de la Verdad. Y la discordancia de todo tipo empezará a ser obsoleta. Al seguir a nuestro Maestro, también compartiremos su gloria. La Sra. Eddy escribe: “Sólo aquel que sigue al Mostrador del camino, la presencia e idea espirituales de Dios, asciende la colina de la Ciencia Cristiana. Todo cuanto obstruya el camino — haciendo tropezar, caer o desfallecer a aquellos mortales que se están esforzando por entrar en la senda — el Amor divino lo removerá; levantará a los caídos y fortalecerá a los débiles”.Escritos Misceláneos, pág. 328. El entendimiento nos fortalece en nuestros esfuerzos diarios para cumplir con el gran propósito de nuestro ser.
    