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Defensa contra el terrorismo

Del número de febrero de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


La Biblia enseña que podemos vencer el temor viviendo cerca de Dios.

A medida que hacemos esto, logramos mucho más que nuestra paz mental. Hacemos algo para socavar la base misma del terrorismo, que depende de la intimidación. Contribuimos al gobierno de la ley en oposición a la tiranía del poder anárquico. Y más que esto, cumplimos con nuestra parte en contribuir a que la civilización progrese hacia la aceptación del reino del amor de Dios, donde el temor no existe.

Cristo Jesús es nuestro ejemplo en esto igual que en todo. En la agonía de Getsemaní pidió no ser crucificado. Sin embargo, su amor por Dios y por el hombre lo hizo elevarse por encima del temor. Al someterse a la muerte y luego salir de su tumba vivo, demostró que una confianza total en Dios provee la respuesta para todos los problemas humanos. También indicó que la naturaleza real del hombre es espiritual e inmortal. Mary Baker Eddy nos dice: “El mal no tiene poder para perjudicar, estorbar o destruir al hombre real y espiritual”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 296.

La oración calma el temor y lo sustituye por el gozo. Aun antes que los problemas disminuyan, nos sentiremos más capaces para enfrentarlos. Pero algo más sucede al estar en comunión con Dios. Nos damos cuenta de que ya somos los hijos del Todopoderoso, que participamos de Su espíritu de amor exento de temor, que somos más grandes de lo que creíamos.

Esto no es sorprendente una vez que se reflexiona sobre ello. Dado que el Espíritu creó todas las cosas, nosotros tenemos que ser espirituales, no materiales. Puesto que Dios es Amor, exento de temor, nuestra naturaleza real no puede estar atemorizada o dejar de ser amorosa. Su serenidad tiene que expresarse en nosotros. No somos criaturas en peligro con breves años entre el nacimiento y la muerte, sino los amados hijos de la Vida interminable.

Comprender algo de esta verdad supremamente consoladora, nos permite aceptar con confianza las promesas bíblicas sobre la protección que Dios nos da. El Salmista cantó con alegría: “No temerás el terror nocturno”. Salmo 91:5. Al confiar en Dios como nuestro Padre todopoderoso, percibimos agradecidos lo seguros que eternamente vivimos en Él.

Obtener esta altura mental por medio de la oración y la obediencia a la ley de Dios, la ley del Amor, es básico para liberar al mundo del salvajismo regresivo del terrorismo. Sean cual fueren las medidas prácticas que tomen los gobiernos contra este mal, el remedio final es espiritual e individual.

Las naciones obtienen una libertad segura sólo a medida que sus ciudadanos adquieren una comprensión firme de la libertad que les corresponde como hijos de Dios. El apóstol Pablo dice: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. 2 Cor. 3:17. Esta libertad divinamente otorgada no es un goce pasivo por la ausencia de dominación. Es el amor en actividad que purifica los móviles de las personas, y que por medio de ellas depura el ambiente social y promueve la acción para adoptar mejores leyes, lograr más justicia, equidad y oportunidades para todos, reduciendo de ese modo las causas tanto del temor como de la agresión.

El terrorismo es esencialmente un deplorable concepto falso sobre el poder. Al igual que toda actividad pecaminosa, se basa en la suposición de que Dios, el Amor divino, no existe o es menos que todopoderoso. Mientras se cree que la materia es la sustancia de la vida y la existencia, las tiranías materialistas prosperan. Pero una comprensión creciente de que Dios, el Espíritu, es el único poder y origen de la existencia socava las falsas pretensiones de autoridad.

Dios es infinito, y por tanto, Todo. Su creación, como Él Mismo, no tiene elementos restrictivos, ignorantes y mortales. El materialismo, si bien puede parecer creíble a los sentidos físicos, no es el poder que se supone que es. Cuando se ve esto con claridad, nuestra lealtad a Dios incluye la convicción de Su omnipresencia. “Dios está en todas partes”, declara la Sra. Eddy, “y nada fuera de Él está presente ni tiene poder”.Ciencia y Salud, pág. 473.

Conocer con alegría esta verdad omnímoda — y vivir bajo su luz — no significa solamente lograr paz interior. Significa también difundir en todas partes el amor estimulante y sanador que finalmente obtiene la victoria sobre todo error.

La historia muestra que la ley de Dios cambia los corazones. Puede volver inactiva y finalmente destruir la mentalidad violenta, los deseos y valores erróneos sobre los que se basa el terrorismo. Y lo hace por medio de aquellos que oran y obedecen.

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