Los pensamientos de una persona gobiernan su cuerpo tan ciertamente como el programa de una computadora controla una computadora. Sin embargo, debido a que el gobierno consciente del cuerpo está limitado por las propias creencias de la mente mortal acerca del cuerpo, puede resultar difícil creer que nuestro propio pensamiento determina totalmente nuestras condiciones corporales.
El cuerpo humano parece ser una entidad que actúa por sí misma, que produce enfermedad o salud y que reacciona a las influencias exteriores sobre las cuales la persona parece tener poco dominio. Sin embargo, en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: “La Ciencia demuestra que lo que se llama materia no es sino el estado subjetivo de lo que la autora llama mente mortal”.Ciencia y Salud, pág. 114. El cuerpo no es una entidad física que ha sido programada por una mente mortal aparte de sí misma. La así llamada mente mortal y el cuerpo material son uno. Y ni el cuerpo material ni el pensamiento mortal es el hombre verdadero.
El hombre verdadero es más — infinitamente más — que una identidad mental y material a la vez. El hombre es la propia imagen de Dios, la imagen del Espíritu. Por consiguiente, el hombre no está hecho de sustancia material llamada carne y huesos. Es la incorporación de las ideas de Dios, y estas ideas constituyen su verdadero ser, espiritual y perfecto.
A medida que comenzamos a comprender nuestra verdadera relación con Dios, el Espíritu reconocemos que hemos sido creados para cumplir un plan y propósito divino que es enteramente espiritual, y comenzamos a hacerlo. Progresivamente probamos que estamos gobernados por la Mente divina que nos creó y que no estamos sujetos a una programación material por una mente carnal que Pablo rotuló como “enemistad contra Dios”. Rom. 8:7.
Cuando el pensamiento de una persona responde a la verdad acerca de Dios y el hombre, su cuerpo responde a ese pensamiento iluminado y manifiesta más salud y fortaleza. Pero si nuestro pensamiento no se eleva al nivel cristiano en el que nos convencemos de la perfecta relación del hombre con Dios, el pensamiento tiende a dirigirse hacia la espiral descendiente del magnetismo animal: la atracción de una manera de pensar y actuar materialista. Dondequiera que nuestro pensamiento nos lleve — a alcanzar una elevada consciencia plena en Dios o a las profundidades del pecado y la desesperación — nuestro pensamiento determina nuestra vida.
El comprender este hecho es un gran paso para gobernar de manera científica nuestro cuerpo y nuestra vida. Nos alerta para que nos demos cuenta de los varios estados del pensamiento mortal y los corrijamos mediante el pensamiento correcto, basado en la verdad del ser.
Tal vez la manera más fácil de vigilar el pensamiento es comenzando por nuestra propia consciencia. Es obvio el gobierno que ejerce la mente humana sobre los movimientos voluntarios del cuerpo. Pero aun la ciencia médica está reconociendo la manera más sutil en que el pensamiento consciente afecta al cuerpo. Por ejemplo, el estudio sobre una nueva técnica, “biofeedback”, demuestra que las así llamadas funciones involuntarias del cuerpo pueden gobernarse conscientemente. Y cuando una persona se siente feliz, a menudo el cuerpo se siente muy bien. Pero si una persona está deprimida o tensa, el cuerpo reacciona y puede sentir enfermedad, cansancio o nerviosismo.
La Ciencia Cristiana nos enseña a corregir el pensamiento deprimido o tenso y sus efectos sobre el cuerpo, mostrándonos cómo mantener un estado de pensamiento verdaderamente feliz y sereno. Pero la Ciencia va más allá del mero “punto de vista positivo”. Nos enseña a utilizar la oración científica para sanar el pensamiento mortal. La oración científica reconoce que la verdadera naturaleza del hombre es reflejo de la Mente divina, Dios. Esta Mente no puede sentirse deprimida, puesto que es una fuerza y poder inteligente que no acepta algo tan falto de inteligencia como el menospreciarse y culparse a sí mismo. El hombre, consciente de su verdadera identidad en Dios, refleja a la Mente. Recibe sus impulsos y pensamientos directamente de la inteligencia divina.
Ese método científico de oración produce resultados positivos. La persona cuyos pensamientos reflejan a Dios, su origen divino, ve que su cuerpo responde con armonía y salud. Así lo explica la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “La oración no puede cambiar la Ciencia del ser, pero sí tiende a ponernos en armonía con ella”.Ciencia y Salud, pág. 2.
Una forma más sutil de la manera de pensar mortal que parece gobernar el cuerpo humano es el pensamiento inconsciente. Algunas veces las personas guardan en lo profundo de sus sentimientos heridas y resentimientos que es necesario sacar a la superficie y sanarlos. Estos pensamientos inconscientes o errores latentes pueden seguir emponzoñando mucho tiempo después de que las experiencias que los causaron han pasado. Es necesario desarraigar tal pensamiento destructivo y cambiarlo antes que se manifieste en el cuerpo. Esto se logra a través de la acción del Cristo.
