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La curación y la profecía bíblica

Del número de noviembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana cumple la profecía bíblica. Cristo Jesús prometió un Consolador a la humanidad. Esta Ciencia, la Ciencia divina, es ese Consolador. Algunos pueden pensar que la ciencia del cristianismo es primordialmente una religión maravillosa, una manera inspirada de vivir y de rendir culto, y ciertamente esa apreciación resultará en una experiencia religiosa significativa, quizás similar, en alguna medida, a la experimentada por muchas otras personas que aman profundamente a Dios. Sin embargo, el potencial cabal de la Ciencia Cristiana se demuestra más plenamente cuando comprendemos con más claridad el lugar indispensable que ocupa en el cumplimiento de la profecía bíblica.

El reconocimiento de la Ciencia del Cristo en su debido contexto, y la comprensión de su papel imperativo en la creciente percepción que la humanidad tiene de la realidad, fortalecerán y preservarán estas enseñanzas para la humanidad. El movimiento de la Ciencia Cristiana mantendrá su firme posición en la medida en que percibamos y apreciemos el lugar específico que ocupa esta cabal y perfecta revelación en impulsar y completar la redención de la consciencia humana.

En cierto sentido, algunos de estos puntos se pueden considerar en la curación de un caso particular de enfermedad o pecado. Si consideramos el caso primordialmente como una cuestión de orar para que desaparezcan la enfermedad, el pecado o el temor, es posible que tengamos cierto éxito, especialmente si nuestra oración se basa en el amor por la bondad infinita de Dios y Su constante cuidado del hombre. Hay, sin embargo, otra dimensión, una perspectiva que a menudo hace que la curación sea aún más significativa y sustancial. De hecho, puede ayudar a establecer la totalidad y permanencia de la curación.

¿Hacemos una pausa en nuestras oraciones para reconocer que esta curación específica podría ser considerada como el cumplimiento de la profecía bíblica? Imbuidos de esta convicción, nuestros pensamientos proyectan una nueva dimensión de poder e inspiración.

Aquí hay algo más que simplemente sugerir que la intención de un autor de la Biblia era que su mensaje eliminara el dolor o el temor que estemos padeciendo. Sin embargo, la intención específica de Cristo Jesús fue que recibiéramos al Consolador. Y prometió que este Consolador nos enseñaría todas las cosas. En vez de considerar que una dificultad es fundamentalmente la necesidad de liberarnos del dolor corporal, acaso se nos esté pidiendo que reconozcamos que estamos ante un caso en el cual el Consolador está cumpliendo su necesario propósito de enseñarnos algo.

Quizás debamos preocuparnos menos del dolor y responder mejor a la verdad espiritual específica que se nos enseña. Supongamos que el dolor fuera temporariamente aliviado por un medicamento o por un hipnotizador. Todavía no habríamos aprendido nada, es decir, la consciencia humana no habría sido redimida. La profecía bíblica no se hubiera cumplido. Tampoco se cumpliría la profecía bíblica por el mero hecho de orar para eliminar el dolor por medio de la fe ciega o el pensamiento positivo. El Consolador, la Ciencia divina, cumple su función revelándonos vívidamente algo de la perfección presente de Dios y del hombre. Éste es el verdadero significado de su curación.

A veces es importante hacer mentalmente una pausa para percibir esta perspectiva más amplia. Preguntémonos qué relación tiene nuestra curación con esta perspectiva más amplia. Por ejemplo, los profetas del Antiguo Testamento habían previsto el advenimiento del Mesías. Cristo Jesús cumplió la profecía de esos profetas. Las curaciones que efectuó, ciertamente probaron que él era el hijo de Dios; mas también fueron prueba convincente de que él era el Mesías que había de venir. Dos de los discípulos de Juan el Bautista preguntaron a Jesús: “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” La respuesta de Jesús fue decisiva: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”. Mateo 11:3–5.

La curación dio prueba del cumplimiento de la profecía bíblica, y fue, en realidad, un aspecto esencial de ese cumplimiento. La Biblia había prometido al Salvador y él vino y salvó. Por medio de Cristo Jesús, la Biblia prometió el Consolador. Y el Consolador ha venido a salvarnos mediante la revelación de la verdad del ser, la identidad pura y espiritual del hombre a semejanza de Dios.

La curación impelida por Dios no puede frustrarse. La Biblia ha abierto el camino al Consolador, que la asegura. Las personas fueron sanadas cuando aceptaron en parte la idea espiritual representada por Cristo Jesús. Y son bendecidas hoy en día cuando vislumbran la idea espiritual encarnada en el Consolador, la Ciencia divina. Sanamos cuando comprendemos la idea espiritual que el Consolador enseña. Cuando damos nuevo nacimiento en nuestra consciencia a esta idea pura y verdadera, se produce la regeneración. La Sra. Eddy escribe: “Cuando una nueva idea espiritual es dada al mundo la palabra profética de Isaías se cumple nuevamente: ‘Un niño nos ha nacido, ... y se le dará por nombre suyo: Maravilloso’ ”.Ciencia y Salud, pág. 109.

De hecho, el Cristo alborea en la consciencia. Sale a la luz de una manera que transforma, inspira y sana. Acaso tengamos que trabajar con empeño — con mucho empeño — y orar con sinceridad y persistencia a fin de percibir más ampliamente la acción del Cristo en el pensamiento. Pero finalmente cederemos a su influencia purificadora. La inevitabilidad del efecto sanador del Cristo se fortalece y avanza cuando reconocemos que el poder de la profecía bíblica sustenta su acción.

El sentimiento de liberación significa mucho más que la desaparición de un malestar físico o mental. La curación es una forma de unión entre nosotros y la revelación del propósito que Dios tiene para la humanidad. La Sra. Eddy nos asegura: “El cristianismo de Cristo es la cadena del ser científico, que reaparece en todas las edades, manteniendo su correspondencia evidente con las Escrituras y uniendo todas las épocas en el designio de Dios”.Ibid., pág. 271.

La curación está asegurada. Representa un hecho maravilloso. La Biblia misma, la Palabra de Dios, requiere la totalidad de esta curación.

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