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La integridad del gobierno, y la suya

Del número de noviembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


En años recientes, la creciente propensión en algunos países a desenmascarar debilidades o hipocresías en sus gobiernos ha provocado un auge general de investigaciones. Es ciertamente importante que se traten abiertamente los asuntos que afectan los intereses del público. La maldad debe ser desenmascarada. Como escribe Mary Baker Eddy: “Ciertos elementos de la naturaleza humana tratarían de minar los derechos civiles, sociales y religiosos y las leyes de las naciones y de los pueblos, asestando golpes a la libertad, a los derechos humanos, y al gobierno propio; y ¡haciéndolo nada menos que en el nombre de Dios, la justicia y la humanidad!” Message to The Mother Church for 1900, pág. 10.

Los métodos empleados para descubrir estos engaños, sin embargo, provocan a veces esta pregunta: ¿Puede fortalecerse la integridad del gobierno usando otras tácticas que no sean las de perjudicar reputaciones?

Claro que sí. Las naciones se componen de individuos. Lo que está sucediendo en el corazón de la humanidad aflora en los gobiernos del mundo. Por lo tanto, de esto se desprende que cuanto más integridad nosotros mismos alcancemos y mantengamos, tanto más integridad duradera será expresada en los gobiernos.

La Ciencia Cristiana explica que la integridad se origina en Dios, el Amor divino. No es un atributo personal que haya que adquirir, sino una cualidad de Dios. De modo que, en realidad, no poseemos integridad, bondad o misericordia en forma personal: la reflejamos.

La hipocresía y otras características malas no pertenecen al hombre. Son impuestas en el pensamiento humano por los sentidos materiales. Por más hipócritas que seamos — aun sin saberlo — el error nunca puede destruir la integridad espiritual innata que nos pertenece como reflejos de Dios. Las cualidades impartidas por Dios son permanentes porque nunca pueden ser separadas de su origen o del hombre real.

Puesto que el verdadero ser de cada persona incluye integridad espiritual, nuestra investigación — ya sea en forma de encuestas públicas intensivas o de exámenes personales de consciencia — puede llevarse a cabo ejerciendo sabia moderación, misericordia y justicia. Podemos preguntarnos: ¿Me propongo denunciar a una persona, o al error en cuestión? El examen de consciencia que libera es aquel que comienza a discernir el ser verdadero y espiritual del hombre como la imagen del Amor. La inocencia espiritual es innata y permanente en el hombre. Y puede ejercitarse cada vez más para el mejoramiento de todos, a medida que aprendemos a identificarnos con el bien en vez de con el mal, y a vivir la moralidad que señala el camino hacia la espiritualidad y hacia la curación del error humano.

Cristo Jesús estaba muy consciente de la tendencia que tiene la mente carnal a esconder el pensamiento erróneo. Él denunció la hipocresía y dijo: “Nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado”. Mateo 10:26. Pero también advirtió: “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Mateo 10:16.

Las investigaciones que se conduzcan estarán caracterizadas por la misericordia y la justicia a medida que la humanidad aprenda a orar por una mayor integridad espiritual. Y una forma de comenzar a vivir esa oración es asegurarnos cada vez más de que en nuestra propia vida no hay nada que esconder. Los armarios mentales tienen una cierta manera de abrirse por sí solos. Pero la integridad espiritual y la inocencia, cuando se comprenden y se practican, promueven la libertad inexpugnable.

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