El Cristo es la luz de la Mente que revela a la consciencia humana la verdadera naturaleza de la creación de Dios. Esta luz espiritual viene mediante la oración humilde; capacita a la persona a examinar sus pensamientos íntimos y a eliminar los pensamientos ofensivos, que no proceden de Dios. No obstante, el autoexamen de ningún modo debe convertirse en una persecución, porque esto es destructivo y causa temor y frustración. Tampoco el genuino conocimiento de sí mismo se logra mediante el psicoanálisis humano. El autoexamen científico es una especie de limpieza mental metafísica. Incluye la afirmación de la Verdad y la negación del error. Cuando el error sale a la superficie, necesitamos negar firmemente su pretensión de realidad, su pretensión de ser parte de nuestro pensamiento. La afirmación de la verdad de que el hombre es la expresión individual de la inteligencia divina nos da la certeza de nuestra habilidad para eliminar los pensamientos impíos porque en realidad no forman parte de nuestra consciencia como semejanza de Dios.
En vez de luchar con la mentalidad carnal como si fuera la nuestra, es menester que percibamos los malos pensamientos como una manera de pensar que se nos ha impuesto. Y el hombre, reflejando su Mente divina, no puede ser agobiado por pensamientos carnales que lo hacen infeliz y lo enferman. Existe una sola consciencia en la cual la Mente divina está consciente de sí misma y de su idea, el hombre. Esta Mente es la consciencia que todo lo sabe. La Sra. Eddy promete: “El propósito del Amor divino es el de resucitar el entendimiento, y el reino de Dios, el reino de la armonía ya dentro de nosotros”.Escritos Misceláneos, pág. 154.
Otro tipo de pensamiento mortal que parece influir en el cuerpo humano es la creecia en lo hereditario. Los biólogos creen que a cada persona le es dado un código genético el cual desde la concepción determina su constitución física, y, de acuerdo a ciertas teorías, la clase de persona que va a ser. A primera vista, podríamos argumentar que lo hereditario es algo que el individuo no puede gobernar, que está encadenado a ello a través de la historia de sus antepasados.
La Ciencia Cristiana refuta los conceptos de lo hereditario, así como la creencia de que la programación genética no puede hacerse a un lado, mediante la revelación de la preexistencia espiritual del hombre como hijo de Dios. Cristo Jesús habló de su preexistencia espiritual cuando dijo: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Juan 17:5.
El reconocer nuestra propia preexistencia es comenzar a pensar correctamente acerca de las creencias hereditarias. El hombre espiritual no puede ser programado por un código genético, porque él es divinamente creado y sólo obedece a la Mente siempre presente que lo concibió. Cuando el pensamiento humano va más allá de sus limitaciones materiales y vislumbra la idea divina, ya no acepta un nacimiento material o una historia mortal como la verdad. A medida que rechazamos las creencias materiales acerca de nuestro origen, nuestro cuerpo responde al concepto más espiritual de la naturaleza del hombre y finalmente nos veremos libres de las tal llamadas leyes genéticas.
Otro tipo de pensamiento mortal al cual el cuerpo parece responder es a la creencia general, que induce a la persona a creer como la mayoría de las personas creen. Este tipo de pensamiento mesmérico trata de persuadir a la gente a tener resfríos durante la llamada “temporada de resfríos” y problemas propios de la edad en ciertas etapas de la vida. Se “anuncian” las enfermedades para poder vender medicamentos. No es necesario que la humanidad sea víctima de estas sugestiones. La persona puede rechazar la propaganda y proteger su pensamiento de los resultados epidémicos de la creencia general.
Por medio de la Ciencia Cristiana aprendemos a derrotar la propaganda de la mente mortal aferrándonos a las realidades espirituales de la relación del hombre con Dios. Si verdaderamente comprendemos que no existe enfermedad en el Espíritu, Dios, no podemos ser víctimas de las falsas sugestiones de enfermedade, a pesar del número de personas en el mundo que piensen lo contrario. El mundo está firmemente convencido de que la vida está en un cuerpo material y que este cuerpo está inevitablemente sujeto a las leyes de enfermedad y muerte. Cuando plenamente discernimos la naturaleza espiritual del hombre y el universo, la opinión mayoritaria no puede mesmerizarnos para que aceptemos el engaño del mundo. Comprendiendo la supremacía de Dios, no podemos dejarnos impresionar por una creencia falsa que pretende ser un poder aparte de Dios. Armados con la verdad acerca de Dios y el hombre, podemos liberar nuestro cuerpo de los temores e ilusiones mundanos.
El hombre no es mortal. No está sujeto a los distintos estados del pensamiento mortal. Él es una idea espiritual que ha sido creado para llevar a cabo el plan y propósito de Dios. Este plan es divino, el propósito es sagrado. A medida que la consciencia humana responde al plan de Dios, encuentra serenidad, paz y armonía total. Entonces, el concepto actual del cuerpo que la persona tenga, expresará el grado de la armonía que su pensamiento abriga, y vislumbrará más de la paz que la verdadera identidad tiene en Dios.
    